Jose Oliva
Barcelona, 24 jun. La escritora y periodista hispanosuiza Mónica Subietas se adentra en el papel de Suiza en la II Guerra Mundial en su primera novela, “El bosque en silencio”, con el trasfondo del tráfico de obras de arte que eran propiedad de las familias judías alemanas.
Como periodista, Subietas, que nació en Barcelona en 1971 y se estableció con su marido suizo en Zúrich en 2009, buscaba temas para escribir artículos periodísticos cuando se topó con el Informe Bergier, “el reporte de una comisión independiente de expertos dirigida por el historiador Jean-François Bergier, a la que el Gobierno Federal encargó investigar el controvertido papel de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial”, ha explicado en una entrevista con EFE.
Bergier había fallecido y el informe se había publicado en 2001, por lo que la autora no encontró nada noticiable ni de actualidad, pero se le ocurrió entonces “escribir una novela, ya que el tema tenía muchas aristas y permitía tratar muchas otras cuestiones”.
Escribir ficción ya es algo que quería hacer “desde pequeñita”, y, de hecho, aclara, ya escribió una novela no publicada, con lo que “la parte de ensayo y error ya estaba hecha” y tras un año de investigación empleó otros cinco años en el proceso de escritura, de reposo y de reescritura, con cambio de voz incluido.
La novela se mueve entre dos universos temporales, la Suiza de la Segunda Guerra Mundial y la actual, y a base de elipsis y oportunos saltos entre pasado y presente la autora desarrolla una trama que arranca en 2011 con un crimen: el pintor Max Müller aparece gravemente herido en su taller de Zúrich, tras haber sido atacado con la pistola de clavos que utiliza para montar los bastidores de sus obras.
A partir ahí, el lector se sumerge en un relato de intriga para averiguar quién intentó asesinar a Max y por qué; y el motivo se remonta a 1938, cuando Jakob Sandler, un judío austriaco, empresario y coleccionista de arte, se ve obligado a abandonar su país tras la anexión de Austria por parte de la Alemania de Hitler.
Entre ambos sucesos la autora despliega varias subtramas protagonizadas por personajes muy distintos, e incluso el escritor James Joyce, enterrado en Zúrich, tiene su lugar en un guiño literario.
En 2009, el lector conoce a Gottfried Messmer, dueño del Kafi (Café) Glück, que vive un presente tranquilo en contraste con su atormentado pasado, con un padre que se suicidó, una madre que murió siendo él joven, y una mujer y un hijo muertos en un accidente.
El pasado y el presente de Gottfried se reúnen el día en que recibe una herencia inesperada de su padre, Hermann Messmer, depositada en una caja de seguridad en un banco suizo, en cuyo interior encuentra un bastón y una carta.
El bastón oculta en la caña un lienzo pequeño pero valioso titulado “Waldinneres” (Dentro del bosque), una obra temprana de Gustav Klimt; y la carta, escrita por su padre en 1960, le obliga a buscar al dueño legítimo de la obra y del bastón, un judío al que Hermann ayudó a entrar ilegalmente en Suiza en 1942 y que, poco después de cruzar la frontera, desapareció sin dejar pistas de su destino.
La historia de la obra “Waldinneres” sirve de excusa a la autora para revisitar algunos hechos del pasado, especialmente la decisión poco conocida de la ‘neutral’ Suiza: “entre 1942 y 1944 el país cerró sus fronteras a los judíos que huían de la barbarie nazi y los ciudadanos que desafiaron la orden y ayudaron a judíos a entrar ilegalmente en el país fueron aislados socialmente; incluso fueron juzgados y condenados por traición a la patria”, recuerda.
El cuadro de Klimt es también el pretexto de la autora para abordar uno de los asuntos centrales del libro: el arte expoliado por el régimen de Hitler. “Se estima que más de 600.000 obras fueron sustraídas a sus propietarios o compradas a precios irrisorios por los partidarios del régimen y luego vendidas para financiar la propaganda nazi y la guerra”, recuerda la autora.
A Subietas le parece “valiente” que el gobierno suizo decidiera revisar el pasado y de paso “admitir que algunas cosas se podrían haber hecho mejor y que otras se hicieron totalmente mal”, y añade: “Revisando el pasado se pueden arreglar muchas cosas del presente y se puede construir un futuro mejor”, algo “absolutamente necesario” en el actual contexto de guerra en Ucrania.
Las casualidades quisieron que “El bosque en silencio” (Roca) se publicara antes en alemán y en polaco que en el castellano original en que está escrito, algo que ya vivieron autores españoles como Rosa Ribas o Alicia Giménez Bartlett.
Cuando Subietas decidió escribir la novela no tenía en mente ningún género, “no quería escribir una novela histórica pura”, sino simplemente “narrar una historia que, como periodista, fuera fiel a los datos históricos”.
De su próxima obra, Subietas ya tiene escrito el primer borrador, pendiente de revisión, y lo único que puede avanzar es que no será de suspense, aunque pueda haber elementos de ‘thriller’: “será la historia de un viaje por Suiza y estará ambientada en época actual, justo antes de la pandemia”. EFE.
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