En la primera jornada dedicada a la Alfabetización y Fluidez Lectora que se realizó en el auditorio de Ticmas en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires, las especialistas Graciela Migliardo, licenciada en Psicopedagogía por la Universidad CAECE de Argentina, y Liliana Fonseca, también licenciada en Psicopedagogía y Magíster en Psicología Cognitiva y Aprendizaje, hablaron del Programa LEE y compartieron sus experiencias y conocimientos sobre el tema.
Para comenzar, LEE Comprensivamente es un programa diseñado para potenciar la comprensión lectora, creado por investigadores que, desde el año 2003, estudian la lectura y escritura. Orientado a educadores y psicopedagogos, este proyecto se ha aplicado en escuelas de Buenos Aires, demostrando mejoras significativas en la comprensión lectora antes y después de su implementación.
En ese orden de días, es primordial preguntarse sobre la importancia de que el docente se comprometa con la promoción de la lectura y de la alfabetización. Al respecto, Graciela Migliardo señaló que “el profesor es el mediador entre el texto y el sujeto que va a interactuar activamente sobre el texto. El rol de la motivación y cómo este docente tiene que motivar al niño, al sujeto, para que pueda hacer esa representación mental, o sea, hacerse esa película y activar todo ese conocimiento del mundo para poder apropiarse de ese texto”.
Siguiendo con el desarrollo de la idea, Liliana Fonseca agregó que en medio de la investigación se dieron cuenta que había casi un 30% de estudiantes de cuarto y quinto grado que no sabían leer. Entonces, el gran desafío era tratar de enseñarles a los estudiantes a comprender, que transformaran ese texto en algo vivencial, (haciendo referencia a la película que habían señalado anteriormente) así que llevaron galletas, disfraces y demás, para que los alumnos pudieran hacer esa representación mental.
¿Cómo trabajaron en reconocer esa falta de alfabetización en esos estudiantes? Fonseca señaló que Inicialmente, realizaron un estudio que consistió en evaluar la lectura, la escritura y algunos aspectos de la comprensión lectora en los estudiantes, antes y después de implementar el programa durante dos meses. Descubrieron que muchos de ellos carecían de las habilidades básicas de alfabetización, representando un desafío significativo. Esto llevó a separar a estos jóvenes en un grupo distinto al de aquellos con desarrollo típico, incluyendo además la creación de un grupo control. Lo sorprendente fue hallar que, en el aula “había estudiantes que tenían los cuadernos completos y probablemente ni su propio docente sabía que no sabían leer”. aseguró la licenciada.
– ¿Y ustedes qué actividad promovieron para darse cuenta?
Migliardo: “Eran los que más querían participar, eran los que más levantaban la mano, cuando uno preguntaba ¿quién quiere leer? y nos dimos cuenta que no podían decodificar, entonces, decidimos separarlos en pequeños grupos, enseñándoles desde la conciencia fonológica, que se puede aprender sin importar en cuál grado están los chicos”.
Continuando con esta línea, la licencia Fonseca añadió que estos niños no enfrentaban una dificultad de aprendizaje específica; más bien, se atrasaron desde el primer grado, un periodo clave para la alfabetización, que no lograron recuperar en grados posteriores. A pesar de continuar su educación, no recibieron una enseñanza explícita en alfabetización.
Agregando: “al analizar resultados de evaluaciones como PISA, es importante reconocer que hay un grupo significativo de estudiantes que son funcionalmente analfabetos dentro del sistema. En Argentina, por ejemplo, obtuvimos un promedio de 401 puntos en comprensión lectora, estando la media internacional en 475. De forma más preocupante, el 50% de los evaluados solo alcanzó el nivel 1 en comprensión lectora, lo que significa que apenas podían identificar aspectos básicos del texto, sin llegar a realizar análisis o distinciones simples”.
¿Cómo trabajan con los chicos ahora?
“Se nota realmente que hubo una falta de enseñanza explícita acerca de cómo enseñar o aprender a leer y bueno, hoy nos encontramos con chicos que llegan a cuarto o quinto grado con dificultades en la lectura, y por supuesto todos tenemos que destinar recursos cognitivos para poder leer. Entonces todo esto le quita recursos que tienen que estar destinados a la comprensión, donde hay más desafíos en los textos, donde hay conocimientos que tienen que ser aprendidos y nos encontramos con este tema. Bueno, ¿Cómo intervenimos? a través de la enseñanza explícita; primero trabajando mucho el vocabulario, el lenguaje académico, y también entendiendo las estructuras textuales que hay; eso tiene que ver con las organizaciones internas de los textos y cómo están organizados, porque a partir de eso van a poder extraer esas ideas y poder apropiarse y entender los temas” señaló Graciela Migliardo.
Liliana Fonseca complementó indicando la importancia de la formación docente y el desarrollo de programas basados en evidencia científica. “El objetivo es proporcionar a los educadores herramientas didácticas efectivas, incluyendo textos cortos y atractivos adecuados para trabajar en una sesión de clase, en lugar de extensas novelas. Se busca que los estudiantes aprendan a diferenciar la información presente directamente en el texto de aquella que deben inferir o construir en base a sus conocimientos previos. Esto se relaciona con alcanzar niveles superiores en evaluaciones como PISA, donde observamos que solo el 50% de los estudiantes llega al nivel 1, y un porcentaje aún menor logra una comprensión lectora profunda”.
¿Cómo interviene en el desarrollo de la alfabetización la tecnología?
Migliardo destacó la importancia de la motivación en el proceso de aprendizaje, resaltando la atracción natural que los jóvenes tienen hacia la tecnología y lo digital. Considera que la tecnología, especialmente después de la pandemia, se ha convertido en una herramienta fundamental, no solo para captar el interés de los estudiantes sino también para facilitar su organización y las funciones ejecutivas, como el uso de plataformas tipo classroom que sirven como agendas digitales ayudando en la gestión del conocimiento y la organización personal.
Fonseca hizo hincapié en el valor agregado de las herramientas tecnológicas, más allá de la motivación. Durante la pandemia, su equipo desarrolló tecnologías educativas, como un código Lennox, que, si bien requieren de un desarrollo sofisticado, ofrecen una retroalimentación esencial para el docente sobre el progreso de sus estudiantes y qué acciones tomar para promover su avance académico. Enfatizó que, a diferencia del pasado, donde el factor tiempo se consideraba suficiente para el aprendizaje, ahora se reconoce la necesidad de optimizar este tiempo para el beneficio de los estudiantes.
Durante el diálogo, se recordó la conversación previa que se dio en el mismo auditorio, con Beatriz Diuk , quien mencionó que enseñar a leer y escribir no es complicado, pero lo desafiante es desarrollar herramientas de apoyo para los docentes. Ante esto, Liliana Fonseca coincidió en la dificultad de crear dichas herramientas y agregó la importancia de generar evidencias que respalden su efectividad. Explicó que, si bien en el pasado se diseñaron herramientas creativas basadas en teorías, la pandemia enseñó la necesidad de probar estas metodologías y comparar resultados entre diferentes grupos.
Específicamente, con el programa “LEE Comprensivamente”, se realizó un descubrimiento significativo: al segmentar a los participantes por nivel socioeconómico y oportunidades educativas, se notó que los estudiantes de entornos más desfavorecidos eran quienes más se beneficiaban, logrando notables mejoras no solo en habilidades de lectura sino también en capacidades cognitivas. Esto se evidenció al evaluar su cociente intelectual verbal después de asistir a clases que promovían el enriquecimiento lingüístico y el uso de nuevo vocabulario. Los resultados, observados tanto al finalizar el programa como seis meses después, fueron destacables y demostraron que la educación puede superar las expectativas de desarrollo, permitiendo a los estudiantes avanzar mucho más de lo esperado a lo largo del tiempo.
–¿Cómo se trabaja en el desarrollo de la vocación de mediador que tiene el maestro?
Migliardo señaló que para fomentar la vocación mediadora del maestro, es esencial adoptar un enfoque práctico y demostrativo en la enseñanza. Esto implica que el docente actúe como un modelo a seguir, compartiendo técnicas y estrategias en vivo, y mostrando cómo se asimilan los conocimientos de manera efectiva. En lugar de limitarse a señalar errores, el maestro ofrece retroalimentación positiva y constructiva en el momento, orientando a los estudiantes sobre cómo mejorar y profundizar en su comprensión del material. Este proceso estimula el interés y la curiosidad del alumno, situándolo en su zona de desarrollo próximo, un espacio donde el aprendizaje se maximiza. Aquí, el educador desempeña un rol crucial al motivar a los estudiantes a experimentar, a tomar riesgos en su aprendizaje y a aplicar estrategias lectoras y de comprensión más sofisticadas.
–¿Cómo trabajan con los docentes para reconocer esta idea?
Para involucrar a los docentes en la idea de motivación y participación activa en el aula, es crucial que experimenten directamente el impacto de un enfoque dinámico y participativo en la enseñanza. La licenciada argumentó que al observar cómo los estudiantes se animan, participan y emulan al maestro cuando este se muestra entusiasta y comprometido con la clase es revelador. Los educadores, viendo este entusiasmo, suelen querer tomar la iniciativa y continuar con esta dinámica. La clave no es solamente buscar formas de hacer que los alumnos asistan al colegio con ganas de aprender, sino que implica que el docente encuentre placer y satisfacción en su tarea; algo que no solo se beneficia del entusiasmo sino también de la preparación.
Preparar una clase demanda un trabajo previo importante por parte del docente, que debe estar listo para responder a las preguntas y curiosidades de los estudiantes. Por ejemplo, saber diferenciar entre una llanura y una pradera no solo es una cuestión de contenido, sino también de preparación docente. Al planificar una clase, el educador debe tener claros los objetivos de aprendizaje, qué quiere que los alumnos comprendan y se lleven de la sesión. Para lograrlo, necesita prepararse adecuadamente, ser claro, motivador y capaz de enriquecer el conocimiento, permitiendo a su vez que los estudiantes compartan lo que saben sobre el tema.
–¿Qué evidencia tienen en el desarrollo del programa?
Finalmente, Graciela Migliardo señaló que a través del programa LEE se han evidenciado cambios significativos en el vocabulario de los estudiantes, aspecto fundamental para el desarrollo del conocimiento. A través de la ampliación de la red de vocabulario, los niños han aprendido a generar preguntas e inferencias que enriquecen su comprensión y análisis de textos. Este cambio no solo mejora su capacidad para identificar y usar diversas estrategias frente a dificultades de comprensión, sino que también los prepara para identificar estructuras textuales específicas y el propósito detrás de ellas. Identificar la intencionalidad del autor y distinguir entre diferentes tipos de textos son habilidades clave que se han fortalecido gracias al programa, subrayando la importancia del vocabulario como la base del conocimiento y como herramienta esencial para la incorporación de nueva información.
Por su parte, Liliana Fonseca concluyó cómo la investigación mostró que los estudiantes ahora pueden adquirir vocabulario y generar inferencias de manera más rápida, atribuyendo esta mejora a la capacitación y al entusiasmo de los docentes por integrar estas habilidades en su enseñanza. Los educadores han adoptado un enfoque transversal, preparando a los alumnos en vocabulario y en el análisis de la información antes de abordar nuevos temas, fomentando así una metodología de enseñanza que va más allá de la mera memorización. Este enfoque hacia la comprensión lectora y el análisis crítico del discurso resalta la transformación educativa que se está promoviendo, una que valora profundamente el entendimiento activo y crítico por parte de los estudiantes, maximizando su desarrollo intelectual y su capacidad para interactuar con el mundo que los rodea.