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¿Funciona el ascensor social? El 25% de los nacidos en mala situación económica siguen siendo pobres de adultos

Escaleras de un centro comercial en el centro de Madrid. (EFE/Mariscal).
Escaleras de un centro comercial en el centro de Madrid. (EFE/Mariscal).

Las probabilidades de subirse en el llamado ‘ascensor social’ no son iguales para todos, ya que existen un cúmulo de condicionantes dados al nacer que influyen notablemente en el potencial desarrollo socioeconómico. El sistema público intenta solventar las peores situaciones de partida, pero no lo consigue en un buen número de casos, según ponen de manifiesto los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE publicados este martes. Revelan que un 24,6% de las personas que crecieron en hogares con una mala o muy mala situación económica se encontraron en el primer quintil de renta en la edad adulta, es decir, heredaron la pobreza y se quedaron atrapados entre el 20% con menos ingresos.

Este dato se refiere al año 2022 y, según se extrae de la encuesta, son personas que tienen una renta neta media de como máximo 10.927 euros al año, por lo que se encuentran en situación de pobreza (el límite para dicho año se situó en los 10.990 euros). A pesar de que una cuarta parte de quienes nacen pobres continúan siéndolo de adultos, se trata de la menor cifra registrada en las últimas ediciones de la encuesta del INE, referidas a 2018 y a 2010, y supone un descenso de casi diez puntos respecto a la anterior (cuando fue el 34,2%).

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Sin embargo, los datos esconden ángulos más negativos. La movilidad social hacia niveles de renta superiores funciona cada vez menos para las clases medias y un porcentaje notable de personas nacidas en clases altas desciende cuando pasa a la edad adulta, comprendida en la encuesta entre los 25 y los 59 años. Esta concentración de más personas en los escalones intermedios de la sociedad ha permitido que la desigualdad de rentas se sitúe en 2022 en su nivel más bajo desde 2007.

En concreto, el 22,5% de quienes se criaron en una situación económica mala o muy mala ascendieron al tercer quintil (el medio) en la edad adulta, una cifra superior a la de 2018 (17,4%) y a la de 2010 (19,3%), e incluso el 17,5% llegó al cuarto quintil. Los que nacieron en una situación moderadamente mala se mantienen prácticamente estables, ubicados el 42% de ellos en el segundo y en el tercer quintil, pero los que tienen su origen en una situación moderadamente buena pasan a engrosar el tercer quintil en mayor medida y en detrimento del cuarto y del quinto. A modo de ejemplo, el 25,2% de quienes nacieron en una situación relativamente acomodada alcanzaron la franja de los más ricos en 2010, pero descendieron al 21,3% en 2022.

El desplome es mayor entre los que proceden de una situación económica buena o muy buena: solo el 24,3% se encuentra en el quintil cinco de renta frente al 31,2% de 2010 y aumentan en 3,6 puntos los que pasan al umbral de la pobreza (quintil uno), hasta el 16,9%. Más allá de los motivos que pueda haber detrás de este empeoramiento entre las clases más pudientes (como un reducido avance de los salarios) y de la heterogeneidad dentro del quintil, los datos reflejan que la movilidad social ascendente se está produciendo más para las clases bajas.

Todo ello a pesar de la pandemia y en consonancia con un periodo de crecimiento económico iniciado en 2014 y solo interrumpido en 2020. A ello han contribuido los mayores niveles de educación, el crecimiento del empleo, del Salario Mínimo Interprofesional y, más recientemente, el despliegue de políticas como el Ingreso Mínimo Vital.

Más personas con más estudios: la pieza clave

Si se comparan los datos históricos hay un cambio claro: cada vez hay más personas con más estudios. Por ejemplo, el 23,3% de los nacidos en situación mala o muy mala lograron obtener educación superior en 2022, respecto al 15,2% de 2010. Lo mismo sucede para los de origen moderadamente malo, cuyo porcentaje gana 13,5 puntos, hasta el 35,3%. El aumento en el nivel de estudios es generalizado en todas las clases sociales y está favorecido por la amplia oferta de estudios superiores públicos.

Un mayor nivel de estudios está asociado con más salario y más empleabilidad, aunque estos no garanticen que suceda en todos los casos. Así lo apunta el Banco de España en su Informe Anual de 2023, en el que estima que alcanzar el bachillerato o una formación profesional media redunda en una rentabilidad del 18% para los hombres y del 26% para las mujeres en comparación con tener solo la ESO. “La educación tiene un retorno positivo y aumenta con el tiempo. Es rentable invertir en educación porque se traduce en salario adicional”, señaló el director de Economía y Estadística, Ángel Gavilán, durante la presentación del informe.

Las condiciones que siguen lastrando

Aunque los datos hayan mejorado para las personas pobres, el esfuerzo, el acceso a la educación y la coyuntura económica no lo son todo. Sigue habiendo factores que lastran de manera intensiva las posibilidades de ascender niveles de ingresos. Los tres más claros son, además de la situación de partida al nacer, el nivel de estudios de los padres y la nacionalidad de los mismos, según explica el informe Transmisión intergeneracional de la pobreza de Sara Ayllón, Pablo Brugarolas y Samuel Lado. También influyen los tipos de trabajos que tengan los progenitores e incluso el tipo de vivienda.

Según la ECV, solo un 15,5% de quienes tienen padres con nivel educativo bajo (educación secundaria de 1ª etapa o inferior) estuvieron en 2022 en la franja del 20% con más ingresos. En el lado opuesto, el 39,5% nacido de padres con nivel educativo alto (educación superior) se ubicó en ese quintil cinco.

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En cuanto a la nacionalidad, tener alguno de los progenitores nacido en un país extranjero de fuera de la UE incrementa las posibilidades de los hijos de tener un nivel de renta bajo. El 34,8% de los nacidos de un padre inmigrante se ubican en el primer quintil y solo el 7,6% llegan al quinto. En contraste, solo el 13,8% de los que tienen un padre nacido en España están en el umbral de la pobreza.

Estos datos informan de la desigualdad de rentas, pero no de la desigualdad en la riqueza, que ha aumentado en el último siglo ligada al descenso de la vivienda en propiedad. En consonancia con este fenómeno, el INE ha incorporado por primera vez un apartado específico que examina si hay diferencias en los niveles de ingresos alcanzados por quienes se crían en viviendas en propiedad o en alquiler. La brecha ya existe: el 21,6% de los que crecieron en una vivienda alquilada son adultos pobres, en comparación con el 16,9% de los que lo hicieron en una vivienda en propiedad.

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