La desaparición de la pequeña Madeleine McCann hace 17 años continúa siendo un enigma. La niña, de origen inglés, desapareció a punto de cumplir los 4 años durante unas vacaciones familiares en Portugal. A lo largo del tiempo, este caso generó situaciones de toda índole: desde la aparición de nuevos sospechosos hasta jóvenes que afirmaron ser la niña desaparecida, pasando por acusaciones de malas prácticas policiales hasta señalamientos de pedofilia, sin olvidar las numerosas disputas judiciales, publicaciones de libros, producciones de miniseries y comentarios controversiales en redes sociales que en ocasiones han activado las alertas de Interpol.
Hasta la fecha, se desconoce si Madeleine, conocida cariñosamente como Maddie por sus padres, está viva o muerta. Lo único cierto es que la noche del 3 de mayo de 2007 marcó un antes y un después en su historia. Mientras sus padres cenaban con amigos en un bar cercano, el Ocean Club, Maddie desapareció del departamento en el que se encontraba durmiendo junto a sus hermanos, como si se hubiera esfumado sin dejar rastro alguno.
Hace pocos meses se reveló una nueva información relacionada con el caso que, una semana antes de la desaparición de la niña en Portugal, existía un plan para secuestrar a un niño y posteriormente venderlo a una pareja sin hijos.
Ken Ralphs, quien fue activista político en el Reino Unido, afirmó que Christian Brueckner, un violador alemán que residía en el Algarve en esos años, considerado el principal sospechoso en el caso de secuestro de Maddie McCann, intentó convencer a un amigo en común para que le ayudara a secuestrar a un niño. El objetivo de este hombre que, según Ralphs “estaba trabajando ilegalmente en el Ocean Bar” y recibía pagos “por debajo de la mesa”, era vender al menor a una pareja a cambio de dinero, de acuerdo con la información proporcionada por Sky News.
Ralphs declaró que Christian Brückner le hizo la oferta a un hombre – a quien la justicia actualmente está buscando-, que se encontraba en una situación económica precaria, viviendo en una carpa en una ubicación remota de la costa del Algarve. Y continuó relatando a Sky News: “Una noche, después de comer, estábamos sentados alrededor del fuego, tomándonos unas cervezas, y ya de madrugada, mi amigo empezó a llorar. Le pregunté qué le pasaba y, finalmente, me confesó que había planeado con Christian robar a un niño de Praia da Luz perteneciente a una familia rica”.
Ralphs, Christian Brueckner y su amigo común, un extranjero cuyo nombre no se ha hecho público por motivos legales, eran parte de una comunidad nómada y bohemia que residía de forma aislada en el suroeste de Portugal. “Christian sabía que el tipo era vulnerable y quería viajar al extranjero, pero no podía marcharse porque no tenía dinero para pagar los billetes de avión”, explicó a Martin Brunt, corresponsal de Sky News.
De acuerdo con el medio británico, Ralphs aconsejó a su amigo que no se involucrara en el plan de Brückner y se ofreció a ayudarlo económicamente una vez regresara de un viaje al Reino Unido. Agregó: “Le dije que no podía involucrarse en el secuestro de una persona para pedir rescate, eso es ridículo. Entonces, él me explicó que no era eso lo que iba a suceder. Christian tenía un cliente, un comprador en espera, una pareja alemana que no podía tener hijos”. En una entrevista con MailOnline, Ralphs dijo que sospechaba que Brueckner y sus cómplices se pusieron nerviosos cuando vieron la fuerte cobertura mediática del caso y tomaron la peor decisión.
El británico dijo que después de haber intentado convencer a su amigo que no se involucrara en el secuestro, viajó a Inglaterra donde se enteró sobre la desaparición de la niña. Afirmó que en ese mismo momento se puso a disposición de la policía y dijo dónde el hombre vivía e incluso viajó hasta Algarve, pero ya no había nadie en el lugar.
Por una foto publicada por el diario The Sun, la policía federal alemana también descubrió que el principal sospechoso había alquilado una camioneta Mercedes Sprinter de color blanco y están buscando pruebas o ADN. La furgoneta se encontraba en las afueras donde Brueckner tenía una casa donde violaba a sus víctimas.
El violador alemán
La investigación del caso, que parecía haber llegado a un punto muerto, recibió un nuevo impulso en 2022, cuando este sospechoso del pasado, Christian Brueckner, previamente descartado, volvió a ser considerado.
Este ciudadano alemán residió en Algarve entre 1995 y 2007. Se encontraba cerca del complejo Ocean Club la noche en que Maddie desapareció, hecho que fue corroborado por los datos registrados por su teléfono celular. Actualmente, se encuentra cumpliendo una condena en Kiel, en el norte de Alemania, por una serie de delitos que incluyen abusos sexuales, agresiones físicas, robos y delitos menores. Ha sido descrito como “un psicópata carismático y un narcisista manipulador”.
Christian Brueckner fue interrogado por la policía portuguesa en 2007 como parte de la investigación inicial sobre la desaparición de Madeleine McCann. En aquel entonces, no lograron encontrar pruebas que lo vincularan con el caso. Además, para ese momento, aún no había sido condenado por ninguno de los delitos que hoy le atribuyen en Alemania.
Actualmente, Christian Brueckner, cumple una condena de siete años de cárcel por la violación de una turista norteamericana de 72 años. Asimismo, fue acusado por otras tres violaciones y dos abusos sexuales. Aunque fue declarado culpable por todas esas causas, nunca fue acusado en relación al caso Madeleine y negó haber tenido relación alguna con su desaparición.
La noche en que Maddie se esfumó
El último hecho confirmado es que sus padres dejaron a Madeleine durmiendo junto a sus hermanos en el departamento que habían alquilado dentro de un complejo vacacional en el balneario Praia da Luz, en Portugal, la noche del 3 de mayo de 2007. Faltaban cinco minutos para las diez de la noche cuando Kate McCann se levantó de la mesa en el restaurante Tapa’s del complejo turístico Ocean Club, en Praia da Luz. Compartía la cena con su esposo, Gerry, y unos amigos. Se dirigió a caminar los 50 metros que la separaban del departamento 5° A, donde sus tres pequeños hijos permanecían durmiendo.
Este procedimiento se había convertido en un ritual para Kate y Gerry, un matrimonio de médicos británicos, durante sus vacaciones en las playas del Algarve. La rutina consistía en pasar el día en familia, luego de dar de cenar a Madeleine, de 3 años, y a los mellizos Sean y Amelie. Una vez que los niños se dormían, los padres se dirigían a cenar al restaurante más cercano. Escogían una mesa desde la cual pudieran ver el departamento, situado en la planta baja. Cada treinta minutos, uno de ellos caminaba los pocos metros que los separaban del departamento para verificar el estado de los niños, encontrándolos siempre durmiendo.
Sin embargo, la noche del 3 de mayo de 2007, que era la penúltima de la estadía familiar en Portugal, Kate se enfrentó a un terrible escenario: encontró la ventana del dormitorio de los niños abierta y Maddie no estaba en su cama. La buscó en el baño y en el resto del departamento sin encontrarla. En un estado de pánico, Kate gritó desgarrada. Madeleine había desaparecido. La búsqueda por encontrar a la pequeña comenzó de inmediato.
Las horas previas a la desaparición
Madeleine estaba a tan solo nueve días de celebrar su cuarto cumpleaños cuando desapareció. La familia había planeado festejar este importante acontecimiento en su hogar de Leicester, Inglaterra, a donde tenían previsto regresar dos días después de la noche fatídica del 3 de mayo.
Esa mañana, mientras desayunaban en el departamento, Madeleine le preguntó a su papá:
– ¿Por qué no viniste cuando Sean y yo lloramos anoche?
En el momento, Kate y Gerry no le dieron mayor importancia al hecho de si los niños habían llorado esa noche. Sin embargo, tras la desaparición de su hija, se plantearon repetidamente la pregunta de si los chicos lloraron esa noche porque alguien había intentado entrar al departamento y los había asustado.
El día transcurrió como una jornada típica de vacaciones. De esa tarde, a las 2:29, procede la última fotografía conocida de Madeleine. Kate la capturó con su cámara, enfocando a Gerry, Amelie y Maddie sentados en el borde de la piscina del complejo. En la imagen, Madeleine aparece vistiendo un vestido rosa y un gorro blanco.
Después de pasar un tiempo jugando en el agua, y buscando un momento para estar solos, los padres decidieron llevar a los tres niños al Kid’s Club del complejo, dejándolos bajo el cuidado de los encargados. A las seis de la tarde, Kate fue por ellos y los llevó de vuelta al departamento para bañarlos antes de la cena, mientras que Gerry asistió a una clase de tenis.
Gerry volvió al departamento poco después de las siete, encontrando que los niños ya habían cenado y estaban preparándose para ir a dormir. Después de un día lleno de actividad, los tres pequeños se durmieron enseguida. Para dormir, Madeleine llevaba puesto un pijama de manga corta, en colores rosa y blanco.
Una vez que los niños estaban acostados en sus camas, Kate y Gerry se ducharon y se vistieron para dirigirse a cenar al restaurante del complejo, donde tenían previsto encontrarse con unos amigos a las ocho y media. Antes de partir, según relataron más tarde, echaron un vistazo al dormitorio de los niños y todo parecía estar en orden. Ya pasadas las nueve, Gerry se desplazó desde el restaurante hasta el departamento y comprobó que los niños seguían durmiendo.
Cuando, poco antes de las diez, Kate volvió a hacerlo, Madeleine había desaparecido.
Búsqueda frenética
La desaparición de Maddie causó un gran revuelo en todo el complejo. Poco después de las diez de la noche, el encargado del lugar se comunicó con la policía de Praia da Luz. Mientras tanto, tanto el personal del complejo como los huéspedes se dispusieron a buscar a la niña por todas partes.
La respuesta policial fue rápida: apenas una hora después de recibir la denuncia, las autoridades notificaron a Interpol. Se tomó la decisión de cerrar la frontera con España y se ordenó el cierre de los aeropuertos tanto portugueses como españoles. Además, se procedió a requisar las grabaciones de las cámaras de seguridad del complejo para su posterior análisis.
La investigación quedó a cargo del inspector jefe de la Policía Judiciaria Portuguesa del Gonçalo Amaral.
Gerry y Kate McCann fueron los primeros en ser interrogados por las autoridades. Durante el interrogatorio, Gerry declaró que había visto a los niños durmiendo alrededor de las nueve y media de la noche. Por su parte, Kate relató la escena que se encontró poco antes de las diez, mencionando la ventana del dormitorio abierta y la desaparición de Maddie.
Las declaraciones de sus padres comenzaron a generar dudas en la investigación cuando se confrontaron con los testimonios de los amigos con quienes cenaban en el restaurante Tapa’s. Existían discrepancias en los horarios mencionados, aunque era evidente que nadie había tomado nota de las horas exactas en las cuales Kate y Gerry se levantaron de la mesa para ir a verificar el estado de sus hijos.
El día siguiente a la denuncia, se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva en los alrededores del complejo turístico con la ayuda de perros rastreadores. Sin embargo, esta operación no arrojó resultados positivos. También se examinaron fotografías tomadas por turistas alojados en el complejo durante el período de la desaparición, con el objetivo de identificar posibles sospechosos.
Una de las grabaciones de seguridad proporcionó una posible pista sobre el caso. En las imágenes se observa a un hombre, cuya identidad no fue posible determinar, cargando un bulto. Este paquete podría corresponder a Maddie, quien podría estar dormida o, en el peor de los casos, sin vida.
Para ese momento, los medios de comunicación portugueses reportaban que la policía manejaba dos hipótesis principales sobre el caso: una involucraba el secuestro de Madeleine por parte de una red internacional de pedofilia, mientras que la otra sugería un secuestro con el objetivo de entregar a la niña a una red ilegal de adopción.
Sospechosos en las cercanías
Once días después de la desaparición de Madeleine McCann, la policía llevó a cabo un amplio operativo en “Casa Liliana”, una residencia situada aproximadamente a cien metros del complejo Ocean Club. La propiedad era de Jennifer Murat, una ciudadana británica.
El caso tomó un giro espectacular, casi como sacado de una novela de misterio. Robert Murat, hijo de Jennifer Murat, se convirtió en sospechoso. Hasta ese momento, había colaborado con la policía como traductor del inglés en los interrogatorios a los testigos que no hablaban portugués, dada su capacidad para hablar ambos idiomas.
Precisamente, algunos de los testigos con quienes Murat había colaborado en la traducción afirmaron haberlo visto merodeando cerca del complejo Ocean Club durante la noche en que se produjo la desaparición de Madeleine.
La policía procedió a incautar la computadora de Murat, además de llevarse libros y papeles con el objetivo de buscar alguna pista relevante sobre el caso. No obstante, las acciones no se limitaron a esto: realizaron un registro exhaustivo de toda la casa utilizando sensores especiales diseñados para detectar la posible presencia de restos humanos enterrados. Al no obtener resultados concluyentes con el uso de tecnología, procedieron a una búsqueda más invasiva, levantando prácticamente todo el jardín de la propiedad.
Casi simultáneamente, las autoridades interrogaron a Sergey Malinka, un joven ruso de 22 años que había mantenido varias comunicaciones telefónicas con Murat en días recientes. Le confiscaron la computadora y dos discos duros, y le tomaron declaración durante casi cinco horas. Este exhaustivo interrogatorio concluyó al comprobar que las comunicaciones entre Malinka y Murat estaban relacionadas con el desarrollo de una página Web que el joven ruso estaba creando para Murat.
El tratamiento hacia el sospechoso principal durante los interrogatorios fue severo, llegando a sufrir golpes como método para que confesara. Sin embargo, se mantuvo firme y no cedió ante la presión. A pesar de las duras circunstancias, no existía evidencia concreta que lo vinculara al caso, más allá de las declaraciones ambiguas de los testigos.
Finalmente, la policía descartó a Robert Murat como sospechoso del caso. Sin embargo, para ese momento, varios medios portugueses ya lo habían catalogado como culpable, lo cual tuvo consecuencias económicas significativas para ellos. En julio de 2008, Murat obtuvo una indemnización colectiva de 715.000 euros de los once diarios que lo difamaron, compensando de alguna manera el daño a su reputación sufrido durante el proceso.
Los padres
La dirección de la investigación portuguesa, a cargo del inspector de la Policía Judicial Gonçalo Amaral, cambió el enfoque hacia Kate y Gerry McCann, declarándolos arguidos, es decir, oficialmente sospechosos en el caso de la desaparición de su hija Madeleine.
La teoría planteada por el inspector Gonçalo Amaral sugería que los padres habían causado la muerte accidental de su hija Madeleine y posteriormente hicieron desaparecer su cuerpo. Su hipótesis se apoyaba en una serie de “pruebas” que no eran totalmente verificables ni claramente relacionables con el delito que les atribuía. Entre estas se incluían el hallazgo de rastros de un somnífero en un cabello de Madeleine en el auto de la familia McCann, una imagen borrosa de una cámara de seguridad que capturó a un hombre cargando un bulto que podría ser el cuerpo de la niña, las inconsistencias en los horarios reportados en las declaraciones de los McCann, y el hecho de que los hermanos menores de Maddie no se despertaran en medio de la noche del supuesto “secuestro” y el alboroto que este generó.
De acuerdo con la teoría propuesta por Gonçalo Amaral, los doctores Kate y Gerry McCann, intentando evitar que sus hijos lloraran en su ausencia –como supuestamente había ocurrido la noche anterior a la desaparición– les administraron somníferos la noche del 3 de mayo. La dosis suministrada a Madeleine habría sido fatal, causando su muerte. Ante el hallazgo de su hija sin vida y con el objetivo de evitar enfrentar cargos por homicidio, los McCann habrían decidido deshacerse del cuerpo. Esta parte de su hipótesis intentó sustentarla con la grabación borrosa de la cámara de seguridad. Posteriormente, habrían reportado un secuestro con el fin de desviar las sospechas hacia otra dirección.
A pesar de las alegaciones, Amaral no logró probar su teoría. Sin embargo, al igual que sucedió con Robert Murat, los McCann quedaron expuestos en los titulares de los medios, siendo acusados de filicidio, enfrentándose al juicio público antes incluso de que se presentaran evidencias concluyentes en su contra.
Finalmente, el caso contra los McCann fue cerrado y Gonçalo Amaral se vio obligado a renunciar a su puesto en la Policía Judicial. A pesar de esto, Amaral continuó defendiendo su teoría al publicar un libro en el que detalla su perspectiva sobre los eventos que rodearon la desaparición de Madeleine, manteniéndose firme en sus acusaciones contra los padres de la niña.
Pistas falsas
En los años que han transcurrido desde la desaparición de Madeleine McCann, la investigación sobre su paradero y la identificación de los posibles responsables ha involucrado a las fuerzas policiales de Portugal, el Reino Unido y varios países europeos. Esta búsqueda, que ha tenido un costo superior a los 15 millones de dólares, ha llevado al interrogatorio de más de 600 personas y ha señalado a cuatro individuos como sospechosos, aunque posteriormente fueron descartados por falta de pruebas. Incluso, en un momento, la investigación puso a los propios padres de Madeleine bajo sospecha, considerándolos posiblemente responsables o encubridores de la supuesta muerte de su hija.
También, hubo centenares de denuncias y avisos de posibles “avistamientos” de Madeleine MacCann. Se la “vio” en varios países europeos y en dos africanos.
En julio de 2011, se difundió ampliamente en las redes sociales información acerca de una niña en la India que presentaba un parecido con Madeleine McCann, quien para ese entonces debería tener 8 años. Esta pista generó un gran impacto y esperanza entre la comunidad online y los seguidores del caso. Sin embargo, tras las investigaciones pertinentes, se determinó que era otra falsa alarma, sumándose a las numerosas pistas sin fundamento que han surgido a lo largo de los años.
La Policía portuguesa inicialmente cerró la investigación sobre la desaparición de Madeleine McCann. Sin embargo, debido a la presión ejercida tanto por la prensa como por las autoridades británicas, se vieron obligados a reabrir el caso. Además, tuvieron que proporcionar copias de todos sus archivos a los investigadores privados que fueron contratados por los padres de Madeleine, quienes continuaron trabajando en el seguimiento de posibles pistas con la esperanza de encontrar alguna evidencia que les permitiera dar con el paradero de su hija.
La Policía Metropolitana de Londres también ha mantenido su compromiso con la investigación del caso Madeleine McCann y, para ello, lanzó la “Operación Grange”. En el marco de esta operación, se publicaron nuevos bocetos de posibles sospechosos y se llevó a cabo una revisión exhaustiva de todos los delitos reportados en las inmediaciones del complejo Ocean Club durante el período en que se produjo la desaparición de Madeleine.
En marzo de 2014, los investigadores británicos anunciaron que estaban investigando a un hombre sospechoso de haber agredido a jóvenes inglesas que pasaron vacaciones en Portugal, tanto en los años previos como posteriores a la desaparición de Madeleine McCann. Este individuo era considerado de interés debido al patrón de comportamiento y la proximidad geográfica de los incidentes. Sin embargo, esta línea de investigación resultó ser otro callejón sin salida.
Kate y Gerry McCann publicaron un libro titulado “Madeleine”, en el que relatan la ardua y hasta ahora infructuosa búsqueda de su hija. Además, la plataforma de streaming Netflix produjo un documental sobre el caso, el cual continúa disponible para ser visto por sus suscriptores.
Pero la desaparición y la suerte corrida por Maddie siguieron envueltas en el más oscuro de los misterios.
La polaca que creía ser Madeleine
El año último, el caso también tuvo un momento de prolongado misterio cuando Julia Wendell, una joven polaca afirmó ser Maddie. Fue el 4 de abril de 2023, cuando se dieron a conocer sus resultados de los análisis de ADN, que fueron concluyentes: Julia Wendell no era la niña desaparecida.
Julia Wendell expresó dudas sobre su propia identidad y edad. Aunque mencionó tener 21 años, señaló la posibilidad de que su verdadera edad pudiera ser diferente. En contraste, de acuerdo con los cálculos basados en la fecha de su desaparición, Madeleine McCann tendría 20 años en la actualidad.
“Creo que puedo ser Madeleine. Necesito una prueba de ADN. Los investigadores de la policía del Reino Unido y Polonia intentan ignorarme. Contaré mi historia en publicaciones aquí. Ayúdame”, decía en su perfil de Instagram.
En el análisis de ADN realizado, no se incluyó una comparación con la información genética de los padres biológicos de Maddie, quienes se negaron a participar en el examen. Sin embargo, la prueba permitió confirmar que Julia Wendell efectivamente poseía ascendencia polaca, además de tener raíces lituanas y rumanas.
Esto significa que no hubo coincidencias genéticas entre Julia Wendell y Madeleine McCann, quien nació en Rothley, Leicestershire, y cuenta con ascendencia británica que se extiende por varias generaciones.
Julia Wendell no ha sido la única persona en afirmar que podría ser Madeleine McCann. Anteriormente, se presentaron otros casos similares, todos sin éxito. Entre ellos, se encontraban jóvenes que creían sinceramente ser la niña desaparecida, impostoras y hasta bromistas de muy mal gusto.
Los padres de Madeleine mantienen la convicción de que su hija puede estar viva en algún lugar del mundo y se niegan persistentemente a considerarla como fallecida. Esta postura los ha expuesto a diversas maniobras, pero continúan incansablemente con la búsqueda.
Con el paso de los años, el misterio en torno a la desaparición de Madeleine McCann se hace más profundo, y el número de pistas falsas sigue en aumento.