“No tengo laburo, vivo con lo justo. Necesito trabajar para vivir como a mí me gustaría. No soy de tirar manteca al techo porque me crié desde abajo. Tengo que trabajar para vivir bien y siempre hay que adaptarse a las circunstancias. Necesito trabajar para estar tranquilo”. Desde hace tres meses, Luis Facundo Villalba es un desocupado más en la Argentina. Su último paso como entrenador fue en Almirante Brown, donde sufrió dos derrotas en misma cantidad de partidos, lo que le generó su salida del club.
Previamente a su llegada al Mirasol, el Luigi Villalba trabajó durante una década en las Divisiones Inferiores de River. Llegó en el 2009 con Daniel Alberto Passarella como presidente, y se mantuvo hasta fines de 2019. Dirigió en las Infantiles, Juveniles, y en sus últimos cinco años allí comandó la Reserva. “River es mi segunda casa”, sostiene el hombre de 50 años, que orientó a figuras como Julián Álvarez, Gonzalo Montiel, Exequiel Palacios, Lucas Beltrán y Enzo Fernández, entre otros.
A partir de 2020, el entonces entrenador de Primera, Marcelo Gallardo, hizo una reestructuración en Inferiores y Villalba tuvo que dejar la institución. “Cuando hablamos, le dije todo lo que pensaba. Tuvimos una charla dura en la cual me dijo por qué no iba a continuar, me dio sus argumentos. Me dijo un par de cosas que al final no son ciertas. Yo soy lo que ven, no escondo nada, ni tengo doble discurso, tomame o déjame. Pero no miento ni hago nada raro, ni tengo doble discurso”, describe con mucha tristeza en diálogo con Infobae.
Mas allá de su etapa como director técnico, el Luigi nació futbolísticamente en Núñez. Llegó a los 10 años e hizo todas las Divisiones Inferiores. En 1993 debutó en Primera de la mano de Passarella, en el empate en uno frente a Argentinos Juniors. Se mantuvo hasta 1997, año en el que pegó el salto al fútbol mexicano para vestir la casaca de Atlas. Luego, pasó por Racing Club, San Martín de Mendoza, Arsenal, Belgrano de Córdoba y Defensa y Justicia, hasta que colgó los botines en Dock Sud.
– ¿Qué es de tu vida, Luigi?
– Estoy en la espera de volver a trabajar y demostrar lo que no pude hacer en Almirante Brown. No hice un balance de mi paso por Almirante Brown, pero me quedo tranquilo que en los 36 días que estuve trabajé al palo porque dirigí dos partidos y perdimos, pero hice todo para ganar. Hubo errores arbitrales muy claros que también me perjudicaron y se hizo difícil.
– Previo a tu llegada a Almirante estuviste en River Plate. ¿Cómo te fue en los diez años como entrenador en las Divisiones Inferiores?
– Mientras más pasa el tiempo, más me doy cuenta de que el trabajo fue muy bueno. En River me ha tocado entrenar a futbolistas muy importantes, que hoy están en la élite del fútbol mundial. La verdad es que pudimos poner un granito de arena en sus formaciones y eso me pone muy feliz. Pero no para colgarme una medalla, sino porque uno observa que estos chicos hacen un gran esfuerzo, persiguen sus sueños, y al final logran cumplirlos, como Julián Álvarez, Gonzalo Montiel y Enzo Fernández, entre otros.
– ¿Se vislumbraba cuando los tuviste a los tres que iban a llegar tan lejos?
– En River la gran mayoría de los futbolistas son de lo mejor que hay en el país. Después, trabajábamos la parte técnica y potenciábamos la parte posicional y un poco la cabeza. Ellos saben que son buenos jugadores, pero me ha pasado que hubo chicos que tenían una gran capacidad, pero no querían crecer y se conformaron con llegar a Primera nomás. De esta manera no les toco competir en altas ligas, pero a la gran mayoría sí. Por eso digo que no me cuelgo ninguna medalla porque todo es puro esfuerzo de los chicos, que quisieron seguir progresando y llegar a la élite y competir en ligas importantes de Europa.
– ¿Mantenés relación con Enzo y Julián?
– Sí, tengo relación, son buenos pibes y no se olvidan de dónde salieron, mantienen esa humildad que siempre los caracterizó. Es más, los visité hace poco tiempo, cuando mi hija quiso ir a ver al Chelsea y al Manchester City. Viajamos con mi familia a Europa, y los molesté para visitar las instalaciones y me consiguieron entradas para los partidos. Además, metieron a mi hija en lugares muy lindos para ver el encuentro. Soy un agradecido a ellos, porque siguen manteniendo la humildad que lo hace grandes.
– ¿Te sorprendió tu salida de River?
– Sí, un poco sí, no lo esperaba y mi trabajo fue muy bueno. Con el diario del lunes, sigo viendo que cada vez es mejor y me sorprendió mi salida del club, pero son decisiones que se tomaron, y el que tomó esa decisión quería hacer un cambio de entrenador de Reserva y estaba en todo su derecho.
– ¿Quién fue?
– Todos saben quién fue. ¿Marcelo Gallardo? Sí, fue él. Al principio me enojé mucho y me entristeció, sobre todo por la relación que teníamos. Luego, con el tiempo entendí por qué pasaron esas cosas y se dio mi salida. Cuando lo entendí, se me fue el enojo y apoyé la cabeza en mi almohada y pude dormir tranquilo. Yo sé que hice todo bien, lo que tenía que hacer, y mal no me fue. Las cosas por algo pasan.
– ¿Por qué se dio tu salida?
– Estuvo todo a la vista. Fue una decisión de Gallardo. En su momento, cuando hablamos le dije todo lo que pensaba. Tuvimos una charla en la cual me dijo por qué no iba a continuar, me dio sus argumento. Me dijo un par de cosas que al final no son ciertas.
– ¿Te mintió?
– No sé si me mintió. Sé que tuvimos una charla dura, él me dijo algo y yo le dije que así no era. Yo soy lo que ven, no escondo nada, ni tengo doble discurso, tomame o dejame. Pero no miento ni hago nada raro, ni tengo doble discurso. De hecho, así me va como me va. Estoy tranquilo con eso y puedo apoyar mi cabeza y dormir tranquilo. Es más, puedo mirar a mis hijos a la cara. Yo quiero ser un ejemplo para ellos por cómo me tomo la vida.
– ¿Seguís dolido por tu salida?
– Estoy triste, porque me crié ahí y me hubiese gustado irme de otra manera, pero eso pasa en la vida y ahora estoy esperando nuevas oportunidades con el deseo de volver a trabajar, de todo corazón. Estoy dolido por cómo me tocó irme. Como jugador me vendieron a México y desde ahí me quedé tranquilo porque en teoría iba a dar el salto económico, que al fin y al cabo no se dio, pero me fui tranquilo porque lo había dado todo como jugador.
– ¿Cómo fueron tus inicios con la pelota?
– A los 10 años llegué a River. Mi viejo era cartero y me dijo si quería ir a probarme al club del que soy hincha. Yo era muy vergonzoso, entonces primero le dije que no, pero luego probé y quedé. Se dio todo muy rápido, porque a la tercera o cuarta práctica me dijeron que quedaba en Preinfantiles. River es mi segunda casa. Me crió, me educó, me alimentó más de lo que podía comer en mi casa. Mi amor por River nunca va a dejar de existir, porque me lo dio todo.
– ¿Quién te hizo debutar en el Millonario?
– Daniel Passarella me marcó como entrenador y se portó muy bien con los pibes del club, sobre todo con la generación desde 1992 a 1994. Cuando asumió como presidente, me tocó trabajar durante su gestión y hay cosas que están a la vista, pero jamás voy a hablar de alguien porque tengo códigos. No le voy a morder la mano a quien me dio de comer. Nunca le voy a morder la mano ni a Passarella ni a nadie que me haya dado de comer; sería desleal de mi parte. Daniel me formó de una buena manera y tengo buenos recuerdos de él.
– Más allá de tu cariño por Pasarella, ¿considerás que hubo cosas que no te gustaron como presidente?
– Está todo a la vista. Quedó todo marcado. Pero yo no voy a decir nada, ni para bien ni para mal, porque no sería honesto de mi parte morderle la mano a quien me dio de comer.
– De River te fuiste al fútbol mexicano, ¿por qué no pegaste el salto económico que pretendías?
– No me tocó cobrar bien en México porque me habían prometido cobrar un dinero que finalmente no cobré. No me terminaron cumpliendo con lo que me habían firmado. Así que volví al fútbol argentino para jugar en Racing Club. Recuerdo que tuve que ir dejando las deudas firmadas por fax para que me pudieran habilitar. No me pagaron nada durante el año que estuve en México, pero no fue a mí solo. Hoy en México no se suele pasar por esa situación y es un fútbol que me gusta mucho. Pasa que eran otros tiempos y hoy no están ni cerca de lo que viví en mi época.
– ¿Qué balance haces de tu paso por la Academia?
– Me sentí muy bien, muy a gusto; un club muy pasional. La gente acompañaba al equipo en un momento difícil de la institución. Me tocó entrar con Ángel Cappa como entrenador, a quien quiero mucho y tenía una idea futbolística que comparto. Muy buen tipo sobre todas las cosas. Me sentí bien en el club, a pesar de que nos tocó la quiebra en ese momento. Hoy me cruzo al hincha académico y me saluda bien.
– ¿Cómo atravesaron la situación de que el club estuvo en quiebra?
– Era nuevo y no entendía nada, pero estaba muy preocupado porque no sabíamos qué iba a pasar en Racing. Yo estaba volviendo de México, sin un peso y no sabía cómo iba a terminar todo. De ahí en más, se empezó a acomodar un poco todo. En lo futbolístico, la verdad es que tuvimos todo y estuvimos muy bien porque el haber estado en Racing no me generó ningún esfuerzo, ya que la pasé muy bien también.
– Luego tuviste un paso por el Ascenso argentino.
– Sí, estuve en San Martín de Mendoza, un club humilde. Los dos campeonatos que me tocó estar fueron muy competitivos y con chances de ascender a Primera División. Estuvimos muy cerca en el viejo y glorioso Nacional B. Después me tocó venir a Arsenal de Sarandí, en un torneo corto. Había jugadores de experiencia, con quienes arrancamos en la posición 14 de la tabla y terminamos primeros. Luego, jugamos el mata-mata y ascendimos a Primera. Pasé por Belgrano de Córdoba, que es un grande como Talleres, ambos de élite. Estuve en Defensa y Justicia, que ya se veía lo que es hoy, un club modelo. Terminé jugando gratis en Dock Sud, porque nací pegado a los edificios de la cancha y siempre prometí que iba a jugar allí. En lo futbolístico, no pude ayudar mucho y quedé en deuda con Dock Sud, porque ya estaba con lo último desde lo físico y había sufrido varias lesiones.
– ¿Qué te llevó a colgar los botines?
– Me sentía muy mal físicamente. Y, además, el haber tenido tantas lesiones hizo que mi cabeza no me funcionara bien. Mi cabeza decía una cosa y mi físico hacía otra. Eso terminó derrumbando mi autoestima en mis últimos años, porque no podía competir con jugadores que no sufrieron lesiones, y fue muy triste para mí.
– ¿Cómo manejaste el post retiro?
– El observar que no podía dar más de mí me fue llevando al retiro, y de esta manera, no lo sentí mucho. Así y todo, dejé de jugar y me sumé al Senior de River. Pero no lo sentí mucho, porque ya mis piernas no me daban lo que yo necesitaba para jugar a un gran nivel. Cuando dejé de jugar, Sergio Bennet me invitó a colaborar con él en su cuerpo técnico. Estuvimos en All Boys en Primera B. Yo ya había hecho el curso de entrenador y me empezó a gustar trabajar con los chicos. Luego, fuimos a San Telmo hasta que a fines del 2008 me dijeron si quería sumarme a River en juveniles y arranqué en el 2009 hasta fines de 2019. Estuve en Infantiles, juveniles y en Reserva los últimos cinco años. En River no te regalan nada, por algo estuve tanto tiempo; me sentí cómodo. Fue mi segunda casa. Di todo lo que tenía que dar hasta ese momento. Hoy, deseo de todo corazón volver a trabajar de esto. Yo me crié en el fútbol y siempre fui jugador. Ahora lo vivo como entrenador, con una pasión muy grande y con ganas de querer seguir aprendiendo un poco más.
– En el mientras tanto, ¿cómo te manejás?
-Tengo que trabajar para vivir bien y siempre hay que adaptarse a las circunstancias. Cuando no tuve plata me adapté. Y cuando tuve, también me adapté; así voy viviendo los momentos. Pude comprarme mi casa y gracias a Dios puedo tener la comida de todos los días para darle a mi familia, y no tiramos manteca al techo.