Cuando arrancó el nuevo gobierno, el bloque de gobernadores de Unión por la Patria (UP) tenía 8 integrantes alineados. Los sobrevivientes de la sucesión de golpes electorales que sufrió el peronismo en las provincias y que terminó con la estocada de Javier Milei a nivel nacional. La fuerza política perdió poder territorial con una ola de cambio que marcó las elecciones del año pasado y de la que aún le cuesta recuperarse.
Axel Kicillof (Buenos Aires), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán), Ricardo Quintela (La Rioja), Gildo Insfrán (Formosa) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego) estaban unidos bajo el mismo techo hasta que la gestión libertaria empezó a avanzar y el Presidente comenzó a pedir acompañamiento para un gobierno que recién arrancaba.
De ese bloque de gobernadores, dos fueron tomando distancia con el paso de los días. Jaldo, reemplazante de Juan Manzur en el gobierno tucumano, fue el primero en desmarcarse de la acción opositora. A fines de enero cerró con el ministro del Interior, Guillermo Francos, acompañar el dictamen de mayoría de la Ley Ómnibus. El anticipo de una votación positiva. Un día después Agustín Fernández, Elia Fernández de Mansilla y Glady del Valle Medina, se fueron del bloque de diputados de UP. Rompieron la unidad legislativa del peronismo.
Jaldo dijo en el comienzo de su mandato que iba a seguir la línea que reclamaba Milei y sacó a relucir su propia motosierra en la provincia. Redujo el presupuesto local en más de $200.000 millones. Fue una primera señal. Lo hizo público, cuando la mayoría de los gobernadores de UP endurecían su postura frente al entonces presidente electo, anticipando que serían una oposición dura contra la motosierra, la licuadora, el ajuste y la demonización del rol del Estado.
El tucumano dejó en claro con rapidez que iba a apoyar la ley que tenía más de 600 artículos Y que le daba un enorme caudal de poder a la lapicera de Milei. Después de la caída del proyecto en la Cámara de Diputados, la decisión política pareció ser un paso en falso. Jaldo no se inmutó. Ni bien el Presidente convocó a la firma del “Pacto de Mayo”, contó que lo acompañaría. Al final del camino, será de los pocos peronistas que estén el 25 de mes en Córdoba. Si el pacto se concreta, no tendrá en su historia la foto federal que pretendía la Casa Rosada.
A Jaldo ya hay muchos peronistas que, en privado, le pusieron el mote de “traidor”. No le perdonan haber generado una fractura en el bloque de diputados a menos de dos meses de iniciado el Gobierno. Sobre todo cuando el peronismo aún tiene la herida abierta de la derrota electoral y de cuatro de años de un gobierno conflictivo que comandaron, sin buenos resultados, Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Así como su influencia en la Cámara baja fue importante para que el oficialismo sume adhesiones y logre la media sanción de la segunda versión de la Ley Ómnibus, su capacidad de ampliar los votos positivos en el Senado es muy limitada. De los tres senadores de Tucumán, dos son de UP. Uno es el ex jefe de Gabinete, Juan Manzur, que tiene peso propio y está enfrentado a su ex vicegobernador. Además, suele jugar en sintonía con la línea política que marca Cristina Kirchner. Y la ex presidenta es una de las promotoras del bloqueo al proyecto de ley.
Sandra Mendoza es la otra senadora peronista. Alineada a Manzur, es la única que podría recibir algún tipo de presión que modifique su votación. Al menos, y en el caso de que se llegue a aprobar a nivel general, en el tratamiento particular. Su esposo, José Orellana, es intendente de Famaillá. Algunos legisladores creen que puede ser la vía por la que Jaldo intente influir para torcer al menos una parte de su votación. ¿Cómo? Fondos y transferencias. La historia de siempre.
La situación de Jalil es distinta. El catamarqueño fue más cuidadoso en sus movimientos. Se mostró opositor de entrada, pero con cautela y aseguró que el Gobierno debía tener las herramientas necesarias para empezar a gestionar. Además, aunque no lo hizo público, siempre pensó que el ajuste fuerte era necesario, pero no de la forma en que lo llevó a cabo el Presidente.
Los diputados catamarqueños de UP votaron en contra de la ley a nivel general en el principio de esta semana. Pero acompañaron algunos capítulos en lo particular, como el del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones y el regreso del Impuesto a las Ganancias. Votación positiva o abstención. De cualquier forma, avalaron la iniciativa oficial. Tuvieron cintura política para zigzaguear entre los intereses provinciales y las presiones partidarias. Sin embargo, la manifestación pública del gobernador de las últimas horas no cayó bien en las filas peronistas. “Es muy importante que la ley se apruebe en el Senado. Es hora de ayudar”, sostuvo.
Jalil planteó en público la misma posición que hace tiempo expresa en privado. El peronismo debe entender que perdió, hacer una fuerte autocrítica, y colaborar en la gobernabilidad. “La sociedad espera que acompañemos en algunas cosas al Gobierno y creemos que, si le va bien, también le va a ir bien a Catamarca”, explicó.
De los dos senadores catamarqueños, uno ya planteó su desacuerdo con la ley. La ex gobernadora Lucía Corpacci, de buena relación con Jalil, adelantó que pese al pedido del mandatario, no acompañará el proyecto. Guillermo Andrada, ex funcionario de Corpacci y de trato directo con el Gobernador, votaría en contra en la general, aunque podría tener algunas salvedades en su votación particular.
El mandatario norteño entiende que la gente no quiere ver a una oposición que ponga trabas en forma sistemática y que, como todo gobierno que recién comienza, este debe tener un margen de acción. En el peronismo discuten esa idea porque consideran que la ley ómnibus y el DNU destruirán el poder adquisitivo de la gente hasta el límite de sumir a más gente en la pobreza.
Jalil empuja la idea de darle gobernabilidad a la gestión libertaria. “Que tengan las herramientas y después se hagan cargo de manejarlas bien”, le dice a sus allegados. Y está convencido que detrás de los niveles de aprobación que Milei tiene en las encuestas, está el deseo de la gente de acompañar la instalación de los pilares fundamentales del nuevo gobierno. “No se puede estar en contra del gobierno todo el tiempo”, repite en sus reuniones privadas.
Jalil es consciente de que sus colegas no están de acuerdo en la postura que tomó. Incluso lo han criticado por darle apoyo al gobierno nacional. Pero sigue adelante, manteniendo vínculos políticos atados a dos mandatarios con peso específico como Kicillof y Zamora. Uno del ala dura y el otro un equilibrista pragmático. Por su posición ante el mapa nacional, ha acentuado el vínculo con Jaldo. La relación con el resto es más distante.
Una de las diferencias importantes entre Jalil y Jaldo es que el catamarqueño nunca pensó en romper el bloque. Ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado. Y no porque no existan tensiones y reproches que aumenten el malestar interno, sino porque cree que el kirchnerismo debe entender y respetar las posturas de los gobernadores en desacuerdo a la estrategia del bloque.
En el peronismo el malestar crece por la falta de fuerza para lograr voltear el proyecto de ley que ya tuvo media sanción. En la Cámara alta los números son ajustados. Si Milei obtiene la aprobación, será un triunfo – con menos ganancia de la que tenía pensada – después de cinco meses de intentar que la ley pase el filtro del Congreso. Pero si no logra la media sanción que falta, el peronismo se anotará un triunfo importante y el Gobierno deberá afrontar un nuevo golpe a su estrategia política.