Fueron once años de una búsqueda imparable y desesperada. Once años de golpear puertas y pedir ayuda; de esperar una respuesta. “Ailén está conmigo y nunca más la vas a ver”, le dijo por teléfono Ariel Santas, el novio de su hija, antes de desaparecer junto a ella. “Y no la volví a ver. Once años después, me vengo a enterar que ellos se suicidaron”, confiesa a Infobae María López (53), una madre sumida en el dolor, quien movió cielo y tierra buscando a Ailén del Valle López, la joven que tenía 17 años cuando salió de su casa en Longchamps por última vez.
Hace poco más de un día, María recibió una terrible noticia mientras esperaba su turno para realizarse un estudio médico. Fue en ese momento cuando una integrante de la asociación Madres Víctimas de Trata la llamó para confirmar el hecho: su hija, la que buscaba desde el 14 de febrero de 2013, estaba muerta desde hacía once años, precisamente dos días después de su desaparición, y no lo sabía. Nadie se lo había dicho.
“Ellos aparentemente se suicidaron. Ocurrió a 15 cuadras de la casa de él, en Ingeniero Allan”, dice sobre la teoría que persiste en su mente, y en la de su familia, de que la pareja se habría lanzado a las vías del tren en Florencio Varela. “Su novio decía que sin ella no era nada y que se iba a matar”, cuenta y recalca con impotencia: “No era amor. Por amor no se hacen esas cosas”.
En conversación con este medio, María explica que recién hace dos semanas, le habían comentado la posibilidad de que una bolsa con restos óseos que estaban en la morgue, podían llegar a pertenecer a Ailén. “Pero yo ya había atravesado esa situación de ir a reconocer un cuerpo y que no sea ella. Tenía esa esperanza”, narra sin poder asimilar la novedad que la terminó de sacudir por completo. “Yo sin saber nada de mi hija y sus restos estaban en una morgue. Los huesos de ellos estaban en una bolsita como NN”, cuenta entre lágrimas que no puede evitar.
“Una relación tóxica” y un “maltrato del sistema judicial”: así resume la agonía que padece desde el 25 de enero de 2013, cuando encontró a su hija abajo de un puente, junto a su novio, en el partido de Florencio Varela. Su calvario comenzó aquel día.
“Se fue de casa después de una discusión por teléfono con el chico. La encontré a los dos días abajo de un puente, sucia y drogada. La traje a mi casa e iniciamos un tratamiento para que pudiera seguir: la llevé a psicólogos en Almirante Brown y me dijeron que ella no tenía nada, que yo era una madre muy sobreprotectora porque no quería a su novio. Pero yo veía que era una relación muy tóxica”, explica sobre el primer episodio que encendió sus alarmas.
“Hice la denuncia desde el primer día. Fui a todos lados. Pero la Justicia es muy indiferente”, detalla y agrega que puso a disposición las cartas que escribía Ariel a su hija pidiendo que no lo dejara, y las “canciones depresivas” que le dedicaba.
Y recuerda: “A mí me dijo: ‘No me separes de Ailén porque es lo más importante que tengo y yo sin ella, no soy nada. Yo sin Ailén…’ Y me la arrastró”. “Esa no era mi hija. Ella no estaba bien”, manifiesta e indica que esto era lo que repetía hasta el cansancio cada vez que pedía auxilio.
“Como mamá, pedí que intervengan psicólogos, asistencia social. No hubo nada. No hubo contención de la justicia. No hubo nada. Mi hija se me escapa, se me va, y ese es el final después de once años”, cuenta María con total desesperación como si estuviera reviviendo cada momento.
“Esto no es Romeo y Julieta. Era algo enfermizo que se podría haber evitado, pero no me escucharon. Ailén estaba cursando su sexto año. Él la esperaba a la salida del colegio, la separaba de sus compañeros, no quería que tenga amistades”, detalla María sobre la relación que duró casi tres años.
Así, empieza a narrar el segundo episodio en el que su vida se convirtió en una verdadera pesadilla. “Pocos días después, el 14 de febrero, Ailén volvió a salir. Enseguida hice la denuncia y desde la policía se comunicaron conmigo y me avisaron ‘Señora, la encontramos. Está en la casa de su novio’ y me dijeron que le habían indicado que volviera a casa”, recuerda.
“Pero no volvió. Al otro día, el 15 de febrero de 2013, por la mañana, Ariel me llamó por teléfono y me dijo: ‘María, Ailén está conmigo y nunca más la vas a ver’. Y nunca más volví a ver a mi hija con vida. Ahí empezó la odisea”, relata en medio del llanto.
A partir de ese día, María López, junto a su hija menor Magalí, y su marido Marcelo, iniciaron una búsqueda incansable. La mamá empezó a transitar un camino desesperante.
“Durante todo este tiempo, me decían que buscaban a mi hija, que ponían su foto en todos lados. No puedo entender cómo pasó una tragedia tan grande, a 15 cuadras de la casa de su novio. Los bomberos, la policía, el sistema de salud y judicial no fueron capaces de informar nada, ni de avisar que había alguien desaparecido. ¿Cómo puede ser que hayan tirado así nomás el cuerpo de los dos chicos?”, se cuestiona, indignada.
La bronca y el dolor se perciben fácilmente en la voz de María. “Fueron años de ir golpeando puertas en fiscalías, de entrar en asentamientos, de ir a buscar a mi hija a Corrientes, Mar del Plata, de estar años deambulando preguntando ‘qué pasó con mi hija’. Fui maltratada. El tiempo de nosotras, las madres, no es el mismo tiempo de la justicia”, dice.
Y continúa: “Al caso de Ailén lo tomaron como ‘bueno, se fue con el novio y algún día volverá; la madre y la familia no querían al novio’. En una oportunidad, un jefe de Almirante Brown se comunicó diciendo que mi hija había llamado pidiendo que no la buscara más, pero por las fechas, ahora entiendo que hacía un mes que mi hija estaba muerta. No entiendo con quién se comunicó”.
Mientras recuerda minuciosamente cómo transitó todos estos años de incertidumbre, agrega: “Hay miles de familias en esta situación. No se entiende el destrato y la falta de interés por parte del sistema judicial, que además es muy lento”.
Y precisa: “Gente que trabaja en la Justicia llegó a decirme que estoy mal de la cabeza”. “Ellos tienen derecho a señalarte, humillarte y destratarte pero vos a ellos les debés respeto. Hicieron una película con mi tragedia, no entiendo por qué. Me cerraban las puertas para que no hable del distrito porque iban a perder imagen con la búsqueda de mi hija; mientras Ailén estaba muerta y tirada como un animal. Necesito que se hagan cargo”, profundiza.
“Once años fueron los que mi hija estuvo tirada como si tuviese una mamá que no la buscaba. Y ahora vienen a darme una bolsa con sus huesos”, termina diciendo María durante la entrevista, con un llanto desconsolado, propio de un dolor sin remedio.