El fenómeno climático de La Niña está cerca y consigo un impacto significativo en diversos cultivos fundamentales para la economía agrícola. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), se espera que este fenómeno inicie el próximo semestre, con un pico entre octubre y noviembre de este año.
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Aunque se anticipa que para algunos cultivos como el café, las intensas precipitaciones podrían ser beneficiosas, facilitando una gran cosecha para 2024, para otros, como la papa, la caña de azúcar, el banano y en ciertos casos el maíz, el exceso de lluvias podría ser perjudicial, reduciendo la productividad y afectando el ciclo de cosecha.
Los expertos advierten sobre el aumento de enfermedades causadas por hongos y bacterias en cultivos vulnerables debido a la humedad excesiva. En particular, la papa y el banano son ejemplos claros de cómo las lluvias intensas pueden fomentar la aparición de enfermedades. Por un lado, el cultivo de papa puede verse gravemente afectado por el brote del hongo phytophthora infestans, comúnmente conocido como la gota, que prospera en condiciones de alta humedad y puede devastar un cultivo en cuestión de días. Por otro lado, el banano enfrenta riesgos como inundaciones, volcamientos e incremento de enfermedades como el moko y el fusarium, patógenos que se dispersan con el agua.
Los aumentos desmedidos en las lluvias asociados a La Niña no sólo implican un desafío para el control de enfermedades en los cultivos sino también pueden impactar los precios de los mismos en el mercado. La variabilidad en la producción debido a condiciones climáticas extremas puede llevar a fluctuaciones significativas en la oferta y, por ende, en los precios al consumidor, generando incertidumbre económica tanto para productores como para consumidores.
El fenómeno climático conocido como La Niña, caracterizado por el enfriamiento de las aguas del Océano Pacífico, podría alterar los patrones de lluvia y afectar la producción agrícola, advierten expertos. Yolanda González, del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (Ciifen), señaló la reducción en la duración de los ciclos neutros entre eventos de El Niño y La Niña, pasando de dos años a periodos más cortos. “Ya vimos cómo sucedió, hace un año salimos de una Niña, y en marzo ya había señales de un Niño”, comentó González, resaltando la volatilidad del clima y su impacto en la agricultura.
Los cultivos de arroz, papa, caña de azúcar y maíz se encuentran entre los más vulnerables a las alteraciones climáticas previstas. En particular, se reporta que unas 10.000 hectáreas de arroz en la región de La Mojana han sido devastadas debido a inundaciones provocadas por el rompimiento del Jarillón Caregato, un evento que subraya la severidad de las consecuencias para la agricultura. Leonardo Ariza, presidente de Acosemillas, enfatizó los problemas enfrentados por los productores, desde la pérdida de cosechas hasta dificultades en la cría de ganado vacuno en áreas afectadas.
La directora ejecutiva de la cámara Procultivos de la Andi, María Helena Latorre, advirtió sobre la incertidumbre en torno al impacto específico que La Niña podría tener sobre los precios de los alimentos. “Es arriesgado aventurarse a señalar un porcentaje en el incremento de los precios por cuenta de La Niña, pues esto dependerá mucho de su intensidad y de la capacidad de respuesta de los productores para enfrentarlo”, indicó Latorre.
Como medida proactiva, se recomienda la instalación de sistemas de drenaje adecuados en las fincas para mitigar los efectos negativos del exceso de agua, que puede causar problemas fitosanitarios y elevar los costos de producción. Esta estrategia es vital para proteger los cultivos e impedir la pérdida económica en el sector agrícola, según destacaron líderes del sector.
A pesar de los desafíos presentes, es importante reconocer que la lluvia favorece la mayoría de los cultivos en Colombia, siempre que su intensidad sea la adecuada. Este factor dual resalta la complejidad de gestionar recursos agrícolas en un contexto de cambio climático, con la necesidad de equilibrar cuidadosamente la respuesta a las variaciones en las condiciones meteorológicas.