La filmografía de Pedro Almodóvar se encuentra conectada entre sí a través de una tupida red de vasos comunicantes que nos conducen sin descanso de una película a otra, ya sea a través de un insignificante detalle o de una referencia crucial que da sentido a todo el relato para terminar así configurando un corpus autoral tan rico y diverso como profundamente cohesionado.
En ese sentido, el director ha introducido muchos títulos literarios en sus películas, como si se tratara de lecturas de cabecera. Y, muchos de ellos, han tenido una importancia fundamental en sus siguientes obras. En ese sentido, en una escena de La piel que habito, Elena Anaya sostenía en sus manos Escapada, un volumen de relatos de la autora canadiense ganadora del Premio Pulitzer Alice Munro.
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No era para nada casual porque, en ese momento, el director ya había comprado los derechos y se encontraba barajando la idea de adaptar uno de sus cuentos. Tan solo unos años después presentó Julieta, en la que fundiría tres de los capítulos contenidos en Escapada, en concreto Destino, Pronto y Silencio. De hecho, así se iba a llamar en principio este proyecto, pero coincidió en el tiempo con la película del mismo nombre que dirigiría Martin Scorsese.
También iba a tratarse de la primera obra que el director dirigiría fuera de nuestras fronteras con intérpretes internacionales (algo que finalmente ha ocurrido con la próxima La habitación de al lado) pero, finalmente, decidió ambientar la historia en nuestro país y para ello contó con las actrices Adriana Ugarte y Emma Suárez que se encargaron de interpretar el mismo papel en diferentes épocas, la de la juventud y la de la madurez.
Un melodrama introspectivo de dolor y pérdida
Ambas se convirtieron en Julieta, una mujer marcada por la pérdida, primero por la muerte de su marido y, después, por la desaparición de su hija, que se marchó para no volver a ponerse nunca en contacto con ella. El dolor y la culpa, se convertirán en una parte fundamental de una película en la que el director se adentró dentro del melodrama desde una perspectiva diferente a la que nos tenía acostumbrados.
Y es que Almodóvar venía de dirigir la comedia Los amantes pasajeros, y Julieta supuso un cambio de registro que, de alguna manera, marcaría un antes y un después en su carrera en los últimos años, constituyendo una especie de bisagra.
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En esta ocasión, el director manchego construyó la que quizás es, hasta el momento, su película más sobria, ahondando en la introspección que precedería a Dolor y gloria. La depuración que alcanza el relato resulta exquisita y, por primera vez en su carrera, construyó un relato de largo recorrido en el que siguió a un único desde su juventud hasta su edad adulta, renunciando a sus habituales repartos corales.
Julieta, obra de madurez total sobre el vacío y la insatisfacción vital, participó en la Sección Oficial del Festival de Cannes y, gracias a ella, Emma Suárez ganó el Goya a la mejor actriz.