De chico era socio de un club, Comunicaciones, como también fui de Hindú, a través de la escuela. Por una simple cuota mensual básica podía ir los fines de semana con la familia. Era una extensión de tierra infinita: tenis, piscina, fútbol. ¡Cuántos recuerdos fantásticos! Estaba con gente linda con la que compartíamos los mismos valores. No me importaba quien era el presidente del club, si se llamaba María o Juan, cuánto ganaban, ni por cuánto tiempo estuviesen, siempre y cuando las instalaciones funcionaran, qué era lo que a mí me importaba. El club tenía 12.000 socios, y cuando había votaciones cada 4 años, aparecían 600 personas a votar, de las cuales 300 eran empleados.
El mismo ejemplo podría aplicarse a los sindicatos. Un obrero de la construcción, por una pequeña porción de su salario, si se cae de un andamio, tiene cobertura legal, va a las sierras en invierno y a una playa en Mar de Ajó en verano, y se siente protegido en sus derechos. No le importa quién es el presidente del sindicato que está sentado en el trono por 30 años, y si le preguntan cómo se llama el jefe del sindicato, tal vez ni sepa. Para él lo importante es que funcione.
Si sos encargado de un edificio, aún mejor: vivís de por vida en el último piso, tenés muchos derechos, y por una pequeña cuota te asegurás muchas cosas. Igual que mi club, la grandeza está en los números pequeños, donde muchos contribuyentes generan un poder inmenso. Algunos sindicalistas se enriquecen, pero al “socio” (trabajador) le funciona.
¿Por qué en grandes empresas del sector tecnológico, inclusive Aleph misma, la compañía que lidero, o en grandes empresas de Estados Unidos, los sindicatos no han tenido peso? Simplemente porque los accionistas mayoritarios, los dueños, los empresarios, comparten lucro/ ganancias con los empleados. Los sindicatos han querido asociarse a Aleph, Globant o Mercado Libre, por poner algunos ejemplos, pero no lo han conseguido.
¿Qué Argentina me imagino? Un empresario compró un terreno, lo pensó 1000 veces, finalmente decide construir, pone capital, intelecto, riesgo, la idea, desarrolla y comparte 5% – 10% de las ganancias con los obreros, a cambio de no tener sindicato, que cada uno se proteja, haga su propio seguro, o no, y se adhiera al convenio de trabajo con ese privado. Como resultado, tiene más plata en el bolsillo, y decide si va a la sierra o a la playa, sin media pensión. Y si alguien quiere apoderarse de la sociedad a través de paros, este trabajador va a trabajar, no quiere perder su bono.
Entonces, ¿por qué en grandes empresas de tecnología de nuestro país los trabajadores no aceptan sindicatos? Porque sus accionistas comparten ganancias, y esto es crítico. ¿Por qué son un fracaso estos sindicatos para la sociedad en su conjunto? En el club nadie se apodera de la capacidad de una persona de transportarse, de poder hacer un trámite bancario, de tomar un vuelo, etc; en cambio estos sindicatos toman el poder ciudadano y se apoderan de la capacidad del del ciudadano que no es socio de este club ” sindicato “.
Claro, me dirán que el derecho a reclamar y protestar por salarios dignos que equiparen a la inflación también es importante. Sin duda, ¿pero qué pasa cuando eso también limita la capacidad de millones de personas? Debemos corregir este modelo. Tu derecho termina donde empieza el mío. Bajo este lema, podemos construir una sociedad más civilizada. Por último, no me interesa ningún partido político, ni militancia, y tampoco creo en “salvadores” , o profetas. Creo en la gente, y el cambio es ahora, o tal vez nunca será. Empresarios: piensen en esta idea. Sector público, son muchos, reorganizarse es crítico, menos gente, mejores salarios y más gente en el sector privado.