El domingo 2 de junio habrá elecciones para renovar ocho gubernaturas y la jefatura de gobierno en la Ciudad de México, por lo que probablemente cambiará el mapa político, donde Morena busca afianzarse como el nuevo partido dominante.
En las urnas se juegan los gobiernos en Chiapas, Veracruz, Tabasco, Veracruz, Puebla, Morelos y Ciudad de México, todos ellos bajo el mando de la 4T. Además de Yucatán, Guanajuato y Jalisco, a cargo del PAN y Movimiento Ciudadano.
Previo a la jornada electoral, Morena tiene dominio en 23 gubernaturas, dejando apenas 9 a la oposición.
En sólo una década, el partido guinda, fundado por Andrés Manuel López Obrador, pasó de convertirse a oposición a partido dominante, similar a la cobertura que llegó a tener el PRI en décadas anteriores, disminuyendo cada vez más la presencia de gobernadores distintos a los colores de Morena.
Por esa razón, los triunfos estatales son de gran importancia para los partidos de oposición en este 2024, a casi tres décadas del primer triunfo de la oposición mexicana en un gobierno local.
El primer gobernador de oposición en México
El primer gobernador de oposición en México fue Ernesto Ruffo Appel, del Partido Acción Nacional (PAN), quien ganó la elección de 1989 en el estado de Baja California.
El triunfo de Ruffo Appel rompió con la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual había gobernado en todos los estados del país desde 1929. Su elección marcó un hito en la política mexicana al demostrar que la oposición podía competir y ganar en el contexto político nacional.
Tras la independencia de México en 1821, la Constitución de 1824 estableció una república federal, dividiendo el país en estados autónomos con sus propios gobiernos. Los gobernadores eran elegidos por las legislaturas estatales o por voto directo, dependiendo de la entidad federativa. Su función principal era la administración local y el mantenimiento del orden público.
La Constitución de 1857 mantuvo el sistema federal. Durante este período, la lucha entre liberales y conservadores marcó una constante inestabilidad. Los gobernadores jugaron un papel crucial en la implementación de reformas liberales, como la separación Iglesia-Estado y la nacionalización de bienes eclesiásticos.
El régimen de Porfirio Díaz centralizó el poder, aunque nominalmente mantenía estructuras federales. Los gobernadores, a menudo elegidos o influenciados por Díaz, supervisaban la implementación de políticas centralistas y, en muchos casos, se mantuvieron en sus cargos durante largos períodos, apoyados por el régimen.
La Revolución Mexicana sacudió las estructuras de poder establecidas y modificó las dinámicas del gobierno estatal. La Constitución de 1917, que surgió como resultado del movimiento revolucionario, reafirmó el sistema federal y estableció nuevas bases para la elección de gobernadores mediante el sufragio universal.
Durante gran parte del siglo XX, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) dominó la política nacional y estatal. Aunque las elecciones se llevaron a cabo regularmente, el PRI mantenía un férreo control sobre la designación de candidatos y la administración de los estados. Este periodo fue caracterizado por una estabilidad aparente y la centralización política.
A partir del año 2000, México experimentó una transición democrática con la victoria de Vicente Fox, candidato del Partido Acción Nacional (PAN). Este cambio también reflejó una mayor competitividad política a nivel estatal. La alternancia en los gobiernos estatales se convirtió en una realidad, con varios partidos ganando gubernaturas en diferentes estados.
Hoy en día, los gobernadores en México son elegidos por voto directo y universal cada seis años y no pueden ser reelegidos para el periodo inmediato. Sus funciones son administrar el estado, implementar políticas públicas, coordinarse con el gobierno federal y gestionar recursos y programas en beneficio de sus entidades. La figura del gobernador sigue siendo crucial para el funcionamiento del federalismo en México.