Mientras Arturo “Antoñito” Villalba, el principal sospechoso del doble femicidio de Marisel Isondú Fernández, de 22 años, y su hermana Aitana, de 9, se niega a hablar con los médicos e ingerir alimentos en el centro de salud en el que fue internado tras ser capturado en una zona rural de la provincia de Corrientes, la investigación en su contra avanza.
De acuerdo a la declaración que Miguel Ángel Zárate, un peón rural de 24 años, pareja de Marisel, realizó frente a Clara Belén Arrúa, titular de la Unidad Fiscal de Investigaciones Concretas de Monte Caseros, dos días antes del doble crimen ocurrió algo que torció la relación entre la mayor de las hermanas y Villalba.
Según relató a la fiscal, ese día, Marisel se despertó de la siesta y vio a Villalba -un amigo a quien alojaba en su casa de Parada Acuña– jugando con Aitana fuera de la vivienda. Según le comentó a Zárate, a la joven “le pareció ver a la menor con los pantalones bajos”, indicaron las fuentes.
Ese hecho, según el testimonio, le generó una gran preocupación. “Aunque ella era quien tenía el vínculo con Villalba, le pidió a su novio que él le dijera que se fuera de la casa”, detallaron. Aunque no tenía certeza, sospechaba que su amigo había abusado de su hermana pequeña.
Zárate habló al día siguiente con Villalba. Al principio, el inquilino aceptó irse, pero luego le imploró quedarse, debido a que no tenía donde ir, no tenía empleo “ni oportunidades de conseguirlo”. Incluso, se habría ofrecido para trabajar todo el día en una construcción que llevaba adelante la pareja, no muy lejos de la casa en la que vivían.
Marisel no aceptó la oferta y hasta deslizó en una conversación privada que haría regresar a la nena a la casa de su mamá. Creen que esa charla fue escuchada por Villalba. “Se sintió despreciado”, estiman los investigadores. Ese sentimiento habría desatado la furia del presunto doble femicida.
Los forenses que realizaron las autopsias a ambos cuerpos en la morgue de Pasos de los Libres no encontraron signos de abuso sexual reciente en ninguno de los dos cuerpos. Sin embargo, la fiscal Arrúa no lo descarta y aún resta conocer el informe final de los médicos tanatólogos.
En tanto, el principal sospechoso permanece internado en el Hospital Civil de Curuzú Cuatiá, donde fue ingresado con un cuadro de deshidratación luego de ser capturado por la Policía provincial en una casilla abandonada, en la que se ocultaba. Las fuentes aseguraron que su estado de salud es bueno, pero que lleva adelante “un acting”.
“Está fingiendo, no responde a los estímulos, no habla. Hace como que no recobra la consciencia”, precisaron. Pese a que los exámenes, entre ellos, de salud mental, arrojaron buenos resultados, el traslado se demoró debido a la actitud de Villalba en el centro médico.
Zárate, quien encontró los cuerpos el 4 de junio pasado, fue demorado por algunas horas. Luego, fue liberado debido a que dijo que ese día regresó del trabajo a las 18, testimonio que fue respaldado por su empleado.
Hay otro dato que fortalece aún más el testimonio de Zárate: de acuerdo con los detalles preliminares observados por la médica forense, la data de muerte “por mucho sería las 16 horas”.
El doble femicidio
El cuerpo de Isondú Marisel presentaba signos de extrema violencia. Además de dos puñaladas, tenía golpes compatibles con machetazos en los antebrazos, indicio de que intentó defenderse.
En cuanto a la niña, creen que pudo haber sido estrangulada con el cinto de tela de su propio guardapolvo. Los investigadores sospechan también que fue la primera víctima, ya que esa prenda no tenía manchas de sangre, como sí había en el resto de la casa: el asesino habría ahorcado a la menor y luego atacó a cuchillazos y con un machete a la joven de 22 años.