Esta semana, una investigación de la Superintendencia de Planeamiento y Operaciones de la Policía Bonaerense terminó con 14 allanamientos en La Plata y el conurbano bonaerense. La sospecha que la inició: una traición interna. Semanas atrás, una auditoría de la fuerza provincial notó la desaparición de una serie de municiones en la escuela Juan Vucetich de Berazategui. También, notaron que faltaban balas en la escuela Juan Dantas en la zona de Pereyra y los centros de formación de Lomas de Zamora, Quilmes y Avellaneda. Eran, desde ya, balas para prácticas de tiro, un posible robo ratón para reventa.
Tras una denuncia inicial ante la Justicia, rápidamente, se sospechó de cuatro instructores de tiro, civiles que dictan clases en las dependencias. Un capitán de policía, instructor en la Vucetich, también fue investigado por supuestamente vender balas producidas Fabricaciones Militares. El negocio, al parecer, no solo se trataba de revender balas robadas al Estado. La investigación también reveló un esquema de relleno y reciclaje de vainas, algo usual en el país, una figura repetida en la escena del tiro. Hasta aquí, nada nuevo, una ruta incierta de municiones que pueden terminar en los cargadores del tiro deportivo o los cargadores del hampa.
El sospechoso que disparó la investigación, instructor en la Juan Vucetich, un experto de 50 años con domicilio en La Plata, fue investigado por “comercializar munición extraída de depósitos judiciales, tanto en cajas rojas y blancas de Fabricaciones Militares como rezagos de municiones puestas en desuso por su antigüedad”.
El problema, sin embargo, fue la escala de las cosas. La redada de esta semana, que incluyó cinco arrestos, terminó con un notable saldo de metal pesado: se secuestraron 88 armas cortas, cien armas largas, 8 mil municiones, 47 kilos de proyectiles, diez kilos de perdigones, tres kilos de fulminantes, diez kilos de pólvora y ocho máquinas de fabricación de proyectiles.
En uno de los domicilios a los que la Bonaerense ingresó, un depósito sobre la calle Zárate Villa Lynch, zona de San Martín. Detrás de un portón negro se encontró una literal fábrica clandestina de balas.
En este lugar, asegura una fuente clave en el caso, “se fabricaba directamente el plomo- tanto encamisado como el plomo desnudo- de proyectiles de diferentes calibres”. Allí, los operadores del lugar “tenían un horno, con un ingreso de gas clandestino que lo abastecía”. El metal empleado era comprado a chatarreros, aluminio y bronce principalmente. Allí, en la fábrica, lo derretían. Así, se convertía en materia prima para elaborar los proyectiles. El lugar terminó clausurado.
En la casa del instructor platense se encontró, por ejemplo, munición de FAL. Otro instructor platense, que fue expulsado de una conocida institución por vender vainas recargadas, cayó con cuatro escopetas, cinco rifles, 18 pistolas y cinco revólveres, una máquina de recarga y seis kilos de pólvora, la mayoría del total incautado.
El tercer allanamiento en La Plata ocurrió en la casa de una conocida figura del circuito del tiro, un hombre de 52 años, empleado de la Jefatura de Gabinete de Ministros bonaerense. Según documentos de la investigación, es “uno de los vendedores de munición de recarga no comercial”, sospechado de realizar “compras desmesuradas de material” para reciclar balas. Las compras desmesuradas ciertamente estaban allí. Además de sus ocho armas de fuego, le encontraron 18 kilos de vainas, seis kilos de plomo, varios kilos de proyectiles, pólvora y dos máquinas de recarga, ciertamente un entusiasta de esta industria.
Luego, se allanaron depósitos de armerías y locales de venta al público en Chacarita, Lanús y Villa Luzuriaga; así, casi dos mil pistolas, revólveres y rifles terminaron en un depósito de la Justicia provincial, en una causa a cargo del Juzgado N°4 de Quilmes y la UFI N°1 de Berazategui del fiscal Daniel Ichazo. También se realizaron ingresos a las escuelas de la Bonaerense donde se registró el faltante de municiones.