La relación entre Hugo Moyano y su hijo Pablo volvió a tensarse, un dato que pone en estado de crispación a todo el gremialismo. La semana pasada, ante un reducido grupo de allegados, el líder del Sindicato de Camioneros se mostró inusualmente duro contra el díscolo cotitular de la CGT, al que le recrimina haberse alineado con el kirchnerismo y la izquierda para impulsar la movilización ante el Congreso en contra de la Ley Bases, que envolvió otra vez a la central obrera en aires de fractura.
Papá Moyano sigue teniendo una mala relación con Pablo. No pudieron recomponer la relación que se dañó, a los gritos, cuando hace 3 años su hijo le recriminó el papel de su esposa, Liliana Zulet, en la aguda crisis financiera de la obra social camionera en su condición de dueña de la empresa que se encarga de su gerenciamiento. Ahora, los que conocen al jefe de Camioneros saben que no comparte la decisión de su hijo mayor de volver a encolumnarse detrás de la estrategia de Cristina y Máximo Kirchner, aunque mantiene su fuerte repudio a las políticas de Javier Milei. Pero el veterano dirigente sigue detestando a La Cámpora y desconfía de la ex Vicepresidenta: siente que nunca le dio el lugar que él tiene en el sindicalismo (y tampoco le dio lugares en las listas de candidatos en 2021 y 2023).
Hugo Moyano es un aliado estratégico del sector dialoguista de la CGT, enfrentado con su su hijo, y ya reemplazó a Pablo en varias reuniones sindicales cuando estaba en juego el prestigio de la sigla de Camioneros. El líder del sindicato no habla en público sobre este tema tan sensible, pero da señales claras. Por eso revivió su partido político, el Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), de reiterados traspiés electorales, para disputarle espacios en el PJ al kirchnerismo y La Cámpora y designó como nuevo titular de la agrupación a “Huguito”, otro de sus hijos, abogado laboralista y secretario de Asuntos Jurídicos de la Federación de Trabajadores Camioneros (organización nacional que Pablo no integra desde diciembre de 2021 luego de haber sido desplazado por su padre).
Para que no queden dudas, mientras Pablo amagaba con romper la CGT por su convocatoria unilateral e inconsulta para movilizarse ante el Congreso, “Huguito” posaba hace 48 horas con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, en el marco de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Ginebra, donde el funcionario libertario organizó un homenaje a los caídos argentinos en las Malvinas con la sugestiva presencia de otros dirigentes sindicales (el dialoguista Gerardo Martínez y el moyanista Cristian Jerónimo, entre ellos) y empresarios como el titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja.
¿Podía estar el hijo de Moyano, directivo de la federación camionera, en una foto con un alto exponente del Gobierno sin el aval de su padre? “Le pidió que estuviera”, deslizó alguien muy cercano al experimentado líder sindical. Se cree que lo hizo en parte para incomodarlo a su hijo Pablo y en parte como gesto de agradecimiento a Cordero por su papel decisivo en la reformulación de la paritaria camionera, en abril pasado, que se destrabó gracias a la buena voluntad del ex abogado de Techint al aceptar un “dibujo” de las cifras del aumento con el fin de evitar que pareciera superar la pauta del ministro de Economía, Luis Caputo y, a la vez, permitir que los trabajadores cobraran igual el incremento del 45% para marzo y abril. Una puesta en escena que dejó a todos contentos.
El jueves pasado, en medio de la pelea explícita de Pablo Moyano con el Gobierno por la Ley Bases, Hugo Moyano firmó un acuerdo salarial de la Federación de Camioneros por el trimestre junio-julio-agosto que está en sintonía con lo que quiere el Ministerio de Economía: los aumentos del 5%, 4% y 3% para cada uno de esos meses, más una suma remunerativa para julio y agosto. Fue una señal positiva hacia la Casa Rosada: los incrementos son decrecientes, a tono con las previsiones inflacionarias a la baja. Lo importante es que se trata de una paritaria clave que puede servir como caso testigo para otros dirigentes gremiales que están negociando sus aumentos salariales.
La fuerte apuesta de Pablo Moyano para convocar a la movilización del miércoles pasado ante el Congreso contrastó con el estridente silencio de su padre al respecto. Hugo Moyano fue interiorizado por sus colegas de la fracción dialoguista de la CGT que su hijo se había cortado solo para llevar adelante esa concentración. Que no haya opinado al respecto sonó a desautorización de la jugada de Pablo en tándem con los sindicalistas K. Incluso el jefe de Camioneros avaló la decisión de la mesa chica de dejar en libertad de acción a los gremios para que resolvieran si adherían o no a la concentración callejera. Y apoyó también la contraofensiva de los dialoguistas de la CGT para dejarlo solo a su hijo y activar llamadas a las regionales para que no fueran a la sede de Azopardo 802 al acto que se hizo el lunes 3 de junio en donde pablomoyanistas y kirchneristas llamaron a movilizarse contra la Ley Bases, con la presencia de viejos enemigos de la ortodoxia sindical como el trotskista Alejandro Crespo, titular del Sindicato del Neumático (SUTNA) o el metrodelegado K Néstor Segovia.
Todos se oponen al gobierno de Javier Milei, pero tienen miradas muy distintas sobre cómo enfrentarlo. Los moderados de la CGT, donde figuran “los Gordos”, como Héctor Daer, y los independientes Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), más aliados como Sergio Romero (UDA), Jorge Sola (seguro) y Julio Piumato (judiciales), entre otros, buscaban que se frustrara la Ley Bases para que los libertarios accedieran a dialogar, pero habían logrado suavizar la reforma laboral. La fracción más combativa, en la que militan Pablo Moyano y sindicalistas fieles al kirchnerismo como Mario Manrique (SMATA), Abel Furlán (UOM) y Sergio Palazzo (bancarios), quiere entablar una guerra total contra el Presidente para desgastarlo.
¿Por qué el sector dialoguista no quería marchar al Congreso, aunque se opone a la Ley Bases? Por un lado, su adhesión a la protesta hubiera roto los puentes secretos tendidos hacia el Gobierno para iniciar una etapa de diálogo. Por otro, adherir a la concentración callejera ante el Senado le habría dado más fuerza a Pablo Moyano y acercado a Cristina Kirchner y si algo no quiere esta alianza sindical es terminar siendo funcional a la estrategia de la ex Vicepresidenta, su enemiga política.
Gerardo Martínez, uno de los estrategas del sector dialoguista de la CGT, participó de la conferencia anual de la OIT con dos discursos cargados de críticas contra el gobierno de Milei y el tercero que brindó, tras ser reelegido como miembro del Comité de Administración del organismo, tuvo un tono conciliador: “Ninguna fuerza política podrá resolver los problemas estructurales en soledad”, afirmó en un guiño a los libertarios, tras lo cual dijo: “Seguimos apostando a una agenda de diálogo”.
El secretario de Relaciones Internacionales de la CGT brindó el jueves pasado su último discurso en Ginebra en el foro inaugural de la Coalición Mundial para la Justicia Social, una iniciativa del director general de la OIT, Gilbert Houngbo, de la que participan 290 representantes de gobiernos de todo el mundo, empresas, sindicatos, instituciones financieras y académicas, y que contó con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, como orador principal. Allí, Martínez dio mensajes cifrados para el gobierno de Milei: “Necesitamos una democracia con justicia social, incorporando los derechos fundamentales, el diálogo tripartito como instrumento y llave maestra para resolver los graves problemas, pero que ese diálogo tripartito sea institucionalizado. ¿Qué quiero decir con esto? Que no sea discrecional a partir de la voluntad o la decisión que pueda tener el funcionario de turno”.
El escenario quedó instalado en la Argentina como para que el Gobierno y el sector mayoritario de la CGT ensayen ahora alguna instancia de diálogo. Lo quiere promover Cordero desde la Secretaría de Trabajo, con la OIT como garante de las negociaciones, y lo está esperando el ala moderada del sindicalismo con señales como no haberse movilizado al Congreso y discursos como el de Martínez.
En la CGT, de todas formas, esperan algún reencuentro inminente de los dialoguistas y Pablo Moyano para establecer una tregua en la pelea interna. El dirigente de Camioneros quedó políticamente herido luego de que, abrazado al kirchnerismo y la izquierda, promovió una marcha que terminó con hechos de violencia, mientras que sus rivales cegetistas salieron indemnes de esa postal intolerante.
Tienen una diferencia que será decisiva para la etapa que viene: Pablo Moyano y los sindicalistas K rechazan de plano la Ley Bases, pero el sector dialoguista, pese a que tampoco quiere esa iniciativa, parece satisfecho con el desguace de la “modernización laboral” de Milei, a la que el Gobierno accedió a eliminar 42 artículos para conformar a la oposición y, sobre todo, al gremialismo.
Así lo admitió a Infobae el secretario adjunto de la CGT, Andrés Rodríguez (UPCN): sin rodeos, dijo que la central obrera no salió a la calle el miércoles porque “muchas de las tratativas que modificaron el espíritu de la reforma laboral y del empleo público se lograron a partir de negociaciones”.
En ese punto probablemente Hugo y Pablo Moyano coincidan: el proyecto aprobado por el Senado incluyó en el capítulo laboral, a pedido del bloque de la UCR, un artículo que penaliza los bloqueos sindicales al considerarlos “grave injuria laboral” como causal de despido con causa. El agregado respecto de la versión de Diputados no preocupa tanto al ala dialoguista de la CGT, que no suele utilizar los bloqueos para protestar, pero apunta directo al corazón del Sindicato de Camioneros, que convirtió esa modalidad extorsiva en una marca registrada que atormenta a las pymes.