María Branyas, que a sus 117 años es la persona viva más anciana que se conoce en la Tierra, cree que uno de los secretos de una vida larga y saludable reside en tener “una buena conexión con los amigos y la familia”.
Cada vez hay más estudios que demuestran que la “supercentenaria” podría estar en lo cierto. Se sabe desde hace tiempo que las personas que disfrutan de amistades de calidad gozan de mejor salud; el efecto es tan fuerte que es comparable al beneficio de la longevidad de seguir una dieta mediterránea.
Pero no basta con tener buenos amigos y sentirse conectado. Las investigaciones sugieren que, para que nuestra salud prospere de verdad, necesitamos reunirnos físicamente con nuestros amigos de forma regular.
Un estudio reciente analizó los datos de casi 13.000 voluntarios, examinando no sólo su número de amigos, sino también si se veían. Tener contacto cara a cara con los amigos al menos una vez por semana era un fuerte predictor de una mejor salud física y mental. Llamar por teléfono o enviar mensajes de texto no aportaba beneficios similares, afirma Eric Kim, profesor de psicología de la Universidad de Columbia Británica y autor principal del estudio.
Los datos recogidos en un estudio gerontológico realizado en Japón mostraron que los hombres que pasaban poco tiempo con sus amigos -menos de un par de veces al año- tenían un riesgo de mortalidad un 30% mayor que los que disfrutaban de un contacto más frecuente.
Aunque estos estudios sólo muestran una asociación -podría ser que las personas sanas tuvieran más energía para pasar tiempo con sus amigos-, los investigadores creen que merece la pena reflexionar sobre la relación entre las amistades en persona y una mejor salud.
Los hallazgos se producen en un momento en el que cada vez más personas optan por prescindir de la socialización tradicional en persona. Según datos de la Encuesta Estadounidense sobre el Uso del Tiempo, el tiempo medio dedicado a los amigos disminuyó de 60 minutos al día en 2003 a apenas 34 minutos en 2019. “En Estados Unidos, hay una recesión de la amistad”, dice Kim.
Por qué las amistades en persona son buenas para usted
Los humanos somos animales sociales, y estar rodeados de otros amistosos reduce nuestro riesgo de enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes tipo 2, enfermedad de Alzheimer e incluso cáncer. “Se mida como se mida, estar más conectado socialmente se asocia a una mejor salud”, afirma Julianne Holt-Lunstad, neurocientífica de la Universidad Brigham Young.
Una de las razones por las que la amistad es tan vital para la salud es bastante sencilla. Los amigos, dice Kim, “controlan a la gente y la animan a hacer ejercicio o a comer sano”. También pueden, dice, proporcionar información importante, como “¿dónde puedo vacunarme contra la gripe?”.
Los estudios han descubierto que las personas socialmente aisladas producen más cortisol a lo largo del día, lo que se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares y un mayor riesgo de mortalidad general. “Somos una especie social, estamos preparados para relacionarnos con los demás”, afirma Oliver Huxhold, psicólogo del desarrollo del Centro Alemán de Gerontología.
Tu nariz sabe de amistad
Los beneficios de las interacciones cara a cara pueden estar relacionados con el olfato. Cuando nuestra nariz percibe el olor corporal de otras personas, por ejemplo, tendemos a percibir también sus emociones: desde la ansiedad y el miedo hasta la felicidad.
En un experimento, los investigadores aplicaron electrodos a los rostros de voluntarios y les pidieron que olfatearan muestras de sudor de personas que previamente habían visto vídeos alegres (“El libro de la selva”) o neutros (la previsión meteorológica). Después de inhalar el olor corporal de personas alegres, los músculos faciales de los voluntarios se movieron de una forma que sugería que ellos también se sentían más felices.
La comunicación a través del olor corporal se produce sobre todo a nivel subconsciente, y como tal puede ser en ocasiones más honesta que las palabras, afirma Jasper de Groot, científico del comportamiento de la Universidad Radboud de Holanda y autor del estudio. “Puede ayudar a empatizar con la otra persona”, afirma.
Este papel de los olores a la hora de sentir las emociones de los demás, afirma, puede ayudar a explicar por qué las personas con narices más sensibles tienden a tener círculos de amigos más amplios y a sufrir menos la soledad, dos importantes factores de predicción de la salud y la longevidad. En uno de los estudios, los investigadores probaron el sentido del olfato de los voluntarios con la prueba “Sniffin’ Sticks”.
Utilizando un conjunto de tubos en forma de bolígrafo que contenían diversos aromas y que suelen emplearse para pruebas olfativas, descubrieron que los que tenían las narices más sensibles también tenían redes sociales más amplias. Los escáneres cerebrales de los voluntarios también sugirieron una relación entre la sensibilidad olfativa y el tamaño de la red social.
Oler el olor corporal de un ser querido puede ayudar a reducir el estrés. Cuando unos investigadores europeos sometieron a un grupo de voluntarios a débiles descargas eléctricas, los que pudieron oler camisetas que habían llevado previamente sus parejas sentimentales permanecieron más tranquilos, lo que se reflejó en la conductividad eléctrica de su piel, un indicador del estrés.
También dormimos mejor cuando podemos oler un olor corporal agradable: el simple hecho de poner la camiseta usada de la pareja bajo la almohada hace que la gente tenga un sueño más reparador, un efecto comparable al de tomar una pastilla de melatonina, afirma de Groot.
Ver y tocar a los amigos marca la diferencia
Cuando pasamos tiempo con amigos y familiares cara a cara, puede que nos pongamos en la misma onda cerebral, literalmente. Según un estudio de 2023, en cuanto nos miramos a los ojos, la actividad neuronal de nuestros cerebros puede sincronizarse: en una lectura electroencefalográfica de dos cerebros sincronizados, las líneas que representan la actividad neuronal de cada persona fluctúan juntas hacia arriba y hacia abajo.
Esta sincronía neuronal se ha relacionado con una mayor amabilidad hacia los demás, una mejor comunicación y cooperación. Sin embargo, si enviamos mensajes de texto o chateamos por vídeo, la sincronía neuronal entre nuestros cerebros casi desaparece.
Una revisión de 2024 descubrió que cogerse de la mano, los abrazos y otros contactos amistosos piel con piel también pueden ayudarnos a dormir mejor, así como a reducir el estrés. Una dosis diaria de abrazos mejora el funcionamiento del eje hipotalámico hipofisario suprarrenal, la vía del estrés. También reduce los niveles de citoquinas proinflamatorias, moléculas implicadas en el desarrollo de diabetes y enfermedades cardiacas. El tacto amable también puede ser un potente analgésico.
Las fibras táctiles C, un tipo de fibras nerviosas de la piel humana, responden a los toques lentos y acariciadores enviando señales al cerebro que reducen la sensación de dolor. Estos efectos se han observado tanto en procedimientos médicos dolorosos como en enfermedades crónicas, como el Parkinson. El alivio, según las investigaciones, es inmediato.
Las interacciones cara a cara también pueden influir en la salud inmunitaria. Un estudio realizado durante la pandemia de coronavirus, y basado en un análisis de muestras de sangre de 142 adultos, reveló que reunirse con amigos en persona mejora el funcionamiento de los genes relacionados con el sistema inmunitario. Tales beneficios, sin embargo, no se materializaron para quienes sólo interactuaron con sus amigos en línea.
Y aunque enviar mensajes de texto a nuestros amigos o mandarles fotos por Snapchat es sin duda una forma de mantener la relación, para una conexión profunda necesitamos algo más que ver la imagen bidimensional de un amigo en una pantalla. También necesitas otros sentidos, como el olfato, dice de Groot, aunque no te des cuenta. “Marca la diferencia”, afirma de Groot.
(c) 2024, The Washington Post