Un grupo de ornitólogos logró documentar la Cotinga de páramo (Doliornis remseni) en el páramo El Campanario, situado en la frontera entre Quindío y Tolima. Este registro es notable dado que la especie no había sido vista en Quindío en 33 años.
La primera observación reciente ocurrió cuando los ornitólogos vieron un ejemplar volar brevemente sobre un camino rodeado de arbustos y emitir una vocalización corta de dos segundos antes de posarse en una rama por unos quince minutos. Durante este tiempo, los investigadores pudieron identificar al ave como un macho de D. remseni gracias a características distintivas como su vientre rufo, gorra negra y dorso grisáceo, como describen en un artículo en la revista Ornitología Colombiana.
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El segundo avistamiento, reportado dos meses después, mostró un comportamiento similar: el ave se posó sobre una rama durante veinte minutos antes de volar hacia una zona de arbustos. “Estos avistamientos brindan información importante debido a que, por los limitados reportes de la Cotinga de páramo, hay vacíos en el conocimiento sobre su etología, ecología e incluso distribución”, señalaron los investigadores.
El contexto histórico de esta especie revela que fue descrita por primera vez en 1994 en el Cerro Mongus, ubicado en la provincia de Carchi, Ecuador. En Colombia, el primer registro data de 1989 en la reserva Cañón del Quindío en Salento, aunque en ese momento no se contaba con suficiente evidencia para describirla como una nueva especie.
La escasez de reportes sobre la Cotinga de páramo es motivo de preocupación para la comunidad científica, dado su estatus de conservación. A nivel global, esta ave se categoriza como Casi Amenazada (NT), mientras que en Colombia se la considera En Peligro (EN) según el Libro Rojo de Aves de Colombia. Este nuevo registro podría ser crucial para entender mejor la ecología, etología y distribución de la especie, contribuyendo así a los esfuerzos de conservación.
El país de las aves
Colombia se reafirmó como el mejor destino para el avistamiento de aves a nivel mundial. Esta afirmación se basa en los resultados del Global Big Day, un evento internacional de avistamiento de aves realizado el pasado 11 de mayo. Durante este evento, Colombia registró 1.558 especies, superando a Perú, que contabilizó 1.448 especies. Sin embargo, este logro trae consigo una pregunta crucial para la comunidad científica: ¿cómo se está protegiendo esta gran biodiversidad?
El Comité Colombiano de Registros Ornitológicos elaboró la lista más reciente de aves en Colombia, identificando 1.969 especies en el territorio. De estas, aproximadamente 1.660 son residentes permanentes y al menos 84 son endémicas, es decir, no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Además, cerca de 225 especies son aves migratorias, que visitan el país dependiendo de la época del año.
María Ángela Echeverry-Galvis, profesora del departamento de ecología y territorio de la Pontificia Universidad Javeriana, destaca que “las aves, como la mayoría de organismos, no reconocen fronteras políticas, pero la capacidad de identificar en qué regiones, municipios, departamentos o países habitan nos ayuda a tener cierta visión de responsabilidad, de manejo sobre los ecosistemas que ellas necesitan”.
A pesar de la riqueza, las aves en Colombia enfrentan diversas amenazas, la más grave es la transformación de sus hábitats. Esta transformación se debe a múltiples factores, como el avance de la frontera agrícola, ganadera y acuícola, prácticas incompatibles con la conservación, cultivos de usos ilícitos, y la expansión de infraestructura vial.
“Esta situación no solo afecta a las aves de bosque. Si miramos las especies en riesgo de extinción, las que están en condiciones más críticas son aquellas que habitan en lugares donde hemos transformado las zonas de humedales, ciénagas y todo lo que son cuerpos de agua dulce”, añade Echeverry-Galvis.