Masud Pezeshkian, un médico de 69 años de padre azerí y madre kurda, se ha convertido este sábado en el noveno presidente de la República Islámica de Irán y el primer jefe del Gobierno reformista por primera vez en dos décadas, desde Mohamad Jatami, rompiendo una tendencia de tres mandatarios conservadores, tras una campaña en la que ha defendido ciertas medidas aperturistas como una bocanada de aire tras las protestas sociales más contundentes desde la Revolución Islámica de 1979 y la desafección reinante en la población iraní desde entonces.
Pezeskhian llega al poder tras unos comicios marcados, como siempre, por la extraordinaria del Consejo de los Guardianes, el organismo representante del estamento clerical y del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, que ha cribado cuidadosamente a los candidatos a las presidenciales para asegurarse de que no participan aspirantes de marcada tendencia antisistema, de ahí que Pezeshkian, como ya ha aventurado en sus primeras declaraciones tras ganar los comicios, se haya marcado como uno de sus primeros objetivos convencer a la población de su ánimo renovador y apaciguador.
“Todos formamos parte de este país, por lo que tenemos que recurrir a todo el mundo para que este país progrese”, ha manifestado en declaraciones recogidas por la televisión estatal iraní, tras asegurar que su nuevo gobierno “tenderá a todo el mundo la mano de la amistad”.
Cabe destacar, por ejemplo, que Pezeskhian se ha mostrado en campaña a favor de la libertad en Internet y de la relajación de las estrictas medidas sobre la imposición del velo a las mujeres, tema este último extraordinariamente delicado desde la muerte bajo custodia en 2022 de la joven kurda-iraní Mahsa Amini, supuestamente por llevar mal puesta la indumentaria. La muerte de Amini, que las autoridades achacaron a un problema de salud, desató una ola de manifestaciones duramente reprimidas por unas fuerzas de seguridad que las achacaron a la participación encubierta de “alborotadores” a sueldo de Occidente. Cientos de personas murieron durante estas movilizaciones.
“El Gobierno no debería intervenir en la cuestión del hiyab”, declaró la semana pasada el que fuera ministro de Salud. “Es una cuestión cultural y racional”, ha añadido, “y si decimos a la Policía y la Judicatura que resuelvan el problema, vamos a crear más problemas todavía”, ha añadido.
De hecho, durante dichas movilizaciones, consideradas como uno de los mayores desafíos al estamento clerical desde 1979, llegó a afirmar que las autoridades eran responsables de la situación. “Es nuestra culpa. Queremos aplicar la fe religiosa a través del uso de la fuerza. Eso es científicamente imposible”, sostuvo.
Pezeshkian lleva más de 20 años en política, a la que entró después de participar en la guerra con Irak (1980-1988) y después de dirigir en los noventa la Universidad de Ciencias Médicas de Tabriz. Así, en el año 2000 se convirtió en viceministro de Sanidad durante la Presidencia, precisamente, del reformista Jatami, quien un año después le nombró como titular de la cartera. Posteriormente, entró a formar parte del Parlamento en 2008, organismo del que llegó a ser vicepresidente entre 2016 y 2020.
El nuevo presidente comenzó a ser conocido por entonces por su postura crítica a la dura represión contra el Movimiento Verde tras las elecciones presidenciales de 2009, en las que la oposición denunció un fraude para favorecer la reelección del conservador Mahmud Ahmadineyad.
En esta ocasión, Pezeshkian ha ganado tras ser el único reformista en pasar el corte inicial del Consejo de los Guardianes, lo que le ha llevado a recabar importantes apoyos en este espectro político, especialmente dos: el del expresidente Hasán Rohani, quien ocupó el cargo entre 2013 y 2021, cuando fue reemplazado por Raisi y, sobre todo, el del ex ministro de Relaciones Exteriores Mohamad Javad Zarif, quien alcanzó el acuerdo nuclear de Irán en 2015 con las potencias mundiales que vio levantadas las sanciones a cambio de que el programa atómico se redujera drásticamente.
Desde la confirmación de su candidatura, ha reiterado su respaldo a los principios de la República Islámica y ha abogado por respetar las líneas fijadas por el líder supremo, el ayatolá Jamenei, quien sin embargo durante la campaña de cara a la primera vuelta se mostró veladamente crítico con el reformista e impulsó el voto a candidatos conservadores, disgregados en varios frentes; una primera ronda marcada por mínimos históricos de un 40 por ciento de participación — Zarif escribió un inusual mensaje en su cuenta de la red social X para pedir perdón por el desafecto generado entre la población — si bien la segunda ronda ha subido hasta el 49,8 por ciento.
De hecho, el propio Pezeshkian reconoció que el “ruido de fondo” de sus encontronazos verbales con el que ha sido su gran rival electoral, el ultraconservador y también antiguo negociador nuclear iraní Saed Jalili, ha terminado alejando al pueblo iraní de los candidatos. “El sesenta por ciento no nos acepta. La gente tiene problemas con nosotros”, indicó tras uno de los debates de cara a la segunda ronda.