“Lo que le preocupa a Karina son los off the récord”. Karina es Milei, la hermana del presidente, la influyente Secretaria General de la Presidencia, y la que la menciona es una estrecha colaboradora. Es la tarde del jueves en un café en la periferia de Casa Rosada. La mujer conversa con otra persona. Hablan de los trascendidos en torno a los supuestos reproches de Mauricio Macri por la displicencia en el trato público -por la televisación- y privado del Ejecutivo en la puesta en escena de Tucumán, para el Pacto de Mayo -el ex presidente le habría transmitido su malestar vía telefónica a Guillermo Francos-, del ruido que provocaron puertas adentro esas versiones y de la cacería interna entre funcionarios.
“Hubo ruido”, dice ella.
El affaire Tucumán confirmó la tensión que sobrevuela al vínculo entre Macri y el entorno de Javier Milei. Pero evidenció una preocupación mucho más importante para ese primer anillo de confianza del presidente: la creciente inquietud por las filtraciones y por el nivel de lealtad, y obediencia, de los funcionarios. Es evidente que Ramiro Marra, un dirigente con vuelo propio, no cumplió por ejemplo con alguna de esas dos condiciones. La hermana presidencial se lo recuerda, directa o indirectamente, cada vez que puede. Y se ocupa en que trascienda públicamente. La última vez fue este viernes, cuando Manuel Adorni publicó en sus redes la lista con los integrantes del consejo de asesores del presidente y se “olvidó” de incluir al legislador porteño en su primera versión. Una maniobra, según fuentes inobjetables, digitada personalmente por la secretaria General.
Ella, dicen, es implacable. La misma condición le atribuyen al consultor Santiago Caputo, el otro integrante del “triángulo de hierro” que conforman junto al Presidente. La Secretaria General y el estratega están a cargo de la administración total del gobierno. Tienen poder de veto, y un cheque en blanco del presidente, abocado casi a tiempo completo al programa económico, para prácticamente decidir por él. Son tan decisivos que detestan cualquier iniciativa, por más menor que sea, por fuera de sus zonas de influencia. Eso explicaría la ruidosa salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete.
Karina Milei y el consultor se fijaron en ese sistema de toma de decisiones audaz ideado junto al jefe de Estado una serie de prioridades: el cuidado de la imagen presidencial y el fortalecimiento de la batalla cultural, y el alineamiento del equipo de gobierno frente a un programa económico que, aprobados la ley bases y el paquete fiscal, empezó a mostrar un notorio agotamiento y una crisis de confianza. Con evidentes señales de alerta, no solo en términos macro, si no en la economía cotidiana.
Algunos datos. En los primeros siete meses de gestión, la canasta básica total se incrementó en más del 123% y los salarios formales aumentaron apenas por arriba del 100%, mientras que los informales lo hicieron solo en un 60% según datos del INDEC y la proyección de los acuerdos paritarios. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) informó esta semana que las ventas minoristas exhibieron en junio una caída interanual en torno al 21,9%, con un acumulado del 17,2% en este primer semestre.
En ese contexto, atenuado en las últimas semanas por la crisis del mercado cambiario, Milei y sus colaboradores entienden la necesidad de apuntalar el relato. En ese campo, parecieran mostrar, por ahora, una probada infalibilidad. Aún resuena la frase que, en los primeros meses de gestión, resaltó ante este medio uno de los cerebros de la estrategia comunicacional: “Hay que darle de comer al león todos los días”.
El impresionante desfile militar del pasado martes, que convocó a una buena cantidad de público, y que la Casa Rosada publicitó por todos los medios, evidencia esa necesidad. Y remarca, para el gobierno, la importancia de la disputa ideológica como contracara de la década de relato kirchnerista. Funciona, además, como maquillaje para la crisis de gestión.
Que Victoria Villarruel haya privilegiado esa puesta en escena por sobre la de la madrugada previa -se excusó por una fuerte gripe-, en Tucumán, arrojó un indicio, más allá de la agenda castrense y de revisión de los 70 que propone la vicepresidenta desde hace años, de la relevancia, para el gobierno, de la simbología de esa escenificación. Milei y sus cráneos comunicacionales pusieron mucho más énfasis en la tarde del 9 julio que en la noche tucumana. Si no, ¿por qué lo habrían fijado, cuando se anoticiaron que la selección de fútbol jugaría la semifinal a las 9 de la noche del martes, de madrugada, en vísperas de un feriado, a sabiendas de que el encendido televisivo sería con seguridad muy bajo, como efectivamente sucedió?
Sentados en primera fila, los gobernadores se miraban asombrados, con frío y cansados, por el discurso refundacional del presidente que ni el propio mandatario se ocupó en ensayar. Es evidente que, cuando lanzó la convocatoria, el 1 de marzo, el escenario político era muy distinto al de hoy, y necesitaba esa carnada como anzuelo para negociar el paquete de leyes enviado al Parlamento. El acto de Tucumán funcionó para el gobierno como una demostración política para el círculo rojo. Para fortalecer la gobernabilidad. Y no mucho más.
Milei, por el contrario, se regodeó y publicitó hasta el hartazgo por redes sociales la imagen, en compañía de Villarruel, a bordo de un tanque de mediano porte, en plena avenida Libertador, una foto que terminó en la tapa del diario estadounidense The Wall Street Journal.
Videos e imágenes del desfile militar en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires, que incluyó un merecido homenaje a los héroes de Malvinas, fueron replicados de manera insistente en las redes. Entre ellos, por el funcionario Santiago Oria, director de Realización Audiovisuales de la Presidencia, que se define como el “cineasta personal” de Milei. Hace dos miércoles, en un bar en la esquina de Plaza de Mayo, Oria conversó animadamente durante un buen rato con Javier Negre, un polémico periodista español que simpatiza con La Libertad Avanza y que viajó al país en estas últimas semanas para seguir bien de cerca al fenómeno libertario.
“La serie va a contribuir a explicar por qué vinimos, y por qué estamos”, le dijo el funcionario a Negre en una mesa debajo de una enorme pantalla de televisión, en el subsuelo del bar, en alusión al documental que prepara sobre el desembarco de Milei en la Casa Rosada, un material con el que buscará propalar aún más el relato libertario. “Macri no caló hondo en la sociedad porque no dio la lucha cultural”, le explicó Oria al periodista. Es, según el cineasta, una de las diferencias con VOX, el movimiento de ultraderecha español: “Ellos son menos disruptivos que nosotros, tienen que ser más agresivos”.
La agresividad ocupa, en general, buena parte de la estrategia de marketing del presidente. Esta semana fue el turno de los “econochantas”. A Milei, ese estilo le reditúa, a pesar de que, por momentos, no se distingue por el buen gusto o el sentido de la ubicación. Lo sabe bien Ricardo López Murphy, un dirigente respetado que se volvió de los Estados Unidos para acompañar especialmente con su voto la Ley Bases y el paquete fiscal y que atraviesa una muy delicada situación personal que Milei no se preocupó en atender.
En ese rubro, la comunicación vía redes representa una parte sustancial en la construcción del storytelling libertario. Según el informe digital de la consultora Ad hoc de junio, el gobierno “aglutinó cuatro veces más volumen digital que toda la oposición”, Milei volvió a ser el político argentino más taquillero en Instagram y la lucha contra la inflación “el único salvavidas” del programa económico.
Eso tal vez explique la popularidad del ministro Luis Caputo en la tribuna libertaria, a pesar de que los mercados siguen con preocupación desde hace ya algunos meses la evolución de su programa. Ayer, el presidente y el ministro de Economía anunciaron desde Estados Unidos una profundización del esquema monetario con un aumento de la intervención en los dólares financieros para tratar de achicar la brecha.
El resto de la gestión naufraga en un mar incierto.
En ese contexto, la cúpula del gobierno explora la búsqueda de funcionarios idóneos que más que competentes para sus tareas deben profesar fidelidad a la cúpula del tridente “de hierro”. El ex massista Luis Adrián Luque, de Trenes Argentinos Operaciones, hace rato que, por ejemplo, reporta directamente al estratega Caputo. Los trascendidos en torno a la gestión administrativa de ese funcionario al frente de la empresa estatal son muy insistentes.
Caputo controla, desde la salida de Silvestre Sívori, la AFI, que esta semana volverá a su viejo nombre de SIDE cuando se publique la nueva estructura en el Boletín Oficial y que dirige Sergio Neiffert, convocado por el consultor, desde la intervención. Tiene injerencia en la Jefatura de Gabinete y en la revisión, control y posible privatización de todas las empresas públicas a través de Diego Chaher, que también le reporta. La última semana, por ejemplo, modificó todo el directorio de ARSAT.
En Energía, tiene el control sobre CAMMESA, que regula el mercado mayorista de electricidad -un pilar central de la política energética del Ejecutivo- a través de Mario Cairella. En Justicia, por citar un último ejemplo, arrastra desde el inicio de la gestión un dominio general ejecutado puertas adentro por Sebastián Amerio, el secretario de Justicia que tiene mucho más poder que el ministro Mariano Cúneo Libarona.
Fuentes oficiales confirmaron, por caso, que el Ejecutivo se apresura por cerrar definitivamente el INADI a través de un decreto cuyos detalles se reservan en Casa Rosada, y que tendrían a la abogada María Ibarzabal Murphy, cercanísima al consultor Caputo, ocupada en ese asunto. Amerio está al tanto. No se sabe si Cúneo Libarona.
La batalla cultural e ideológica, que incluyó en las últimas horas un nuevo cierre de la ex Télam -las versiones dan cuenta de que en el primer piso de la Casa Rosada no cayó bien el festejo del gremio de prensa cuando volvió a ocupar los dos edificios de la ex agencia de noticias- tiene además en el rechazo a la Agenda para el desarrollo sostenible al 2030, impulsada en su momento por Barack Obama desde Naciones Unidas, a una de las columnas vertebrales del posicionamiento ideológico e internacional de Milei.
“Antes de (Donald) Trump y del surgimiento de las nuevas derechas nadie cuestionaba esa agenda: ni el PRO de Macri, ni el PP en España ni Sebastián Piñera en Chile. Hoy, desde Jair Bolsonaro y VOX hasta Trump y Meloni, todos se paran en contra. Milei integra ese grupo, y no tiene miedo en confrontar, todo lo contrario. Y tiene una importancia clave a nivel económico porque se usa como barrera arancelaria”, explicó a Infobae un consultor que trabaja para el gobierno.
Por la envergadura de esa política de Estado, la canciller Diana Mondino, por ejemplo, estuvo a punto de dejar el gobierno. “Es, además, una forma de descubrir que funcionarios están alineados ideológicamente con Milei”, agregaron. Una escena de hace varios meses en la Cancillería pone de relieve el tema: una reunión convocada con esa agenda como menú principal del encuentro terminó con un mensaje fulminante de Juan Pablo Carreira, conocido en las redes por “Juan Doe”, director de Comunicación Digital de la Casa Rosada, que desechó de manera tajante cualquier atisbo de la Agenda 2030 para sorpresa, y nerviosismo, de todos los presentes.
Carreira reporta directo a Santiago Caputo, que lo envió especialmente a esa reunión con esa única tarea.
Existen, sin embargo, algunas excepciones. El ejemplo más notorio es el de Sandra Pettovello, que tiene línea directa, y privilegiada, con Milei, y que está a favor, ella y varios de sus colaboradores más cercanos, con los postulados de la Agenda 2030. La ministra mantiene una relación tirante con la mesa chica del presidente.
“La Agenda 2030 es también una de las principales diferencias entre el PRO y LLA, por eso tan importante para el gobierno”, precisaron fuentes oficiales.
No es casual, en ese sentido, que la ministra de Capital Humano tenga entre sus filas cuadros técnicos del macrismo, y que haya incorporado varios de ese sector en las últimas semanas. Algunos, incluso, de la escudería de Horacio Rodríguez Larreta.
Diferenciarse del PRO macrista es, para Milei, pero especialmente para su mesa chica, una condición indispensable en esta nueva época. Por eso los trascendidos de horas después del pacto de mayo tucumano, y la relación cada vez más tensa entre Macri y la ministra Patricia Bullrich: entre ambos, y también entre sus colaboradores, se terminaron de romper los pocos nexos que sobrevivían tras la elección de las autoridades de la asamblea partidaria de hace dos jueves.
Milei y sus estrategas pretenden prescindir de Macri de cara al 2025, y aprovecharse de la atomización de los aliados como de la dispersión y las pujas internas que sacuden al peronismo. Una disputa a cielo abierto que tiene epicentro en la provincia de Buenos Aires, en particular a Cristina Kirchner y La Cámpora y a Axel Kicillof.
En La Plata dicen que el gobernador bonaerense está convencidísimo de su plan de desmarque de Milei, pero más aún en la diferenciación con el cristinismo y en su estrategia de ampliarse. La semana pasada lanzó en la Ciudad la agrupación Kilómetro Cero. El viernes, Gabriel Katopodis, decididamente recostado sobre la figura de Kicillof, reunió a un grupo de dirigentes de todo el país, un encuentro que encabeza una vez por mes.
Hay sin embargo algunos dirigentes que tratan de acercar posiciones, ya no entre el gobernador y Máximo Kirchner, sino entre Kicillof y Cristina Kirchner. Uno de ellos es Jorge “Coqui” Capitanich. En privado, el ex gobernador de Chaco dice que, por el momento, es una tarea realmente difícil.