Dicen que las “oportunidades las pintan calvas” y si hay alguien que entiende a profundidad esta frase es el árbitro de voleibol playa santandereano Juan Carlos Saavedra Cáceres.
En medio de risas, este bumangués de 41 años comentó que como futbolista es un gran árbitro de voleibol, en alusión a que desde niño practicó el ‘deporte de multitudes’ pero, por cosas del destino, terminaría realizando una brillante carrera en el voleibol, que lo llevaron a sus terceros Juegos Olímpicos, algo reservado para pocos.
Juan Carlos imparte justicia en el voleibol playa de las justas más importantes del planeta, una noticia que lo llena de orgullo, porque es el mérito a la constancia y la disciplina de varios años.
Porque si estar en unos Olímpicos ya es todo un mérito, hacer parte de tres no tiene comparación y, lo mejor, es que sus sueños no tienen límite y va por más.
“Es algo grande para el departamento, el país y mi familia; ya después es esperar cómo se da la experiencia, aún estoy entre los árbitros jóvenes del proceso, soy un árbitro joven, me quedan 15 años de carrera profesional, obviamente hay gente mayor, que uno tiene que respetar, pero mi ilusión es poder estar en una final”, comentó Saavedra, quien hace parte del selecto grupo de los mejores 16 árbitros del planeta.
Juan Carlos siempre ha estado vinculado al deporte, primero en la práctica y luego siguió la carrera de educación física en la que, como dice el adagio popular, “si del cielo te caen limones aprende a hacer limonada”.
Precisamente, en sus épocas de estudiante le ofrecieron el curso de árbitro de voleibol, un deporte que no practicó, pero asumió todo como un reto y, poco a poco, fue escalando posiciones.
Inició de árbitro en el voleibol piso y luego pasó al playa, con destacados éxitos.
Una de las claves para hacerse un lugar entre los mejores, en una disciplina donde Colombia no es potencia y en la que, curiosamente, Bucaramanga, su casa, perdió desde hace más de 10 años el coliseo Antonia Santos y la única cancha de voleibol playa, es el aprovechamiento de las oportunidades.
Cada vez que tuvo una exigencia, respondió a la altura gracias, además, a que tiene un rigor que lo conduce a la perfección.
Así, llegó el llamado para los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde a pesar de su juventud demostró que lo que valen son los conocimientos y la manera de sacarlos a relucir, y después llegaría la consolidación en Tokio 2020 donde, con más recorrido, confirmó que está en un lugar privilegiado entre los mejores.
La citación para París 2024 es el premio a la constancia que ha mostrado y su criterio a la hora de impartir justicia y tomar las mejores decisiones en los momentos complicados de los partidos.
“Acá se trata de aprovechar la oportunidad, uno se juega un ciclo olímpico al igual que los deportistas, son cuatro años donde a uno lo están mirando y evaluando constantemente. En cada evento hay que hacer las cosas bien y de esta manera he conseguido que me tengan en cuenta”, indicó Juan Carlos.
Pero esa tenacidad para perseverar en el arbitraje también tiene una motivación especial, su esposa y dos hijos, quienes son ese motor que lo hacen superar cualquier obstáculo y que le alegran el alma con una sonrisa.
A su compañera de vida también la conoció gracias al arbitraje y sus dos retoños se transforman en el impulso que no le permite dar ni un paso atrás, como buen santandereano.
Ya son 25 años en el arbitraje del voleibol y entre sus planes está continuar por 15 o 20 años más, porque en el voleibol playa hay una edad límite de 55 años, pero dependiendo de la condición física y de salud se puede prolongar hasta los 60.
“Esto es algo incierto, uno espera si se da la posibilidad llegar hasta esa edad, mantenernos hasta donde se pueda y hasta donde aguante. El circuito, los viajes y demás, van sumando y siempre desgasta, pero también motiva, por todo lo que implica”, concluyó Juan Carlos, quien además de su ardua labor como árbitro, es docente de cultura física y deportes en las Unidades Tecnológicas de Santander.
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