Hombre fundamental de teatro musical argentino, hoy radicado en España, el director musical Gaby Goldman acaba de cumplir 50 años y reconoce un quiebre. En Madrid dirigió grandes musicales como Billy Elliot, West Side Story y Matilda, pero hoy toda su energía está puesta en las dos presentaciones que realizará en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK), el miércoles 14 y viernes 16 de agosto. “Es un sueño poder decir: ‘Esta es mi música’”, afirma en una charla con Teleshow.
Acompañado por 65 músicos de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” y el Coro Nacional de Música Argentina conformado por 50 coristas, dará un concierto en calidad de director invitado con composiciones propias junto a otras provenientes del musical y piezas incidentales pertenecientes al universo audiovisual. Una propuesta gigantesca que lo tiene emocionado. “Para hacer eso tenés que tener parte de la vida hecha, recorrida, trabajada a pulmón. Si aparece esta oportunidad en este momento de mi vida, es porque tiene que ser de esa manera”, señala.
Elena Roger y Diego Reinhold, entre otros invitados, serán parte del concierto casi como un adelanto de la vuelta en noviembre de este año de Mina… Che cosa sei?!?, el musical con repertorio de la diva italiana Mina, que para el director musical, como para los dos artistas y su directora Valeria Ambrosio, quien hoy está a la cabeza del CCK, fue un antes y un después en sus carreras, allá en 2003.
También, conversó sobre el aluvión de artistas argentinos que buscan su futuro en el país europeo, la permisividad hacia el maltrato que existía en el ámbito del arte y el cambio de tiempo, la inclusión de figuras mediáticas en el género del que es referente y su mirada sobre el futuro del musical en nuestro país.
—¿Cómo vivís esto que va a pasar en el CCK de dos conciertos presentando tu música como compositor junto a una gran orquesta y un coro con 50 personas, además de varios amigos invitados?
—De alguna manera un sueño por cumplir. Hace muchos años que estoy trabajando en el universo del teatro musical, entre otras cosas, y tener la posibilidad de poner mi música, de presentarla como compositor… Es un lujo. Fue de la mano de Valeria Ambrosio, la directora del CCK, que me recomendó a la gente de elencos estables para concretar esta aventura. Entonces voy a hacer este concierto con 65 músicos, que es una versión ampliada de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” y voy a estar junto con 50 coristas, del Coro Nacional de Música Argentina. Además, habrá un grupo de primeras figuras del teatro musical encabezado por Elena Roger, Diego Reinhold, Roberto Peloni, Andrea Lovera, Carolina Gómez, Débora Turza y Lucila Gandolfo. Es algo enorme.
—¿Cuál es la diferencia entre dirigir un grupo pequeño y otro tan masivo? ¿Cuáles son las ventajas y qué obstáculos tiene?
—La diferencia, claramente, está en que tengo la posibilidad de escuchar mi música de manera sinfónica, que es muy difícil, por lo menos en Argentina. Yo estoy viviendo en España en este momento y, si bien hay más orquestas que están a tu disposición, no es usual que te metan en un programa con tu música original. Entonces, para mí, primero y principal, el poder hacer esto ya es un verdadero logro. La diferencia entre una instrumentación más chica y una instrumentación más grande tiene que ver, básicamente, con la cantidad de gente y con la densidad de cómo va a sonar la música. Esto es grandilocuente, por más que tengo la posibilidad de trabajar cosas más íntimas. Así que estoy muy feliz.
—¿Cómo vivís el hecho de que tanto actores, productores o músicos, como es tu caso, estén desarrollando una carrera en España?
—Yo voy a hablar de lo que conozco. En este momento y, en los últimos años, el mundo del teatro musical en Buenos Aires fue muy, muy golpeado. Desde el año pasado, con Matilda en el Gran Rex; y ahora con School of Rock, Rent, Tootsie y Legalmente rubia, lo que está pasando es que, de repente, está empezando a haber un auge de nuevo del género. Pero viene golpeado durante muchísimos años y muchos de los artistas que trabajaban en calle Corrientes necesitaban emigrar a otro lado donde haya más posibilidades de trabajo. En este momento, España es la tercera capital del mundo en el teatro musical. La primera es Broadway, después está Londres y después está España. Es increíble la cantidad de ofertas de musicales que hay. Además, es la primera capital mundial del teatro musical en castellano. Entonces, claramente, mucha gente que es del palo del teatro musical necesita, ve o tiene la posibilidad, o busca rescate o se va a probar suerte a otros lados y caen en España, tratando de empezar a formar parte de de los espectáculos de allá.
—¿Qué diferencias encontrás en la forma de trabajar allá con la que se tiene en nuestro país ?
—La diferencia, básicamente, es una cuestión de plata. Es decir, de poder adquisitivo. Primero y principal, porque allá cobran en euros y los costos se asemejan a los que tienen grandes potencias, como Londres o Nueva York. Entonces, como director musical, trabajo con mucha mejor tecnología. Después, desde el punto de vista artístico, no. No es ni más ni menos. Hay tantos buenos artistas y buenos músicos en España como en Argentina. Argentina está plagada de buenos actores y de grandes nombres del teatro musical en Buenos Aires. Otra cosa que quiero agregar, está en España, y tiene que ver con el poder adquisitivo relacionado a la gente. La gente va masivamente al teatro y paga las entradas del teatro musical. Aquí es un poco más complicado. Siento que el teatro musical es un poco más elitista porque no deja de ser un género caro. Apostemos a que crezca en los próximos años.
—Desde hace unas semanas se generó una debate por la inclusión de figuras mediáticas, que pasaron por un reality show, en espectáculos de teatro musical frente a muchísimo profesionales formados que están buscando su lugar. ¿Cuál es tu opinión?
—Yo creo que hay productores que buscan excelencia y hay productores que buscan dinero. Entiendo que cuando se hace una apuesta muy grande de teatro musical necesitan recuperar lo antes posible porque no se sabe cuánto va a durar un espectáculo en Argentina. De hecho, en la historia del teatro musical, en los últimos 25 o 30 años, no hay muchos que hayan estado demasiado tiempo en cartel. Entonces están los productores que necesitan recuperar y a los que no les importa jugar con la calidad del hecho artístico y hay otros que buscan la excelencia. Yo no tengo ningún inconveniente en trabajar en mis espectáculos con gente que puede ser famosa o mediática. Pero sí considero que tiene que estar a la altura de la partitura o a la altura del nivel actoral, de la parte de canto o la de baile. Para mí eso es fundamental. No importa que no sean excelentes, que no sean los más geniales. No importa, pero si tiene que estar a la altura de lo que pide el papel. Tengo entendido que no está sucediendo esto con mucha gente que se incorpora o con algunas personas que se incorporan del mundo mediático, simplemente para tener más prensa o para vender más entradas.
—En 2022 Pamela Anderson fue parte de Chicago en Broadway y la crítica fue positiva, aunque no descollante. Asumo que es un fenómeno global.
—El tema es el siguiente, mal no va a estar. Que no sea excelente es otro tema, claro. La persona que trabaja en teatro musical es parte de un género muy complicado. Tenés que estar a la altura, técnicamente, de lo que está pidiendo un papel y tenés que estar entrenado todo el tiempo desde el punto de vista coreográfico, en música, vocal y desde el punto de vista actoral. Cuando vienen famosos por supuesto que pueden cumplir, pero no están entrenados como cualquier otro artista de teatro musical. Yo te voy a dar un ejemplo. Cuando hicimos el musical de Priscilla, reina del desierto, el protagonista del papel de Bernardette, que era transexual, lo hacía Pepe Cibrián. Al tiempo, por razones que él tenía, Pepe estaba muy cansado y se fue de la obra. El productor Gabriel García, como manotazo de ahogado, la llamó a Moria Casán. Estoy hablando del 2014. Ella estaba como artista invitada cumpliendo un rol muy pequeño en el espectáculo y se le ofreció. Me dijo: “La única manera que podamos sostener este espectáculo un tiempo más es si la ponemos a la cabeza del espectáculo”. Los australianos, que son los que tenían los derechos de la obra hicieron una excepción y estuvieron de acuerdo con que Moria Casán fuera la protagonista. No chequearon la parte artística, sino que sabían o investigaron quién era ella en el mundo del espectáculo: una mujer que tiene muchísimo oficio, mucho escenario y que es extremadamente afinada cuando está cantando. Es decir, lo dio todo. Después, que sea controversial, es otra cosa. Pero lo que pedía mínimamente el papel, ella lo cumplía. Fue una excepción y lo hizo bien. Es decir, no puede haber alguien que no lo pueda hacer. En eso estoy de acuerdo.
—Hace dos años la película Tar, protagonizada por Cate Blanchett, puso el foco en una directora de orquesta muy severa que terminaba siendo abusiva. ¿Cuánto de esa realidad existe en el ámbito en el que vos te formaste y transitás?
—Yo creo que no tiene que ver solamente con el mundo de los directores musicales, sino que tiene que ver con las jerarquías en sí. Hay algo que tiene que ver con el antes de los profesores, los directores de teatro y los profesores de actuación que eran extremadamente tiranos. Eso tiene que ver con un folclore de épocas pasadas, en el cual el maltrato no estaba mal visto, sino que con el maltrato de alguna manera se educaba. Me parece que hoy en día existen muchas otras maneras de poder dirigir y de expresarse a los músicos, con los cantantes, y que tienen que ver con otro tipo de respeto. El maltrato hoy ya está pasado de moda y no quiere decir que uno no tenga que pegar un grito de vez en cuando por alguna razón. El maltrato es algo antiguo.
—Regresa Mina… Che cosa sei?!?, este espectáculo basado en la obra musical de la cantante italiana Mina que realizaste en 2003.
—¡Sí, sí! Tenía ganas de de volver a recuperar otro tipo de música, una música un poco más distendida que no quiere decir que sea más fácil, con un repertorio de un espectáculo que hicimos hace muchos años y que nos dio muchísimas satisfacciones desde que lo estrenamos, que fue hace 20 años y nos abrió las puertas tanto a Elena Roger, como a Diego Reinhold, a Valeria Ambrosio y a mí en el mundo del espectáculo. El volver a amasar ese repertorio hoy, que vamos a estrenar en noviembre en el Teatro Lola Membrives, va a ser un verdadero placer. Un experiencia de cómo abordamos las mismas canciones 20 años después.
—Esto también es una muestra de cómo el teatro musical sigue vivo. La gente recuerda estos espectáculos. Vos fuiste parte también de Casi normales, otra obra que siempre regresa a la cartelera porteña.
—Es verdad, la gente los recuerda. En aquel entonces yo creo que el espectáculo de Mina… se situaba en un momento de autogestión artística en el cual no había ese tipo de propuestas y de la mano de dos personas extremadamente talentosas como son Elena y Diego. Generó mucho ruido ese espectáculo y desde hace 20 años, hasta el día de hoy, no nos paran de decir: “Qué bueno que era ese espectáculo”. Vamos a intentar hacer otra vez lo mismo con el equipo que vuelve. Como cuando estrenamos el espectáculo.
—¿En qué momento de tu vida te encontrás en lo profesional y en lo íntimo con esto tan importante que sucederá en el CCK y viviendo afuera?
—Yo acabo de cumplir 50 años. Es un número importante, en todo aspecto. Tener la posibilidad de cumplir a esta edad este sueño de hacer mis conciertos, que me gusta recalcar que no tiene nada que ver, con un “auto homenaje”, sino que es el mostrarme por primera vez como compositor con mi repertorio. Decir: “Esta es mi música”. Me parece que para hacer eso tenés que tener parte de la vida hecha, recorrida, trabajada a pulmón. Si aparece esta oportunidad en este momento de mi vida, es porque tiene que ser de esa manera y lo tomo con muchísima emoción.