El cráter de gas Darvaza, conocido popularmente como las “Puertas del Infierno”, es uno de los fenómenos geológicos más enigmáticos del mundo. Su historia está rodeada de misterio y versiones contradictorias, lo que ha contribuido a su mítica reputación. Ubicado en el corazón del desierto de Karakum, en Turkmenistán, este cráter en llamas ha sido una fuente de fascinación y especulación durante décadas.
El cráter se originó en 1971 cuando un grupo de ingenieros soviéticos, durante una exploración en busca de gas natural, perforó accidentalmente una caverna subterránea llena de metano. El suelo se derrumbó, formando un foso de aproximadamente 70 metros de diámetro. Para evitar que los gases tóxicos se propagaran en la atmósfera, los ingenieros decidieron prenderle fuego, esperando que las llamas consumieran el metano en pocos días. Sin embargo, el fuego nunca se extinguió, y desde entonces, el cráter arde sin cesar, creando un espectáculo visual que ha sido comparado con las descripciones del infierno en la literatura y la mitología.
¿Qué es la “Puerta del Infierno”?
La “Puerta del Infierno”, oficialmente conocida como el cráter Darvaza, es un pozo ardiente situado en el corazón del desierto de Karakum, en Turkmenistán. Este fenómeno singular se originó hace décadas, cuando se cree que ingenieros soviéticos perforando en busca de gas natural causaron un colapso del suelo, formando un enorme cráter.
Para evitar la proliferación de gases nocivos, optaron por incendiar el gas metano liberado, iniciando así un fuego que se mantiene ardiendo sin cesar. Con una apariencia que bien podría recordar a la entrada del inframundo, este sitio capturó la atención de personas alrededor del mundo, convirtiéndose en un peculiar punto de atracción turística.
Exploraciones científicas y descubrimientos en el cráter de Darvaza
El cráter de gas Darvaza, conocido por sus incesantes llamas que le han ganado el apodo de las “Puertas del Infierno”, no solo es un espectáculo visual impresionante, sino también un objeto de interés científico. A lo largo de los años, este cráter ha atraído la atención de exploradores y científicos, ansiosos por desentrañar los secretos que se esconden en su interior.
En 2013, el cráter fue el escenario de una de las expediciones más audaces y peligrosas jamás realizadas. El explorador canadiense George Kourounis, conocido por su trabajo en documentar fenómenos naturales extremos, decidió descender al fondo del cráter, convirtiéndose en la primera persona en hacerlo. Equipado con un traje resistente al calor, similar al de un astronauta, un arnés de escalada y cuerdas, Kourounis se aventuró en el corazón de este infierno terrenal con un propósito científico claro: recolectar muestras de suelo en busca de formas de vida extremófilas, es decir, organismos que pueden sobrevivir en condiciones extremadamente adversas.
La expedición, patrocinada por National Geographic, tuvo como objetivo investigar si en este ambiente hostil, rico en metano y con temperaturas que oscilan entre los 50°C en la base y más de 100°C en el borde, podrían existir microorganismos que ofrecieran pistas sobre la posibilidad de vida en otros planetas. Sorprendentemente, Kourounis y su equipo lograron encontrar bacterias capaces de vivir en este entorno extremo, un hallazgo que tiene importantes implicaciones para la astrobiología. Estos microorganismos podrían ser análogos a la vida que podría existir en planetas con atmósferas ricas en metano, como Marte o las lunas de Júpiter y Saturno.
El éxito de esta expedición no solo destacó la valentía y el ingenio de Kourounis, sino que también subrayó la importancia del cráter de Darvaza como un laboratorio natural para estudiar la vida en condiciones extremas. Este tipo de investigaciones no solo amplían nuestro conocimiento sobre la vida en la Tierra, sino que también alimentan la esperanza de encontrar vida en otros rincones del universo.
Por qué nunca se pudo apagar la llama de la “Puerta del infierno”
Entre las razones principales por las que no se pudo apagar la llama está la naturaleza misma del cráter y los desafíos técnicos involucrados en extinguir un fuego de esta índole. La combustión constante del metano requiere una combinación de oxígeno, combustible (metano) y una fuente de calor (las propias llamas), elementos que están presentes de manera abundante y continua en este caso.
Cualquier intento de sofocar el fuego requiere eliminar al menos uno de estos elementos de manera efectiva, tarea que resultó extremadamente complicada en Darvaza.
Cómo es vivir en las verdaderas Puertas del Infierno en Turkmenistán
Vivir cerca del cráter es una experiencia que pocos en el mundo podrían imaginar. El desierto de Karakum es un vasto y árido paisaje que cubre la mayor parte de Turkmenistán. En esta región, el clima es uno de los principales desafíos para los habitantes.
Con temperaturas que pueden superar los 50°C en verano y caer por debajo de los -20°C en invierno, la supervivencia requiere una adaptación extrema. La escasez de agua, la falta de vegetación y las tormentas de arena frecuentes añaden a la lista de dificultades para quienes viven en las proximidades del cráter.
La vida cotidiana en esta región está marcada por el aislamiento y la autosuficiencia. Las comunidades locales, compuestas principalmente por pastores nómades, han desarrollado estrategias de vida que les permiten subsistir en un entorno tan hostil. Estas estrategias incluyen la cría de animales resistentes al calor y la sequía, así como el uso de recursos limitados de manera eficiente. La vida en Karakum es, por necesidad, sencilla y centrada en lo esencial, un contraste drástico con la modernidad de otras partes del mundo.
El cráter de Darvaza no solo define el paisaje físico, sino que también influye en la vida y la cultura de las personas que habitan cerca. Este pozo de fuego constante, con sus llamas danzantes visibles a kilómetros de distancia, se ha convertido en un símbolo tanto de la resiliencia como del poder incontrolable de la naturaleza. Para los residentes locales, el cráter es una presencia constante, una manifestación de fuerzas que están más allá del control humano.
Aunque el cráter representa un riesgo potencial debido a sus emisiones continuas de gases, también ha generado un modesto impulso económico a través del turismo. Los pocos turistas que logran llegar a esta remota región traen consigo ingresos que, aunque limitados, son valiosos para las pequeñas comunidades cercanas. La hospitalidad de los residentes hacia estos visitantes es notable, ofreciendo una rara visión de la vida en uno de los lugares más inhóspitos del planeta.
Vivir en las cercanías de las “Puertas del Infierno” en Turkmenistán es, por tanto, una experiencia de extremos: un entorno desafiante donde la vida persiste a pesar de las adversidades, en un paisaje dominado por un cráter que, desde hace décadas, arde como un recordatorio permanente del poder de la naturaleza y la historia humana.
¿Por qué hay gente que sigue viviendo en este lugar pese a los peligros que esto conlleva?
Las personas que siguen viviendo en las inmediaciones del cráter de Darvaza, conocido como las “Puertas del Infierno”, en Turkmenistán, lo hacen principalmente por una combinación de razones históricas, culturales y económicas. Aunque el entorno es extremadamente inhóspito, hay factores que explican por qué estas comunidades persisten en este lugar tan peculiar.
Las comunidades que habitan cerca del cráter son en su mayoría descendientes de pastores nómades que han vivido en el desierto de Karakum durante generaciones. Estas personas tienen una profunda conexión con la tierra y su estilo de vida se ha adaptado a las duras condiciones del desierto. Para ellos, el desierto no solo es su hogar, sino también una parte integral de su identidad cultural. Moverse a otro lugar implicaría romper con tradiciones que han sido transmitidas de generación en generación.
La economía en esta región es limitada, pero los habitantes han desarrollado formas de subsistir que les permiten mantenerse en el lugar. El pastoreo sigue siendo la principal actividad económica, con animales como cabras y ovejas que son capaces de sobrevivir en el clima árido del desierto. Aunque los recursos son escasos, las personas han aprendido a aprovechar lo poco que tienen para sostenerse.
Además, aunque el turismo en Turkmenistán es muy reducido debido a las políticas restrictivas del país, el cráter de Darvaza ha comenzado a atraer a aventureros y curiosos de todo el mundo. Este turismo, aunque limitado, ha proporcionado una fuente adicional de ingresos para los residentes locales, quienes ofrecen servicios básicos como guías y alojamiento a los visitantes.
El desierto de Karakum es una de las regiones más aisladas del mundo, con muy poca infraestructura que conecte a las comunidades locales con otras áreas más desarrolladas de Turkmenistán. La falta de acceso a recursos y oportunidades en otros lugares significa que para muchos, quedarse cerca del cráter es más viable que intentar reubicarse en otra parte del país, donde la vida podría ser igualmente difícil debido a las barreras económicas y logísticas.
Finalmente, los residentes han desarrollado un nivel de resiliencia que les permite coexistir con las condiciones extremas del desierto. Aunque el cráter de Darvaza plantea riesgos ambientales, como la emisión constante de gases, la baja densidad poblacional y la dispersión de las comunidades hacen que estos riesgos no sean percibidos como una amenaza inmediata para su vida diaria. La adaptación cultural y física al entorno les ha permitido sobrevivir donde otros no lo harían.