Desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022, Rusia y sus aliados han vendido casi mil millones de dólares en grano robado de tierras ucranianas ocupadas, alimentando así la economía de guerra que permite al Kremlin sostener su conflicto, según una invetigación de The Wall Street Journal.
Este comercio ilícito de productos agrícolas, que fluye desde las fértiles tierras ucranianas hasta mercados internacionales, ha generado ingresos considerables, según cifras oficiales del gobierno de Kiev.
El operativo de Moscú ha exportado directamente al menos cuatro millones de toneladas de grano y otros productos agrícolas desde los territorios ocupados de Ucrania, lo que ha generado ingresos de aproximadamente 800 millones de dólares.
La organización sin fines de lucro ucraniana Texty estima que el valor total del grano robado podría ascender a 6.400 millones de dólares si se incluyen las exportaciones por tierra y pequeñas embarcaciones.
Las transacciones de este grano robado representan una compleja red que incluye desde un astillero ruso que equipa la invasión, hasta una empresa vinculada con la Guardia Revolucionaria de Irán y un comerciante de Crimea que opera con Siria e Israel. Además, se ha registrado la venta de estos productos a través de los Emiratos Árabes Unidos.
Según The Wall Street Journal, esta red de comercio ilícito no solo genera ingresos para las arcas rusas, sino que también asegura la fidelidad de los aliados de Moscú en un momento en que las sanciones económicas internacionales se intensifican. El Kremlin, sin embargo, no respondió a las solicitudes de comentarios al respecto.
Pascal Turlan, director jurídico de la organización Project Expedite Justice, explicó que la guerra se alimenta a sí misma gracias a este comercio ilegal. “El comercio ilícito aporta ingresos a un sistema de clientelismo patrocinado por el Kremlin,” que a su vez ayuda a que continúen el conflicto y la ocupación”, dijo.
Los métodos de extracción del grano varían. Las fuerzas rusas suelen obligar a los agricultores ucranianos a vender sus cosechas a precios inferiores al de mercado o, en algunos casos, directamente robar sus productos, denunció el diario.
Bohdan Katerenyak, un gerente de silo en Kherson, relató que hombres armados y encapuchados, que alegaban ser agentes del FSB ruso, se presentaron en su oficina y se llevaron todo el grano almacenado. Temiendo por su seguridad, Katerenyak huyó a territorio controlado por Ucrania.
Las autoridades rusas han informado que durante el primer semestre de este año enviaron quince barcos con 81.000 toneladas de trigo a Turquía desde el puerto de Mariupol, una ciudad ocupada por Rusia. A pesar de los esfuerzos de Turquía para bloquear el comercio ilícito, Ucrania continúa enfrentando dificultades para rastrear y detener estas operaciones.
Independientemente de los esfuerzos ucranianos para interrumpir esta cadena de suministro ilegal, los comerciantes rusos continúan inventando tácticas más ingeniosas para evadir la detección, mezclando grano robado con cargamentos legales antes de venderlos en mercados internacionales.
El procurador ucraniano Ihor Ponochovniy investiga estos esquemas, como uno que involucraba un barco turco, el Usko MFU, que transportaba grano robado bajo instrucciones explícitas de ocultar su origen de Crimea.
Entre los beneficiarios de este comercio ilegal se encuentra Mikhail Ganaga, un colaborador ruso que controla Agro-Fregat LLC. Ganaga ha enviado grano a Israel y sus enemigos, Siria e Irán. Ucrania ha presionado diplomáticamente a varios países para que detengan las importaciones de grano robado, logrando que Egipto, Israel y Líbano cancelen o rechacen cargamentos provenientes de territorios ocupados.
Las alianzas de Rusia con países como Irán y Siria apuntalan esta red de comercio ilegal. Irán ha suministrado al Kremlin con armamento letal y ha comenzado a proporcionar misiles balísticos a cambio de grano ruso, según informes de inteligencia ucraniana.
El mercado ilícito también se extiende a Yemen, donde un barco controlado por el estado ruso entregó recientemente cereales a un puerto controlado por los Hutíes, respaldados por Irán. Este conflicto económico y militar es una pieza clave en el entramado de la guerra rusa en Ucrania, y a medida que aumentan los esfuerzos internacionales para detenerlo, la artimaña del Kremlin se adapta y perpetúa.