La Iglesia Ortodoxa Rusa en Argentina fue fundada por exiliados del comunismo a principios del siglo XX pero hoy sus herederos disputan una feroz batalla legal y religiosa para mantener su independencia de las cúpulas de Obispos que ejercen el poder del credo desde Moscú, con el apoyo del gobierno de Vladimir Putín, según denuncian.
Todos forman parte de una misma religión. Pero la comunidad argentina intenta mantenerse libre del poder del clero radicado en Moscú. Los feligreses locales aseguran que desde Rusia los Obispos intentan imponer sacerdotes y administrar edificios que no construyeron. El más amenazado, según la denuncia de los fieles, es el tempo San Sergio de Villa Ballester. Allí llegaron enviados del sínodo moscovita para comunicarles que el próximo 24 de septiembre tomarían posesión de la iglesia. De allí su preocupación.
El bellísimo templo situado en Parque Lezama pertenece a una comunidad hermana de la feligresía de Villa Ballester, la Iglesia Ortodoxa Rusa Santísima Trinidad, que también lucha por mantener su independencia y acompaña a la comunidad de San Sergio.
“Pretenden adueñarse de los templos que fueron construidos con abnegación, sudor y esfuerzo por los inmigrantes rusos blancos que escaparon del terror soviético y con el fin de vivir en paz en este bendito País, que les permitía profesar libremente su fe, cuando en su Patria ésta estaba siendo sangrienta y brutalmente perseguida”, sintetizó el padre Alejandro Iwaszewicz, responsable de la parroquia de Parque Lezama.
La historia
El origen de la disputa puede hallarse hace más de un siglo. En un contexto histórico en el que aluviones de rusos huían del comunismo, muchos recalaron en Argentina y reprodujeron su cultura en este país, incluidas sus creencias religiosas.
Así nacieron al menos una decena de templos en la ciudad y provincia de Buenos Aires y en otros puntos de la Argentina. Todos unidos a su credo de origen, la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero construidos con el aporte y las donaciones de los rusos exiliados. Según la aclaración enfática de los feligreses que hoy resisten el avance de Moscú, en sus estatutos fundacionales siempre expresaron su intención de mantenerse independientes del Estado soviético del que habían escapado.
Sin embargo, en el año 2007 se realizó un concilio de sacerdotes en el que se intentó una reconciliación. Hubo integrantes de la comunidad que aceptaron saldar las cuentas y depender del sínodo de Obispos que comulgaba con el poder ejercido desde Moscú. Otros, sin embargo, hicieron uso de un derecho, mantener su independencia como comunidad nacida en Argentina.
La cúpula de la Iglesia, sin embargo, no aceptó esa resistencia. Según el relato de los feligreses ruso-argentinos, desde aquel momento los sacerdotes de Moscú intentan hacer prevalecer la hegemonía de su administración, con el aparato del Estado de Putín como respaldo. Intentan imponer las directrices del credo, pero por sobre todo, tomar posesión de los inmuebles, afirman. Aquellos templos que fueron construidos con el esfuerzo de exiliados hace décadas, sin el apoyo del estado soviético al que habían rechazado.
La batalla legal
Elena Schlenew es nieta de Vladimiro Schlenewque, fundador de la comunidad de feligreses de la Iglesia Ortodoxa Rusa de Villa Ballester. Además es escribana y a partir de sus conocimientos asegura haberle jurado a su abuelo, antes de su muerte, que no permitiría que la obra caiga en manos de la ortodoxia del clero en el que creyó pero del que siempre se mantuvo independiente.
Según su narración a Infobae, más allá de las cuestiones espirituales, hay un marco jurídico que refleja con claridad que se trata de inmuebles construidos por privados en suelo argentino, organizados en una asociación civil. El nombre de tal asociación es Congregación Ortodoxa Rusa de la Argentina. Bajo esa persona jurídica, se construyó y se gestionó desde la década de 1950 la comunidad de feligreses sobre la que hoy los sacerdotes de Moscú intentan avanzar.
“Desde Rusia designaron a un Obispo, Juan de Caracas, que puso un plazo para que entreguemos las llaves de la iglesia. Ese plazo vence el 24 de septiembre”, contó con preocupación Elena.
El concilio de sacerdotes de 2007 planteó que en los estatutos de su fundación, las comunidades locales aceptaron ordenarse bajo la unión espiritual con el sínodo de Obispos de Nueva York. Cuando esa comunidad decidió unirse con los Obispos de Moscú, pretendieron unificar a toda la institución en el planeta, incluidos sus templos. Hubo un sector, sin embargo, que expresó su disidencia. “Hay delitos que cometió Moscú por los que nunca pidió perdón y por eso decidimos no unirnos”, recuerda Elena.
La comunidad local está conformada por un centenar de personas con socios formales en todos los templos. Sin embargo muchos feligreses más acuden a las misas que se celebran sábados y domingos.
Dentro de esa comunidad, algunos aceptaron que el poder central del credo con sede en Moscú dirija sus creencias espirituales. Otros intentan que se respete su derecho a mantenerse independientes.
El padre Alejandro Iwaszewicz, párroco Iglesia Ortodoxa Rusa Santísima Trinidad, ubicada en Parque Lezama, pidió que los fieles sostengan la lucha, pero que lo hagan a través de sus rezos. “Esto es una obra de arte, un edificio bello, pero sin nosotros no es nada”, manifestó.
“La iglesia de Parque Lezama no sufre amedrentamiento, pero sí una comunidad hermana como la de San Sergio de Villa Ballester”, aclaró el padre Alejandro.
“Hoy en día, es muy difícil no identificar a la cúpula del Patriarcado de Moscú con la cúpula de Kremlin. Juan de Caracas no es ni ha sido jamás el obispo diocesano de dicho templo, pues la comunidad del templo de San Sergio de Villa Ballester no pertenece al Patriarcado de Moscú”, insistió.