Hace un calor inusual en la Plaza de las Comendadoras, en el que quizá sea uno de los últimos latigazos estivales en la capital. No tarda en quitarse la chaqueta y en guardar en su bolso la novela Sólo quería bailar, de Greta García, un título que apela, precisamente, al ímpetu del personaje que interpreta en La virgen roja: una adolescente que, entre ensayos teóricos y pensamientos adelantados a su época, simplemente quería dejarse llevar por la música. Alba Planas (Madrid, 2000) agradece no tener que posar demasiado para la cámara de Infobae España, pues “no llevo nada bien todo lo de vestirme y maquillarme, la producción que hay en el business”. “Me siento un poco impostora, la verdad”, añade.
La naturalidad es su baza, pero no tanto para Hildegart Rodríguez, una joven encorsetada en los excelsos estándares impuestos sobre ella por su madre, Aurora Rodríguez (interpretada por Najwa Nimri). En la película de Paula Ortiz que se estrena este viernes, Planas se transforma en una niña prodigio. “Es un proyecto que me fascina, me encanta hablar de la película porque se generan debates, incluso me pregunto cosas que durante el rodaje no me había cuestionado”, indica a este medio. Interpretar a una pionera de la sexualidad y los derechos de la mujer ha sido la oportunidad profesional que más ha “disfrutado y sufrido”, sobre todo a la hora de construir el camino de la oscuridad a la luz, “de la cárcel a la libertad”, de la protagonista.
“El punto de partida fue lo más difícil de de preparar”, pues tuvo que meterse en la piel de una chica de 17 años “que aparentaba 40″, con un porte y estar poco adecuados para la efervescencia propia de la adolescencia. “Es una joven que tiene un nivel de pensamiento progresista inconcebible para la época, pero que a la vez no tiene ningún tipo de experiencia vital”, de ahí que resultase un reto darle forma a su constreñida personalidad. A la actriz le “enfada” que nadie de su generación la conociese, incluida ella. “Es fuerte que casi nadie sepa quién fue”, admite. Planas frunce el ceño ligeramente, dejando clara su postura sobre el silenciamiento de Hildegart en los libros escolares e históricos. “Escribía cosas que siguen sonando a día de hoy”: sexo, eugenesia, genitales femeninos o incluso el derecho al aborto libre.
En La virgen roja, el proyecto Hildegart adquiere una narrativa oscura, pero doméstica, casi sustentada por la subyacente ternura del nexo entre ambas. Una relación entre madre e hija que va más allá de los estándares caóticos que se plasman en las exitosas novelas de Vivian Gornick. La obsesión de Aurora por conformar el ideal de mujer del futuro acabó gestando la trágica muerte de su única hija. “La secuencia final fue dura de cojones”, dice Planas. Rodarla no sólo fue difícil para ella, también para Najwa. “Ella es madre y recuerdo que, mientras estábamos grabando la escena de la muerte, tuvimos que parar porque no podía parar de llorar”, cuenta. “Pensé, ‘madre mía, no me ha matado ella a mí, la he matado yo a ella’”, ríe.
Uno de los grandes apoyos para Planas ha sido la propia Paula Ortiz: un ente capaz de transmitirle toda la tranquilidad y confianza que necesitaba para sacar adelante las escenas (algunas de ellas de una elevada intensidad) y para despejar el miedo y las inseguridades. “Me acuerdo de una frase que me dijo al empezar el rodaje: ‘No te preocupes porque yo te voy a dar la mano y no te voy a soltar’”, dice. Y así fue. Se emociona contándolo. “Necesité de una persona humana a mi lado, a veces esta industria está falta de bondad”, resalta Planas. “Todavía no me ha soltado y me sigue acompañando”, afirma.
“Al empezar el rodaje, Paula me dijo: ‘No te preocupes porque yo te voy a dar la mano y no te voy a soltar’. […] Necesité de una persona humana a mi lado, a veces esta industria está falta de bondad”
Paula es su talón de Aquiles. Alba Planas no exprime o cohíbe sus palabras para hablar de ella. “He trabajado con directoras muy buenas, pero La virgen roja ha sido la mejor experiencia que he tenido”, cuenta. El equipo ha sido “clave” para la actriz, pues la industria de la interpretación “tiene muchos egos, dinero e intereses” que, en ocasiones, terminan por torpedear la experiencia colectiva. “En el mundo de la actuación se juega con material muy vulnerable que, a veces, se maltrata”, indica.
“En el mundo de la actuación se juega con material muy vulnerable que, a veces, se maltrata”
Una escuela de teatro y un iPad
Alba Planas nunca pensó en querer ser actriz. Fue algo que se gestó de forma orgánica. “Yo era tímida patológica, no podía relacionarme con otros niños”, recuerda entre risas. Sin embargo, la colorida fachada de un estudio de teatro que impartía clases a escolares, y que tenía debajo de casa, acabó determinando su futuro. Un dato curioso sobre su porvenir en el gremio de la actuación es la anécdota de cómo consiguió su primer papel en El árbol de la sangre (2018), de Julio Medem. “Cogí el iPad de mi padre, me metí en su correo y escribí un mensaje a una agencia de representación haciéndome pasar por él”, cuenta. “Luego me echó una bronca tremenda, porque lo mandé hasta con faltas de ortografía”, ríe. Después vino Skam España (2018), donde fue la absoluta protagonista durante su primera temporada (un trabajo que compaginó con sus estudios de Bachiller), y series como Express o Días mejores.
“Los datos de paro en actores son brutales”, dice. “Tengo millones de amigos actores con un talento brutal que no han tenido la oportunidad de trabajar profesionalmente”, añade. Planas no quiere otorgarse ninguna medalla al mérito, se considera afortunada por haber encadenado diversos roles y personajes que le han permitido mantenerse con vida en un sector que está jugando constantemente a una partida del Tragabolas. “Hay gente que le ha echado muchos ovarios y cojones para poder dedicarse a esto, que ha dejado todo atrás y se ha mudado a Madrid para estudiar interpretación, pero la verdad es que yo no puedo decir eso”, admite.
“Hay gente que le ha echado muchos ovarios y cojones para poder dedicarse a esto, que ha dejado todo atrás y se ha mudado a Madrid para estudiar interpretación, pero la verdad es que yo no puedo decir eso”
Pese a la “inestabilidad” que viene con una profesión como la suya, dependiente de contratos temporales y oportunidades caducas, la actriz es consciente de los “privilegios” que la atañen. “Cobramos por encima de la media, hay unos sueldos muy dignos”, se sincera. Sí, hay paro, sí, hay fluctuaciones, “pero en ningún momento puedo hablar de precariedad laboral o económica”, una situación que sí encuentra en los currículos de algunos compañeros que no trabajan en el mundo de la interpretación y que encuentran dificultades para llegar a fin de mes.
“En Skam cobraba más al mes que mis padres juntos, es hipócrita e irrespetuoso decir que el trabajo audiovisual está mal pagado”, dice. “Es de tener muy poca conciencia de la realidad”, apostilla. Alba Planas estrena este viernes su proyecto más importante hasta la fecha, un retrato de época que le habla al presente. “He tenido la suerte de hacer, desde muy joven, proyectos que me fascinaban. Eso es una arma de doble filo”, relata. “Hasta que me vuelva a llegar una oportunidad como La virgen roja van a pasar otros muchos proyectos que serán mejores, o peores”, concluye.