El 14 de agosto de 1985, más de 60 personas fueron asesinadas en Accomarca, Ayacucho, por una patrulla del Ejército peruano, encabezada por el entonces teniente Telmo Hurtado. La misión, denominada Plan Operativo Huancayoc, tenía como objetivo la búsqueda y destrucción de guerrilleros de Sendero Luminoso. Sin embargo, los investigadores de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, creada en 2001, señalaron que no se encontraron armas ni propaganda del grupo maoísta en la operación.
Las condenas relacionadas con esta masacre llegaron mucho después. En agosto de 2016, la Sala Penal Nacional sentenció a entre 10 y 25 años de prisión a los autores intelectuales y materiales del incidente. Entre ellos, el general (r) Wilfredo Mori, el teniente Juan Rivera y Telmo Hurtado. Este último, conocido como el ‘Carnicero de los Andes’, recibió 23 años de cárcel. Según los magistrados, Hurtado siguió órdenes superiores, lo que quedó claro tras sus propias admisiones de haber participado en los asesinatos.
La masacre de Accomarca ocurrió en un contexto de feroz conflicto armado en Perú, donde tanto Sendero Luminoso como las fuerzas del orden cometieron numerosas violaciones de derechos humanos. Durante 1983-1984, la violencia alcanzó niveles críticos, con el departamento de Ayacucho como uno de los epicentros del conflicto. Este suceso específico tuvo lugar justo antes del fin del régimen de Fernando Belaúnde.
Hurtado ya había sido condenado en 1993 a seis años por abuso de autoridad y falso testimonio, pero fue liberado dos años después gracias a la Ley de Amnistía promulgada por el gobierno de Alberto Fujimori. Tras la caída del régimen fujimorista y la anulación de la amnistía, Hurtado huyó a Estados Unidos donde fue capturado por violar leyes de inmigración. Dos sobrevivientes de la masacre presentaron una demanda en su contra, lo cual resultó en su detención en Miami en el año 2000 y posterior extradición a Perú en 2011.
Mientras estaba en custodia en EE.UU., un juez de Miami determinó en 2008 que el ‘Carnicero de los Andes’ era responsable de la masacre y le ordenó pagar 37 millones de dólares a las víctimas. Sin embargo, el juicio penal en Perú comenzó en 2011 y la sentencia llegó en 2016. Tras años de batallas legales y políticas, el ‘Carnicero de los Andes’ fue condenado a 23 años de prisión por su participación en la masacre.
Estas condenas son un reflejo del complejo y brutal conflicto interno en Perú entre 1980 y 2000, que afectó especialmente a los campesinos pobres en los Andes. Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación, estas comunidades sufrieron tanto por la violencia de las guerrillas como por la respuesta violenta del Ejército peruano.
Años después de la masacre de Accomarca
La matanza de Accomarca sigue siendo una herida abierta en la memoria histórica del Perú. El 14 de agosto de 1985, un grupo del Ejército peruano, dirigido por Telmo Hurtado, entró al pueblo de Accomarca, Ayacucho, y ejecutó brutalmente a más de 60 personas. Los militares acusaron a las víctimas de ser miembros del grupo terrorista Sendero Luminoso, pero la masacre no tuvo ninguna justificación legal o moral.
Aunque en 2016 se logró la condena de los autores materiales e intelectuales de este crimen, las familias de las víctimas todavía no habían podido cerrar el ciclo de duelo debido a que los restos no habían sido plenamente identificados. La entrega de los cuerpos en 2022, lograda gracias a la identificación por pruebas de ADN, representó un avance significativo en la búsqueda de justicia y reparación para las familias de las víctimas.
El camino para alcanzar este momento ha sido largo y plagado de obstáculos. Las familias han enfrentado la indiferencia y el estigma, pero nunca cesaron en su lucha por obtener una sepultura digna para sus seres queridos. Este proceso de identificación y entrega de los restos ha sido posible gracias a los esfuerzos concertados del Estado y diversas organizaciones civiles que, en los últimos años, han trabajado arduamente para apoyar a los deudos.
Accomarca ha entrado en la historia no solo por la tragedia que sufrió, sino también por la incansable búsqueda de justicia de sus habitantes y familiares de las víctimas. Este esfuerzo culmina en un acto de entrega de los restos que simboliza, aunque solo en parte, la reparación del daño causado. Sin embargo, es menester que las lecciones de esta tragedia se mantengan vivas en la memoria de los peruanos para evitar que hechos similares vuelvan a ocurrir.
En esta jornada de homenaje y recuerdo en Accomarca, las voces de los familiares reivindican la memoria de aquellos que injustamente perdieron la vida y reafirman el compromiso de construir un futuro donde los derechos humanos sean respetados y protegidos.