Cuando pensamos en un kebab, lo primero que nos viene a la cabeza son esos locales cutres y de dudosa higiene que sirven esas masas de carne prensada de calidad cuestionable a altas horas de la madrugada. Pero no todos los kebabs son iguales y el más antiguo de todo Madrid lo lleva demostrando desde 1978.
A pocos pasos de Moncloa se encuentra Kebab House, el establecimiento más antiguo de la ciudad especializado en kebab. Abierto desde hace más de 40 años, este negocio desafía la concepción general sobre la calidad y el sabor de los ingredientes típicamente asociados a este plato, con una oferta de calidad que le convierte, según la opinión de muchos, en “el mejor kebab de Madrid”.
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A diferencia de otros locales, Kebab House no forma sus kebabs con los habituales rollos de carne picada y prensada. En su lugar, los encargados extraen trozos de carne de una montaña de filetes apilados unos encima de otros que se cocinan girando alrededor del fuego, consiguiendo un sabor y textura mucho más sabroso y auténtico.
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La calidad de la carne que utilizan no solo está avalada por los paladares de sus clientes. Un estudio realizado en 2014 por la Organización de Consumidores y Usuarios, que analizó la calidad de la carne en 25 kebabs de Madrid, resaltó a Kebab House por ofrecer carne de ternera de calidad “buena” y sin mezclar con otras carnes. Contrasta con el apartado de higiene, calificado en su momento por la OCU como “muy mala”. El pan también es diferente a lo que solemos encontrar; en lugar del clásico pan de pita, utiliza pan de lavash, un tipo de pan plano típico de Turquía que tuesta durante unos segundos en el mismo fuego en el que se cocina la carne.
Estos kebabs se sirven con lechuga fresca, salsa de yogur casera y una salsa picante, que se puede elegir según las preferencias de cada cliente. Las opciones son escasas y sencillas: un kebab simple o uno doble, con más carne de ternera. Nada de patatas. Actualmente, los precios son de 5,5 € el simple y 9 € el doble. A estas opciones se suma su curiosa bebida de yogur, una bebida espumosa y fría típica de Turquía que suele servirse con platos picantes como el kebab, aunque también con platos dulces como el baklava.
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Pero si por algo es conocido este lugar, además de por sus colas y sus kebabs, es por Romel, el libanés que fundó este local. Con cara de pocos amigos, respuestas breves y directas y trabajo rápido y efectivo, el dueño consiguió ganarse el cariño de sus parroquianos más habituales, aunque también la enemistad de otros tantos -como se refleja en sus reseñas a través de Google-.
Romel abrió este negocio en 1978, apenas seis años después de la apertura del primer local de döner kebab del mundo por Kadir Nurman en Berlín. Fue él el que tuvo la brillante idea meter en un pan de pita las láminas de cordero asadas en posición vertical, la lechuga, la cebolla y la salsa de yogur que normalmente servía en un plato. Y funcionó, convirtiendo así esta deliciosa carne en una opción de comida rápida famosa en todo el mundo.
El lugar, de aspecto modesto y capacidad limitada para comer in situ, ha sido reformado en los últimos años, cambiando algunos detalles, mejorando su aspecto, pero manteniendo su esencia. A pesar de la jubilación de Romel, sus sucesores continúan su legado, manteniendo la tradición de ofrecer kebabs simples o dobles, acompañados de verduras, yogur y salsa picante. La única diferencia, además de la ausencia de su gruñón dueño, es el corte de la carne, que ya no se hace a cuchillo como antaño, sino con una máquina especializada para ello.