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Del huevo de Colón al huevo de Leonardo

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 1 jun. En la feria de cartografía de Londres de 2012 el investigador Stefaan Missinne adquirió un globo terráqueo grabado en un huevo de avestruz que dató en la Florencia de 1504 y atribuyó a Leonardo da Vinci, y esta tarde explicará la trascendencia de su hallazgo a un auditorio de expertos en el Archivo de Indias de Sevilla.

Se trata del primer globo terráqueo que señala el Nuevo Mundo, si bien designa así solo América del Sur y Central, junto a la cual las islas de Cuba y de la actual República Dominicana -“Isabel” y “Spagnola”, respectivamente- son vecinas de, poco más al Oeste, Japón -“Zipancri”-, ya que América del Norte aún no se conocía -La Florida fue descubierta en 1513-.

Es también el primer globo que consigna “Brazil” y, según ha asegurado a EFE con cierto timbre de orgullo el profesor Missinne, belga nacido en 1960 y residente en Viena (Austria), “todos los globos que decoran los dormitorios de los escolares de todo el mundo son hijos de este”.

El “Globo de Leonardo”, como Missinne lo dio a conocer en su libro publicado en inglés en 2018 por el sello Cambridge Scholars Publishing después de seis años de investigación ininterrumpida, está conformado por dos mitades unidas de huevos de avestruz.

En la época de Leonardo había una granja de avestruces en Pavía y el propio artista dibujó varias avestruces y sus huevos en las páginas del denominado “Códice Atlántico”, mientras que el cuadro de Pietro de la Francesca también muestra un huevo de avestruz simbolizando “El nacimiento de un hijo”.

También es el primer globo que consigna la actual Alemania como “Germania” y los perfiles de Arabia -“Arabia Felix”- y, entre las muchas curiosidades que encierra, incluye en el norte una isla, “Neufundlandia”, que no es tal sino la parte más oriental del actual Canadá, la única zona de Norteamericana que se conocía entonces.

El globo es único por múltiples detalles que Missinne explicará este jueves ante un foro de historiadores y cartógrafos, como que los dibujos de las montañas con los que se señalan las cordilleras, que en los mapas de la época son todas iguales, en la cartografía de Leonardo son “individuales”, o sea no hay una igual a otra.

En la cartografía del Renacimiento los elementos reales conviven con los imaginarios y así sucede también en el Globo de Leonardo, donde el extremo sur de América -todavía incógnito entonces- avanza hacia el Este adentrándose en el Atlántico sur, mientras que la costa del Pacífico -también desconocida todavía- es un trazo casi liso, del que están ausentes los accidentes geográficos de la parte atlántica o conocida.

También incluye el globo el dibujo de un barco que Missinne ha podido documentar que está copiado de otro dibujo de barco contenido en uno de los manuscritos de la biblioteca personal de Leonardo, y otro dibujo de un monstruo marino que es la suma de varias criaturas, si bien la cola es inequívocamente la de una ballena.

El Globo de Leonardo tiene un diámetro de 11,2 centímetros y el grabado es oscuro, con sus líneas grabadas pintadas de negro y un azul muy oscuro, con un tinte compuesto por magnesio y hierro.

En una época en la que cada ciudad italiana entendía una medida distinta para el concepto “milla”, Missine ha tenido que revisar los escritos de Leonardo y otros mapas suyos hasta determinar que su “milla” equivale a 1.280 metros.

De este modo, el investigador ha concluido que si el diámetro del planeta es de 7.000 millas -así lo escribe Leonardo en sus textos en dos ocasiones-, la escala del Globo de Leonardo -con sus 11,2 centímetros de diámetro- es de uno por ochenta millones, con lo que su error de medida con las dimensiones reales de la Tierra es de solo un 0,35 por ciento, lo que lleva a Missinne a una conclusión certificada por la Historia: “Leonardo era un genio”.

Missinne ha acudido a Sevilla con una réplica del Globo de Leonardo efectuada en plástico porque el original está guardado en la cámara acorazada de un banco y, al preguntarle por el valor comercial que esta pieza única podría alcanzar en una subasta, hace uno de esos mohínes de desagrado que los periodistas cosechan cuando plantean cuestiones no del todo pertinentes y exclama: “¡Eso es lo menos importante!”. EFE

av/fs/ros

(foto)

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