A mediados de julio, la Prefectura Naval Argentina halló a un lobo marino en el kilómetro 67 del río Paraná, cerca de Escobar. Se encontraba decaído, deshidratado y desnutrido, por lo que rápidamente fue llevado a un hospital veterinario.
Permaneció dos días bajo el cuidado de los especialistas de la Fundación Temaikén, quienes lo estabilizaron lo suficiente para que pueda ser trasladado a la Fundación Mundo Marino en San Clemente, donde continuó su rehabilitación. Finalmente, el lunes 29 de julio fue liberado de manera exitosa.
Estuvo dos semanas en tratamiento en la ciudad bonaerense antes de estar listo para ser devuelto a su hábitat. La médica veterinaria de la Fundación Mundo Marino, Dolores Erviti, explicó cómo fue la llegada del lobo: “Al llegar procedimos a completar su estabilización con una fluidoterapia para hidratarlo y terapia térmica para darle confort. Lo bueno es que desde que arribó mostró buena actitud alimenticia comiendo pescado solo del agua”.
Gracias a los análisis de sangre que realizaron, lograron detectar que el animal se encontraba con un cuadro de anemia moderada y bajos niveles de proteínas y glucosas, lo que les dio el indicio a los profesionales de que estaba desnutrido.
Sin embargo, el lobo continuó con su buena predisposición, lo cual facilitó el proceso de recuperación. “Junto con el pescado le suministramos hierro durante una semana para revertir la anemia. Afortunadamente, luego de una segunda extracción de sangre, corroboramos que los parámetros se habían normalizado, lo cual junto a una buena actitud nos dio la pauta de que estaba apto para regresar al mar “, comentó Erviti.
De esta manera, los profesionales lograron darle su final feliz al lobo, el cual volvió en condiciones de salud óptimas a su hábitat.
El lobo marino masculino rescatado pertenece a la especie de Dos Pelos Sudamericano (Arctocephalus australis). Su nombre proviene de las dos capas de pelo que poseen. La interna previene el paso de agua para evitar que se humedezca la piel, y la externa le brinda su característico color marrón grisáceo.
Estos animales llegan a medir cerca de 2 metros y pesan alrededor de 150 kilogramos, en el caso de los machos. Además, poseen pequeños pabellones auriculares que resaltan a los costados de sus cabezas y los distinguen de las focas.
Su distribución en el país se extiende por la costa atlántica, y desde el Sistema de Información de Biodiversidad (SIB) de la Argentina resaltan que la población rondaría los 390.000 individuos. Se suelen encontrar en playas rocosas e islas y se alimentan de peces, camarones, langostinos y calamares.
El biólogo y responsable del Centro de Rescate de la Fundación Mundo Marino, Sergio Rodríguez Heredia, resaltó que es normal encontrar a estos animales en cauces de agua dulce.
Los individuos que habitan en esas áreas suelen ser juveniles y por ende no cumplen todavía un rol central en la función reproductiva de la especie. Según datos del SIB, las hembras alcanzan la madurez sexual alrededor de los 4 años de edad, mientras que los machos logran formar harenes recién a los 7 años.
Debido a eso, se encargan solamente de buscar alimentos y de evitar a sus predadores en zonas como el estuario del Río de La Plata y en la Bahía Samborombón. Una vez que crecen lo suficiente, se acercan a las costas en el mes de noviembre con el fin de reproducirse. Un macho suele reclamar un área reproductiva que contiene entre 5 y 20 hembras.