“Antes de venir a estos lugares hay que bañarse en agua bendita”, arroja una cronista, agolpada en el corralito para la prensa que se montó en los Premios Martín Fierro de Radio 2024 al costado de la alfombra roja en La Rural. La ceremonia aún no empezó. Hay drones fuera del salón que un chico comenzó a hacer volar en el cielo de Palermo y unas productoras, de gala y en zapatillas, fuman un cigarrillo mientras son sus únicas espectadoras.
Son las seis de la tarde y Florencia de la Ve, que recibirá a los nominados e invitados a la gala que organiza Aptra para la transmisión de América, se pasea por la alfombra roja y da cátedra de estilo. Glamour, glamour, glamour. Lleva un vestido corte sirena negro que hizo ella misma, cuenta, y la melena larguísima que la hacen parecer una de esas “Barbies de fiesta” de edición limitada.
A lo lejos, en el lugar donde se sentarán más de 450 invitados que todavía no llegaron, la productora del evento, Liliana Parodi, apunta hacía diferentes sitios del salón con tranquilidad, mientras da indicaciones y de a poco comienzan a llegar las estrellas de la radiofonía. La primera en abrir el juego es Teté Coustarot. “¡Un beso a la Chiqui!”, exclaman por TV con Florencia. Unos minutos después la conductora de Intrusos aprovecha una pausa para tomar una copa de champagne y un asistente le retoca el pelo.
De repente llegaron todos. Entró Virginia Lago y la histeria es total. “¿Está para un vinito?”, suelta un fotógrafo, parafraseando una de los dixit más virales que popularizó la actriz, en su faceta de presentadora de películas en las tardes de Telefe. Ya hay camarógrafos arriba de sillas y movileros quejándose por qué no saben cómo sortearerán la marea de cabezas, cuerpos y micrófonos que los separan de la pasarela de las celebrities de la noche.
Aparecen Magui Aicega, Roberto Piazza, el Mago Sin Dientes, Enzo Aguilar y Cristina Pérez, que está vestida con un atuendo muy floral, a lo Shakespeare como salido de Sueño de una noche de verano. Comentan que el Oro al final de la noche lo tiene asegurado Santiago del Moro, pero todavía no hay certezas sobre cuándo arranca la comida para la prensa. Momentos de zozobra.
Enrique Macaya Márquez, ¡chapeau!, cumple con todo el ritual. Llega, posa para todos los fotógrafos, da entrevistas a los programas y se gana en pocos minutos el amor popular (?). Irrumpe Nancy Pazos con un saco con mensaje. “Se valiente, se fuerte, se audaz”, ruge. Después pasa Fabián Cubero y hace una gambeta olímpica para evitar a la prensa. Pasa Fátima Florez, de la mano de Marcelo Polino, y lo mismo. Después ella se redimirá.
Faltan pocos minutos para el comienzo. Dominique Metzger se lleva todas las miradas con un look deslumbrante por el que, según cuenta, “me preocupé y me ocupé”; María O’Donell se acerca a alguien y le pide que le saque una foto cuando Florencia la entreviste; Catherine Fulop irrumpe como un huracán venezolano de sensualidad y efervescencia; Silvio Soldán charla en su modo “dandy eterno” con una señorita y Cacho Rubio, el hombre de la chalina blanca que es sinónimo del Martín Fierro, parece preparado para su momento.
Ahora piden desde adentro que la gente tome asiento porque se dará inicio a la premiación. Llegan al ras del comienzo Andy Kusnetzoff y Matías Martin, pero son copados y dan notas porque sino se arma. Comienza la transmisión. ¡Aire! Las luces de la alfombra roja se apagan. Pasa Guido Kaczka a oscuras. Nadie lo ve. Sirvieron sanguchitos de jamón crudo, empanadas y hay ñoquis.
Comienza la fiesta y Karina Mazzocco junto a Fernando Dente parecen la dupla más correcta del mundo. A lo largo de las cinco horas cumplen con su rol de anfitriones al pie de la letra y hacen extrañar algo del caos que supo reinar. Porque si los Martín Fierro son la expresión máxima de nuestra argentinidad, sus polémicas, sus traspiés y su temperamento también son parte de su entrañable esencia.
El discurso de Emiliano Pinzón al ganar su premio como mejor comentarista deportivo rompe con el acartonamiento de los primeros minutos y una ovación se apodera de la sala al abrirse con valentía y sensibilidad sobre su diagnóstico de la enfermedad de Parkinson. Mientras que Beto Casella, Santiago del Moro y Elizabeth Vernaci hacen su aparición un poco más tarde, en su rol de estrellas del prime time de la FM.
La Negra Vernaci, de traje sastre plateado como confeccionado de espejos, aprovechó para hacer sociales. Se sacó selfies con Catherine, cruzó el salón para saludar a su amigo Lalo Mir, charló con Tamara Pettinato y fue la primera en sacar el teléfono para tomarle una foto y aplaudir con los brazos en alto cuando Teté entregaba un premio.
Gana Nelson Castro y otra vez hay aplausos generalizados, claman su nombre y el conductor parece tener su propia barrabrava. Pero la comidilla de la noche la terminan sirviendo Marina Calabró y Rolando Barbano. La periodista sube al escenario, después de ganar un galardón como periodista de espectáculo y se lo dedica a su novio, el periodista de policiales.
Luego es el turno de él, pero con estatuilla en mano y todo, realiza los agradecimientos correspondientes y no la nombra a ella. Irrumpen los abucheos y la indignación de la platea femenina es mayoritaria. Incluso, comentan, que la animadora de La Nación+ parece a punto de romper a llorar.
Todo el salón vuelve a ponerse de pie para la distinción que le entregan a Macaya Márquez y lo volverá a hacer cuando aparezca Soldán. A la par, un conductor de AM se queja en una charla en el baño porque no le gusta el champagne y la gala “se viene haciendo larga”. Cristina Pérez da un encendido discurso, pero la reacción en el salón es entre tibia, desganada o directamente no quieren aplaudirla. En la otra punta, Luis Ventura en su rol de presidente de Aptra se pasea por las mesas para saludar a la gente, preguntar cómo está todo y sacarse fotos.
“¿Pueden ir a sus asientos, por favor? Me siento la celadora del colegio”, pide Mazzocco, divertida, en uno de los últimos cortes comerciales. Después, llega el primer gran anuncio. Del Moro, como venían diciendo, se gana el premio mayor de la FM y la mesa de El Club del Moro con Marcela Tauro, Maju Lozano y Costa festejan. “Parece que Del Moro es todo”, murmura Roberto Pettinato hacia el fondo del salón, ajeno.
Abajo del escenario, con gafas de sol como un rock star y de traje dorado-galardón, Santiago habla de su amor por el medio que acá se celebra, de sus comienzos en su pueblo Tres Algarrobos y, casi de forma inevitable, termina contando sobre su rol como conductor de Gran Hermano. Después, desaparece. Ni siquiera posó en la foto final con el resto de los vencedores de la noche, luego de que el otro ganador del Oro, Nelson Castro, fue anunciado.
Cuando el conductor de Crónica de una tarde anunciada (Radio Rivadavia) recibe la noticia de que se lleva la máxima distinción de la AM, un enjambre de personas, entre colaboradores, prensa y amigos, lo rodean y sus ojos se llenan de lágrimas. Más tarde, en diálogo a Teleshow, contará sobre esa profunda emoción por el cariño y el respeto que le expresan.
Es el fin de fiesta. Afuera de La Rural, en la calle, un auto se para y un muchacho de traje impecable y el galardón, por el que todos vinimos acá, en las manos se abraza con su mamá y se besa con su papá. “Bien hecho”, le dice el hombre. Y arrancan.