A lo largo de nuestro país se pueden encontrar infinidad de cuevas que dejan con la boca abierta a los viajeros. Algunas de ellas son mundialmente conocidas, como es el caso de las cuevas de Altamira o la gruta de las Maravillas, mientras que otras permanecen ocultas entre montañas y valles. Así, en el Parque Nacional de los Picos de Europa, muchas de estas cavidades han adoptado a lo largo de la historia un uso que va más allá del meramente turístico. Un ejemplo de ello son las aquellas donde se curan quesos de fama mundial como el Gamonéu y el cabrales.
Sin embargo, en uno de los mayores paraísos que pueden encontrar los escaladores y senderistas se ubican también algunas cuevas que son verdaderas joyas naturales y que desafían a todo aquel que se acerca a ella. Este es el caso de la cueva helada de Peña Castil (Asturias), una cavidad enclavada a más de 2.000 metros de altura que destaca por ser uno de los escasos ejemplos de cuevas con hielo permanente en España, un hecho que la convierte en un atractivo tanto para científicos como para excursionistas.
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365 días de hielo
Peña Castil es la montaña más alta del macizo central de los Picos de Europa, con una altitud de 2.444 metros. La cueva se encuentra a unos 2.100 metros en la falda nororiental de esta cima, de ahí su nombre, y tiene una boca de 20 metros de anchura desde la que se contempla un majestuoso y escarpado horizonte con el valle del Duje en primer término y la vertiente occidental del Macizo Oriental, y su cumbre mayor, la Morra de Lechugales. En su interior, la cueva helada esconde un verdadero tesoro natural: un glaciar subterráneo.
Esta formación de hielo ha perdurado a lo largo de los años, resistiendo las variaciones climáticas y convirtiéndose en un objeto de estudio para los geólogos y climatólogos que intentan entender los cambios en el medio ambiente a lo largo del tiempo. Igualmente, su acceso no es sencillo y requiere conocimiento técnico de escalada y bastante experiencia. Así, para legar hasta ella, es necesario realizar una exigente caminata que parte desde la localidad de Sotres, uno de los pueblos más altos de Asturias.
El recorrido, de unas cuatro horas de duración, atraviesa terrenos escarpados y pendientes pronunciadas que requieren una buena condición física y experiencia en montaña. A medida que se asciende, el paisaje cambia radicalmente, pasando de los verdes prados a las rocas desnudas y abruptas que caracterizan los Picos de Europa. Cabe destacar que es necesario hacer este camino con un guía local de montaña.
Una vez en la cueva, el contraste es impresionante. Desde el exterior, la entrada a la cueva de Peña Castil parece modesta, pero al internarse en su interior, el visitante se encuentra con un paisaje glaciar. Estalactitas y estalagmitas de hielo adornan las paredes y el suelo, creando un escenario casi surrealista. El frío es intenso, con temperaturas que pueden descender varios grados bajo cero incluso en pleno verano. Este frío extremo es lo que ha permitido la conservación del hielo a lo largo de los siglos.
Recomendaciones y riesgos
La cueva helada de Peña Castil no es solo un espectáculo natural, sino también un testigo mudo del cambio climático. En las últimas décadas, se ha observado una reducción en la cantidad de hielo presente en la cueva, lo que ha generado preocupación entre los científicos. Este retroceso del hielo es un indicio más de los efectos del calentamiento global, que también se hacen evidentes en otras zonas montañosas de Europa. A esto hay que sumar el incremento de visitantes a la cueva, lo que ha tenido también un impacto en ella.
En este sentido, el Parque Nacional de los Picos de Europa, desde su página web, señalan que los científicos que monitorean los heleros en este enclave han expresado su preocupación ante el creciente número de visitantes que, además de admirar la belleza del lugar, se aventuran a caminar sobre el hielo, una práctica estrictamente prohibida. Esta acción representa un alto riesgo, ya que la capa de hielo es fina y podría romperse, lo que podría provocar una caída al vacío en una sima profunda, con consecuencias potencialmente fatales. Por esta razón, se insiste en que los visitantes no deben sobrepasar el terreno de roca y bajo ninguna circunstancia caminar sobre el hielo.