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Los portugueses escapan de Lisboa porque la JMJ “le viene grande” a la ciudad

Mar Marín

Lisboa, 2 ago (EFE).- Con Lisboa tomada por cientos de miles de fieles durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y la visita del papa Francisco, son muchos los portugueses que se plantean encerrarse en casa o huir de la ciudad hasta el domingo próximo, cuando concluye la mayor concentración de cristianos católicos del mundo.

“Lisboa es muy pequeña para un evento como éste. Le viene grande”. Pedro Ramos Pinto no tiene dudas. Es uno de los miles de lisboetas que escapan de la ciudad.

La avalancha de peregrinos que ya ha tomado Lisboa -unos 300.000 según los organizadores- ha quebrado la rutina de esta tranquila capital de poco más de medio millón de habitantes.

Las restricciones de tránsito y los exhaustivos controles de seguridad han puesto la ciudad “del revés”.

Calles cortadas, estaciones de metro cerradas, trenes colapsados y cambios en las rutas de los autobuses obligan a pensarlo dos veces antes de salir. Conseguir un taxi es casi imposible.

El Gobierno ha dado a los funcionarios “tolerancia de punto” -flexibilidad para ausentarse del trabajo- y muchas empresas han reducido jornada o han optado por vacaciones o teletrabajo.

Si ninguna de estas alternativas es posible, hay que armarse de paciencia y salir con anticipación.

Tampoco conviene perder los nervios a la hora de comer o hacer la compra. Muchos supermercados y restaurantes han cambiados los horarios y los peregrinos tienen prioridad.

“El tique no es necesario para los peregrinos. Vaya directamente a la fila exclusiva”, reza el aviso de una popular cadena de comida rápida del centro, abarrotada de jóvenes católicos.

DE VUELTA AL PUEBLO

Por eso Pedro ha huido de Lisboa. Este portugués, católico no practicante, teletrabajará desde Figueira de Castelo Rodrigo, en el norte del país.

Se lleva a su madre, Amália, de 72 años, que fue voluntaria de la JMJ, pero “con miles de jóvenes, se ha agobiado”, explica a EFE. En el pueblo espera su padre, “más previsor, que se fue antes”.

“La JMJ me parece bien para la gente a la que le guste la religión, pero Lisboa es muy pequeña para este evento. Le viene grande”, insiste Pedro.

En su círculo, “todos los que podían se han ido, hasta un amigo español que se ha vuelto a su pueblo y teletrabaja desde allí”, continúa.

Pedro volverá “cuando haya pasado todo” y confía en que la JMJ deje un legado tras una inversión, pública y privada, de 180 millones de euros (198 millones de dólares).

“Es muchísimo. Espero que se pueda sacar algún beneficio, aunque al final, se va a gastar más de lo que se ingresa”, apunta.

LISBOA EN EL MAPA, ¿A QUÉ PRECIO?

Anastasia Henriques se ha refugiado en Alcanena, próximo a Fátima. Tiene dos hijas pequeñas, vive cerca del Parque Tejo, donde culminarán las ceremonias de la JMJ, y trabaja a pocos metros de la sede de la Nunciatura Apostólica, el alojamiento del papa en esta visita a Lisboa.

“La propia policía de la esquina no podía decirme qué pasaría durante la semana. Ha habido falta de información y desconocimiento”, lamenta.

La suya es una de las muchas voces críticas contra el coste de la JMJ. “Lisboa no tiene capacidad para acoger esto, no tiene dimensión”, sostiene.

“El Estado se ha gastado un dineral en un palco, todo para poner a Lisboa en el mapa. Señores, seamos consecuentes, me han subido el alquiler 150 euros, vamos a tener en cuenta las carencias de este país, una de ellas es la vivienda”, denuncia.

Tiziana es budista. Esta italiana llegó Lisboa hace cinco años y no puede viajar ahora, pero se organiza para esquivar la JMJ. ¿Cómo? Teletrabaja y adelantó una gran compra antes del evento.

“Hay varios grupos de peregrinos cerca, los escucho cantar, pero no me molestan”, dice.

“No puedo hacer otra cosa. Me quedaré en casa hasta que pase todo. Ya queda menos de una semana”. EFE

mar/pfm/jl

(foto)

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