Marina Estévez Torreblanca
Madrid, 7 oct (EFE).- Aerolíneas que insultan públicamente a sus usuarios, políticos que se jactan del derribo de chabolas, o la proliferación de nombres canallescos para bares han llevado al dibujante Mauro Entrialgo a dedicar un ensayo al ‘malismo’ donde pone nombre al fenómeno para “modestamente, intentar que no se aplauda”, explica a EFE.
‘Malismo: La ostentación del mal como propaganda’ (Capitán Swing), que sale a la venta este lunes, es un libro breve, revelador y a ratos desternillante que supone la primera incursión de Entrialgo, muy conocido como humorista gráfico, en el “ensayo sin dibujitos” -dice- aunque ya había escrito guiones (‘Gente pez’, 2001) y obras de teatro.
El autor -que ha trabajado en publicaciones como ‘Makoki’, ‘El Víbora’, ‘El Jueves’ o ‘Mongolia’- quiere “poner un nombre y enseñar que esto existe y que todos somos capaces de identificarlo aunque hasta ahora no habíamos sabido cómo llamarlo”, remarca sobre la etiqueta que ha ideado para los ejemplos que empezó a anotar hace cuatro o cinco años sin propósito específico.
“Poco a poco empecé a ver un sistema de exaltación de lo malo, desde tonterías, como bares que se llamaban ‘El embaucador’ o ‘La sinvergüenza’, a las estrategias de algunos políticos o incluso formas de comunicación comercial”, subraya el creador de ‘Herminio Bolaextra’ y ‘Ángel Sefija’.
En su relato tiene un papel destacado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en situaciones como su conocido “me gusta la fruta” para justificar jocosamente un insulto a Pedro Sánchez que acabó estampado en camisetas decoradas con frutas “al modo de un Arcimboldo de AliExprés”, además de protagonizar la cena de navidad de su partido.
También recuerda la decisión de la entonces vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, de difundir en medios y redes en 2022 su propia imagen en una “cuidada pero artificial pose” ante unas chabolas que iban a desmantelarse junto a la M-30.
Acciones que “unos años antes, incluso en el desvergonzado franquismo, se llevaban a cabo evitando toda publicidad”, remarca Entrialgo (Vitoria, 1965), que deja claro que en su libro no existe la hipérbole y todos son datos reales y minuciosamente documentados.
Más allá de describir el fenómeno -desde soldados israelíes que se jactan de crímenes de guerra en canales públicos a avatares en X con asesinos en serie o los que llama los ‘nazis del misterio’- el autor no ha entrado a analizar en profundidad su compleja procedencia, “pero por supuesto las redes sociales tienen mucho que ver”, remarca.
Cree que han sido un campo de prueba para ver cómo funcionan estos mensajes. “Nos damos cuenta de que un troll anónimo consigue muchísima más relevancia que una persona con nombre que se comporta normalmente”. Es en este contexto en el que una compañía aérea responde desde su cuenta oficial en X a un usuario que se queja de la falta de espacio entre asientos si ha probado a cerrar las piernas.
Actitudes ‘malistas’ que han pasado a políticos y columnistas que “se han dado cuenta de que diciendo barbaridades tienen más relevancia porque sus mensajes son más reproducidos en los medios”, reflexiona.
Y aunque siempre ha existido una fascinación por el mal, la novedad está en el fenómeno de “presumir de ser mala persona” y que “ahora sea más ‘cool’ un millonario como Elon Musk que insulta a la gente en su propia red social, que otro que haga acciones benéficas”.
“Cuando los millonarios van de rebeldes, nos han robado hasta la posibilidad de ser irreverentes”, lamenta el dibujante.
El reconocido humorista, que se confiesa incapaz de contar cosas sin pasarlas por ese tamiz, sigue viendo ejemplos de ese ‘malismo’ por todas partes desde que entregó la obra a imprenta, y se refiere al conocido como ‘caso Pelicot’, por el que se juzga en Francia a un hombre acusado de favorecer la violación de su mujer por decenas de otros individuos a los que contactaba por internet.
“Un tío que violaba a su mujer y lo grababa para presumir de ello entre sus amigos y hacer más colegas. Una auténtica barbaridad”, resume Entrialgo, para quien poner un nombre a las cosas puede ser el principio de su superación. EFE
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