(Desde Washington, Estados Unidos) “Nos tenemos tanta confianza que firmamos el acuerdo sin haberlo leído”, le dijo Antony Blinken a Diana Mondino cuando concluyó la ceremonia en el Salón de los Tratados del Departamento de Estado. En primera fila observaban el jefe Gabinete, Nicolás Posse, y el embajador Gerardo Werthein, mientras que al otro lado se ubicaba el representante de la Casa Blanca, Marc Stanley, y el subsecretario para América Latina, Brian Nichols.
El acuerdo firmado lleva un título que explicita las relaciones que mantienen el gobierno de Javier Milei con Joe Biden: “Entendimiento marco para el establecimiento de un diálogo estratégico entre Argentina y EEUU”.
Antes de la firma, Blinken aseguró el tratado bilateral “es realmente un reflejo de la profundización de la coordinación de la cooperación y la relación entre Estados Unidos en Argentina”.
Y remató: “Ha habido una intensificación importante del trabajo que estamos haciendo juntos en prácticamente todos los frentes, ya sea a nivel bilateral, a nivel regional e incluso a nivel mundial, y este es el diálogo de alto nivel que mantenemos ahora”.
A su turno, Mondino dijo “tenemos una fuerte intención de ampliar la agenda de comercio e inversión y queremos promoverla entre nuestros dos países, especialmente en muchos otros sectores múltiples. Todo lo que pueda ayudarnos a mejorar la vida de nuestra gente”.
Y concluyó: “Argentina está dispuesta a colaborar en las relaciones bilaterales con Estados Unidos y con muchos otros países. Sabemos cómo hacerlo para lograr este objetivo”.
Tras la ceremonia, Blinken y Mondino caminaron por un pasillo impecable rumbo al despacho del secretario de Estado. Colgado en las paredes del séptimo piso del edificio Harry S. Truman se podían observar los cuadros de Hilary Clinton y Condoleezza Rice, dos antecesoras de Blinken que hicieron historia en la diplomacia americana.
Estados Unidos siempre tuvo una influencia blindada sobre América Latina, era su área de interés en un mundo bipolar que sólo exhibió como excepción geopolítica a Cuba. Pero en las últimas dos décadas, China empezó a ocupar espacios regionales a fuerza de créditos blandos y la apertura estratégica de sus mercados.
Brasil, Nicaragua, Cuba y Venezuela, por citar algunos ejemplos, se transformaron en aliados regionales de Beijing, y la Casa Blanca ya despliega una estrategia propia para balancear la influencia de Xi Jinping de América Latina. El gobierno de Milei es una pieza clave de ese plan de contención, que no tiene muchos actores en América Latina.
Blinken traerá este asunto a la conversación con Posse, Mondino y Werthein. Durante su viaje a Buenos Aires, el secretario de Estado describió las aspiraciones de Washington vinculadas a la ofensiva de China, y Milei, Posse y Mondino compartieron su perspectiva global.
El presidente está en las antípodas ideológicas de Xi y cree en la alianza estratégica con Estados Unidos. Y esa directriz en la toma de decisiones será transmitida hoy por el jefe de Gabinete y la canciller al secretario de Estado. Argentina no permitirá puertos chinos en el Sur, y menos aún su participación en emprendimientos tecnológicos o vinculados al control de la Hidrovía.
Posse y Mondino también tienen intenciones de tratar la situación humanitaria en Haití. Estados Unidos solicitó colaboración a la Argentina, y ya está en el Congreso un pedido de autorización de envío de tropas para colaborar con la seguridad en la isla caribeña. Haití es un estado fallido, y la intención regional es encontrar instancias para revertir su anomia institucional.
Antes del cónclave con Blinken, Posse, Mondino y Werthein irán a la Cámara de Comercio de Estados Unidos para describir el plan de ajuste. Las principales compañías locales tienen expectativa respecto a los próximos pasos de la administración Milei. Posse y Mondino regresan mañana a Buenos Aires.
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