Marcelo M. venía en caliente, con una pistola en su mano y un hit para el perro de maleantes en su story de Instagram. Acababa de robar en San Telmo junto a dos amigos la camioneta que piloteaba, una BMW X1 valuada en más de 30 mil dólares, que luego descartaron en Dock Sud, Avellaneda. De allí venía, por ejemplo, uno de los miembros de la banda, presente en el vehículo, Emiliano.O. Marcelo, de la villa Zavaleta de Barracas, tiene 18. Emiliano, 21, ambos punibles según el sistema penal. Pero el tercer chico que sonreía detrás en la camioneta, en el video que ilustra esta nota, no, para nada.
Fue identificado como F.S, también oriundo de la Zavaleta.
F.S Tiene apenas 14 años.
Hoy, todos están encerrados. La División Sustracción de Automotores y Autopartes de la Policía de la Ciudad arrestó tras un análisis de cámaras y redes sociales a Marcelo M. y al menor inimputable con una serie de redadas en el asentamiento de Barracas ocurridas el miércoles 22 de este mes, en una causa a cargo del Juzgado de Menores N°5 de Gonzalo Oliver Tezanos. El tercero ya había sido detenido el martes 7 de este mes en Avellaneda por la Policía Bonaerense, acusado de robos en la zona.
El joven de 18 y su banda no cubrieron mucho su rastro, a pesar de que el joven de 18 años borró todos los posteos de su cuenta. En el domicilio de Barracas donde lo allanaron le encontraron la campera que vestía en el video, así como varios celulares. F.S fue hallado dentro de la manzana 8 de la Zavaleta con un iPhone y un Ford Focus blanco cuya procedencia deberá determinarse. Así, fue trasladado al instituto de menores Inchausti. En uno de los domicilios allanados se encontró otra prenda inusual: una bolsa de la empresa de caudales Brinks.
La historia, en sí, no es nada nueva: chicos que posan con pistolas, que prometen guerra a la policía, que roban y terminan detenidos. La carrera criminal de Marcelo y su banda los vuelve distintos.
Se los acusa, por lo menos, de cuatro robos cometidos en poco más de un mes, asaltos con un particular grado de violencia:
Primero, según la investigación de la Policía de la Ciudad, se llevaron una Jeep Renegade en San Juan y Defensa el 4 de abril. Menos de un mes más tarde, 2 de mayo, se llevaron un Peugeot 408 en la Comuna 4. Cinco días después, la camioneta BMW, robada en Garauy y Chacabuco. El 15 de mayo, una Volkswagen Amarok, también en la Comuna 4.
La detención de F.S sirvió para reavivar el debate de la baja de imputabilidad, una historia recurrente en los planteos del PRO y La Libertad Avanza. “Un delito de adulto, merece la pena de adulto”, sostuvo el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, tras el hecho.
“Gracias a las tareas de investigación realizadas por la División Sustracción de Automotores de la Policía de la Ciudad, identificamos a los miembros de la banda y el modo en el que operaban. Eso nos permitió llevar adelante los allanamientos y concluir con su detención”, afirmó Waldo Wolff, el ministro de Seguridad porteño, más policial en su discurso.
La existencia de una banda de este tipo en territorio porteño también lleva a otra idea.
En La Matanza, los menores de edad dedicados al robo de autos de alta gama -que terminan en desarmaderos, hachados para repuestos, o reciclados para que otras bandas de pesados los utilicen como vehículos de fuga para entraderas- son una norma del hampa, una que, a veces, termina en muerte. Estos menores suelen robar autos a comisión, a pedido, un trabajo del hampa mucho más lucrativo que ser el soldadito de un dealer. Quiénes eran los jefes de los chicos de la Zavaleta, a quiénes le vendían lo que robaban -si es que son culpables- es otra pregunta interesante.
Las bandas, coinciden fuentes de los dos lados de la ley, podían pagarle a fines del año pasado $500 mil a un menor de edad por un auto robado, hasta $800 mil si es una camioneta. El monto es mucho más de lo que le pagaría un narco por revender bolsitas en un bunker. El número, en ocasiones, se duplica en la reventa.