Los ánimos están caldeados en el Gobierno. La demora de la ley Bases en el Senado trajo de vuelta a la Casa Rosada el fantasma de la derrota de febrero, cuando debieron retirar la ley por las presiones de la oposición. Si bien no dan por perdida, viven la dilación como un fuerte revés, y lo atribuyen a una fuerte campaña de la oposición para “boicotear” el Pacto de Mayo, pero también a las actuaciones deficientes de los alfiles de la tropa propia. El autodiagnóstico generalizado, en el oficialismo, es que faltan cuadros políticos.
Los libertarios esperaban tener el dictamen cocinado a más tardar anoche, para llegar a tiempo a celebrar el mentado evento de Córdoba el sábado 25. Pero ayer por la tarde, cuando quedó en claro que las discusiones se prolongarían hasta la semana próxima, del alivio que habían sentido con la media sanción en Diputados pasaron a masticar bronca y buscar responsables.
Los principales apuntados eran el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y la vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quienes achacaron una falta de compromiso con la ley y una desinteligencia prevenible: fijar la fecha del informe ante el Congreso en una semana clave, cuando no había tiempo para distracciones.
La presentación de Nicolás Posse en el Senado cayó mal en varios despachos, donde lamentaron profundamente la pérdida de una jornada entera de debate en un calendario extremadamente apremiante. Pasaban factura, además, por el “desperdicio” en el tiempo de José Rolandi, el principal delegado de la Jefatura de Gabinete en la negociación de Bases, que debió abocarse a asesorar al ministro coordinador los días previos, al punto de que ninguno de los dos pudo asistir al importante acto que encabezó Javier Milei el martes en el Salón de los Bustos de la planta baja de la Casa Rosada.
En el entorno del funcionario y amigo de Milei aseguraron que no tenían otra alternativa. Según la Constitución, recordaron, Posse debe presentar todos los meses su informe, y no tenía manera de seguir esquivándolo. Además, ya había pedido una prórroga la semana pasada sobre la fecha inicial, debido a un viaje oficial. “Los que se están retrasando son los senadores. Lo de la presentación de Nicolás es una excusa barata”, replicaron, tajantes, en su entorno. Y remarcaron, insistentemente, que “hay reglas que se deben seguir”.
De todas formas, la responsabilidad por el problema del timing se atribuía principalmente a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que aprobó la convocatoria para el peor momento, a sabiendas de que el 25 de mayo aparecía en rojo desde el 1ro de marzo. Y si bien evitaron atribuirle malas intenciones por la fecha de la citación (deslizaron que se trató de una “desinteligencia” de su parte), en algunas terminales libertarias adjudicaban la falta de cooperación a su “ego”. “No soporta no ser el centro. Siempre fue así, desde antes de ser siquiera candidata”, dijeron.
Como en la Jefatura, cerca suyo también aseguraron que no tenía opción. “Lo pidieron y lo votaron los senadores”, explicaron. En la Casa Rosada no compraron la justificación. “Si estaba la decisión de Victoria, se resolvía con un papel y una firma”.
El nivel de compromiso con la negociación también generó molestias. Como en enero y febrero, Francos volvió liderar las conversaciones con la oposición prácticamente en soledad, a pesar de los pedidos expresos para que Posse interviniera directamente. El ministro coordinador se había involucrado, pero sólo en el inicio, para dar las directivas “del rumbo”, hace casi dos meses. Pero después volvió a delegar la tarea en su segundo en el mando, Rolandi, un funcionario de perfil estrictamente técnico.
“Nicolás acordó desde el principio del Gobierno que su tarea no era política, sino de gestión”, sostuvo uno de sus asesores. “Esto funciona como una empresa: está todo compartimentado y se delega, cada uno tiene su rol. Y su tarea era dar las directivas en el inicio”, agregó. Y negó cualquier malestar entre Milei y Posse, un secreto a voces en el Gobierno.
Cerca de Villarruel admitieron que se desligó de esos menesteres, y argumentaron que estaba disgustada por la falta de instrucciones que recibió, especialmente en una comparación que estableció con Diputados. “A Menem le mandaron todos los fierros, acá no pasó nada. Cero estrategia espejo”, deslizó un funcionario legislativo. En resumen, deslizaron que “se corrió” para no incomodar a nadie, porque no había sido participada de la estrategia legislativa que comanda el ministro del Interior, Guillermo Francos, para sacar adelante la ley.
El pase de factura no pasó desapercibido en la Casa Rosada, donde percibieron señales de fuego amigo: “Nos extraña, todos sabemos cuánto trabajó Guillermo (Francos) en esta ley”, replicó un funcionario que lo frecuenta. Y recordó que el ministro también intervino, aunque no le correspondiera, para ayudar a acercar a Victoria y Karina “en el peor momento” de la relación. “Todo estaba fluyendo bien en Diputados, no era necesario que la llamaran para decirle que tenía que trabajar para defender la ley; caía de maduro”, agregaron en Gobierno. Ayer, para aquietar las aguas, Francos fue al Senado a reunirse con Villarruel, acompañado por Rolandi.
Más allá de las responsabilidades puntuales, en el Gobierno hay un diagnóstico más profundo, estructural, que sólo admiten por lo bajo pero que deslizan cada vez más actores. “Tenemos un problema de recursos humanos”, dijeron. Y deslizaron que la necesidad de cuadros políticos idóneos es más acuciante en un gobierno cuyo Presidente es el primero en rehuirle a “la rosca”.
Conscientes del déficit que quedó en evidencia con las dificultades para aprobar la ley en tiempo y forma, en el Gobierno no descartan cambios para “refrescar” la gestión política. “Siempre es una posibilidad”, dijo un importante asesor. Cualquier movimiento de piezas, sin embargo, se hará cuando puedan concluir el “interminable” debate por la ley Bases, que tiene hartos a varios en la cúpula de LLA. Donde, a medida que se veían obligados a introducir cada vez más modificaciones, miraban con cariño a Miguel Pichetto. “Nos gustaría tenerlo”, dijo un hombre del círculo del Presidente que admira al ex jefe de bloque de Cristina Kirchner especialmente.
Con todo, están firmes en escapar a los ofrecimientos de ayuda de Mauricio Macri. Esto a pesar de que en el contraste entre el debate en Diputados y el Senado los libertarios palparon como nunca la excesiva dependencia de sus socios de PRO. A diferencia de la cámara originaria, actores como Cristian Ritondo y Silvia Lospennato no estaban para socorrerlos. En cambio, tuvieron como “aliados” a miembros de Juntos por el Cambio marcadamente distantes, con Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri entre los más díscolos, pasando por los dubitativos radicales Maximiliano Abad y Pablo Blanco.
Frente a la falta de cuadros experimentados, nadie sabe decir por qué Omar de Marchi, un hombre de perfil estrictamente político, que fue diputado, y ocupa un lugar que podría ser estratégico -la secretaría de Asuntos Parlamentarios- quedó limitado, desde que asumió, a ocuparse de las cuestiones administrativas más básicas que le corresponden a su rol. “Por su historia y experiencia, era lógico que se esperara que tuviera un rol más político. Y él lo hubiera aceptado gustoso. Pero nunca se lo pidieron, y está bien, porque nunca le prometieron algo distinto”, dijo, con cautela, un referente que lo conoce. Además de la carencia de políticos, en el mundo libertario existe también un alto nivel de desconfianza.