El enigma de la “Mujer que grita”, una momia de 3.500 años de antigüedad, ha intrigado a los egiptólogos durante décadas. Su descubrimiento desafía las nociones tradicionales sobre lo que constituye una momificación “buena” o “mala”. Este nuevo análisis podría alterar radicalmente la comprensión de las prácticas funerarias en el antiguo Egipto.
Durante el periodo de las dinastías XXI y XXII, los sacerdotes egipcios supervisaron la reubicación de restos dinásticos en el escondite real de Deir el-Bahari en Tebas, cerca de la actual Luxor. Fue en este contexto que se descubrió la tumba de Senmut, el arquitecto real y supuesto amante de la reina Hatshepsut. En una cámara adyacente, se hallaron varios parientes, incluida una mujer mayor con la boca abierta en lo que parecía un grito.
Esta postura, anteriormente asociada con una momificación deficiente, ha sido reevaluada gracias a las investigaciones recientes.
Un estudio liderado por el profesor de radiología Sahar Saleem y su equipo del Hospital Kasr Al Ainy de la Universidad de El Cairo, ha utilizado tecnologías avanzadas como la tomografía computarizada y la espectroscopia infrarroja para analizar la momia. Estos métodos han revelado que la postura de la boca abierta podría ser el resultado de un espasmo cadavérico, y no de una técnica de embalsamamiento incorrecta, según detalló CBS.
Los exámenes realizados muestran que la “Mujer que grita” tenía aproximadamente 48 años al momento de su muerte y sufría de diversas condiciones de salud, como la pérdida de dientes y artritis leve. Sin embargo, lo más sorprendente fue la ausencia de una incisión para embalsamar, lo que sugiere que los órganos internos no fueron removidos, contrariamente a las prácticas de momificación del Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.).
Esta investigación, detalla la agencia EFE, sugiere que la conservación de los órganos internos podría haber sido una práctica más común de lo que se pensaba, desafiando la idea de que su presencia implicaba una momificación de mala calidad.
La momificación de la “Mujer que grita” revela mucho sobre las prácticas funerarias y el comercio en el antiguo Egipto. Los análisis realizados por el equipo del profesor Sahar Saleem han destacado el uso de varios métodos y materiales de lujo que desafían las nociones tradicionales sobre la calidad de la momificación.
Uno de los hallazgos más sorprendentes es la presencia de enebro e incienso en la piel de la momia. Estos materiales eran artículos de lujo que los egipcios importaban desde regiones como el sur de Arabia, África oriental y el Mediterráneo oriental. La inclusión de estos ingredientes en el proceso de momificación indica un sofisticado comercio y una gran importancia atribuida a estos productos en los rituales funerarios.
La espectroscopia infrarroja por transformada de Fourier (FTIR) reveló detalles precisos sobre los componentes utilizados en la conservación del cuerpo. El uso de enebro e incienso no solo tenía fines aromáticos sino también conservantes, ya que estas sustancias ayudaban a deshidratar y preservar el cuerpo.
Otro aspecto fascinante de la momificación de la “Mujer que grita” es el tratamiento de su cabello. Su cabello natural estaba teñido con henna y enebro, productos que no solo servían para embellecer sino también para preservar el cabello en buen estado. Además, llevaba una peluca larga hecha de dedos de palmera datilera, tratada con cristales de albita, magnetita y cuarzo. Estos minerales se utilizaban para endurecer los mechones de la peluca y darles un aspecto negro y juvenil, lo cual era muy valorado en la sociedad egipcia.
De esta manera, entre estos restos se encontraba la sorprendente figura de una mujer mayor, con la boca abierta en lo que parecía un grito eterno. Esta postura inusual, junto con su adorno rico y las técnicas de conservación empleadas, planteó un enigma para los egiptólogos. Aunque no es la primera momia descubierta con una expresión similar, la combinación de su anatomía y las prácticas funerarias observadas en ella desafiaban las teorías existentes sobre la momificación.
Hasta 1998, la mujer que grita permaneció en la Escuela de Medicina Kasr Al Ainy de El Cairo, donde en las décadas de 1920 y 1930 los investigadores estudiaron muchas momias reales, entre ellas la de Tutankamón. Posteriormente, fue trasladada al Museo Egipcio de El Cairo a petición del Ministerio de Antigüedades. Desde 1935, el ataúd y los anillos de la momia se exponen en el Museo Metropolitano de Nueva York.