Doug Mills no es un nombre desconocido en el mundo del fotoperiodismo, pero el pasado sábado se enfrentó a una situación que ni sus décadas de experiencia podrían haber anticipado. En medio del caos, mientras una bala pasaba zumbando cerca de la oreja del ex presidente Donald Trump, Mills, parado a unos pocos pies de distancia, se mantuvo firme en su misión: capturar la historia en tiempo real. Con el dedo en el obturador y el corazón en la garganta, pensó: “Espero obtener la toma correcta. Espero no recibir un disparo yo mismo”.
Su cámara Sony AI, configurada para disparar a 20 cuadros por segundo, registró la trayectoria de la bala disparada por Thomas Matthew Crooks desde un rifle semiautomático AR-15. El disparo quedó inmortalizado como una franja de humo blanco en contraste con el cielo azul, justo al lado de la cabeza de Trump. Mills, sin darse cuenta en ese momento de la magnitud de su captura, siguió tomando fotografías mientras el pánico se apoderaba de la multitud y los agentes del Servicio Secreto se lanzaban sobre el presidente caído.
“¡Oh Dios mío, no lo vas a creer, capturaste la bala volando!” le dijo su editora de fotos por teléfono, mientras revisaba las imágenes enviadas directamente desde la cámara de Mills. “Dije, ‘¿Qué?’” recordó Mills. “Cuando tuve mi laptop más tarde y las vi, dije algo como ‘¡Oh Dios mío, no puedo creerlo!’”.
Desde 1983, Mills ha sido un testigo privilegiado de la historia, primero como fotógrafo jefe de Associated Press (AP) y desde 2002 como parte del equipo de The New York Times. A lo largo de los años, ha sido descrito por Donald Trump como el mejor en su trabajo, incluso llamándolo “mi fotógrafo genio”. Pero el sábado, su misión se tornó peligrosa, y la serenidad con la que enfrentó el riesgo habla de su profesionalismo y dedicación.
En ese instante de terror, Mills recordó los consejos de Ron Edmonds, el legendario fotógrafo de AP que capturó el intento de asesinato de Ronald Reagan en 1981. “Siempre me dijo, ‘Nunca esperes, siempre avanza’. Y ayer hice lo mismo”.
La relación entre Trump y Mills es una paradoja interesante. A pesar de que Trump ha atacado repetidamente al prestigioso periódico para el que trabaja Mills, describiéndolo como un “enemigo del pueblo”, siempre ha mostrado un respeto profesional por el fotógrafo. Durante la cumbre del G7 en Quebec en 2018, Trump le dijo al primer ministro canadiense, Justin Trudeau: “Es el fotógrafo número uno del mundo. Desafortunadamente, trabaja para The New York Times”.
“He tenido más mensajes de texto y llamadas telefónicas de las que puedo contar, diciendo ‘Realmente capturaste la historia aquí Mills, siéntete orgulloso de lo que hiciste, no vacilaste’. Eso significa mucho viniendo de colegas”, confesó Mills. “Siempre he pensado que se trata más de tener suerte que de ser bueno. Y tuve una suerte increíble”.
A unos pocos metros de Mills, Evan Vucci de la AP también estaba en la “zona de amortiguamiento”, el área reservada para los medios entre el escenario y la multitud. Al escuchar los disparos, “pop pop pop”, mantuvo el dedo en el obturador. “Me dije a mí mismo, ‘Tranquilízate, toma fotos, no solo uses el modo ráfaga. Este es un momento importante en la historia de Estados Unidos que debe ser documentado y solo necesito hacer la mejor toma que pueda’”, relató Vucci.
Mills y Vucci demostraron con su valentía que, a veces, el verdadero coraje en el fotoperiodismo no está solo en lo que se captura, sino en la determinación de seguir capturando, sin importar el peligro que aceche.