Durante el día, parece decir “bicho feo”. O quizá “bien te veo”. Tiene como un “antifaz” negro con ceja y garganta blancas. Pero como su canto se destaca lo han llamado “benteveo”, y su nombre científico es Pitangus sulphuratus. Cuando duerme, también sueña.
Un grupo de científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y el Conicet, en la Argentina, logró por primera vez desarrollar un método que traduce la actividad de los músculos vocales del ave cuando sueña en canciones sintetizadas.
Para el líder del equipo, el doctor en física Gabriel Mindlin, el sueño es una actividad que los seres humanos compartimos con otras especies. “Era muy tentadora la posibilidad de entrar en la mente de los pájaros y escuchar cómo sueña”, contó el científico a Infobae.
Desde hace más de 20 años, los investigadores saben que, durante el sueño, las zonas del cerebro dedicadas al canto muestran patrones neuronales similares a los que utilizan cuando están despiertas y cantando. Pero se desconocía el “código” que rige el procesamiento de esa información.
En un artículo publicado en la revista Chaos, editada por AIP Publishing de los Estados Unidos, los investigadores de la Argentina presentaron el método que permite contar con canciones sintetizadas a partir de lo que las aves sueñan.
Dónde se encuentra el benteveo
El benteveo -también se lo llama pitogüé y cristofué– es una especie de ave nativa de América, que se distribuye desde el sur de Estados Unidos hasta el centro de la Argentina. Algunos creen que cuando el benteveo canta, lo hace para avisar la llegada de gente inesperada.
Para los investigadores, en cambio, es un modelo para responder preguntas y comprender mejor al cerebro, el aprendizaje y los sueños.
El pájaro mide entre 21 y 26 centímetros de longitud. Su cabeza es grande. Tiene alas largas y patas cortas. El pico es tan largo como la cabeza y termina en forma de gancho. Se alimenta de larvas, lombrices, e insectos que caza volando e incluso de peces, a los que captura y lleva a una rama.
“Elegimos a los benteveos por varias razones. Una razón técnica es que el ave genera un canto y se puede medir al registrar el movimiento de un solo músculo del aparato vocal. Así se puede saber sin ambigüedades con qué vocalización está soñando”, explicó.
También tuvieron en cuenta que algunas de las 10.000 especies de aves aprenden a vocalizar, y otras no porque ya tienen su canto “impreso en los genes”, comentó. “El benteveo común es una especie que no aprende a vocalizar. No necesita un tutor para aprender”, agregó.
Cómo se hizo el estudio científico
“En los trabajos anteriores habíamos encontrado que la información soñada bajaba del cerebro a los músculos vocales del ave. Ahí se abrió la posibilidad de traducirlos a canto. Con esta nueva investigación pudimos finalmente sintetizar los cantos que se generan mientras duermen aunque no se escuchen.
Cuando un pájaro duerme, su aparato vocal, llamado “siringe”, puede moverse de forma similar a cuando cantan despiertos. En el cerebro del ave, se recrean señales como para cantar, pero no alcanzan a generar los chorritos de aire necesarios para emitir sonido. Por eso, no se escucha nada desde el punto de vista humano.
Al resolver problemas computacionales y técnicos, se pudo concretar ahora la síntesis del canto y eso permite estudiar cuantitativamente los sueños de un ave (al menos del benteveo).
Para hacer la investigación, se capturaron ejemplares de benteveos de la zona de La Plata y se le implantaron electrodos ultrafinos que fueron construidos en el laboratorio, siguiendo pautas de la Comisión Institucional para el Cuidado y Uso de Animales de Laboratorio (CICUAL) de la UBA.
Lo que encontraron es que el resultado del sonido sintético grabado es muy similar al canto que el ave genera durante el día cuando está despierto.
Para Adrián Di Giácomo, investigador en ornitología del Conicet y de la organización Aves Argentinas, comentó que “el estudio sobre el benteveo es provocador, ya que desafia el conocimiento previo sobre el rol del aprendizaje cultural que se asocia a las aves canoras y sobre la complejidad de la producción de sonidos en las aves que no lo aprenden, pero que sí lo sueñan”.
Afirmó que “es maravilloso saber que el ave que estudiaron estaría soñando la repetición de un sonido habitualmente realizado durante un comportamiento agresivo. También lo es que se haya observado al ave dormida erizar las plumas de la cabeza”.
Desde la perspectiva del avance en las técnicas de estudio, el trabajo publicado “es un enorme aporte para estudiar el cerebro de las aves a partir de la traducción de señales de músculos en sonidos”, subrayó.
“Seguramente, los resultados impactarán en otros conocimientos científicos que pueden alcanzar hasta las ciencias aplicadas y sociales”, dijo Di Giácomo.
A partir de los resultados, el equipo de Mindlin ya tiene nuevas metas en el horizonte. “Ahora queremos cuantificar la complejidad de los sueños. Luego vamos a comparar esa complejidad entre las especies que aprenden a vocalizar y las que no. En el caso de las aves que aprenden, intentaremos estudiar cómo se vincula la complejidad del repertorio vocal con la complejidad de los sueños. En un modo más general, aspiramos a brindar una herramienta para entender el rol de los sueños en el aprendizaje y la consolidación de la memoria”, explicó Mindlin, quien trabajó junto con Juan Döppler, Melina Atencio y Ana Amador.