“No me gusta mostrarme, voy poco a la cancha. Voy al gimnasio a las 7 de la mañana para que haya poca gente; soy un poco antisocial. Para ser entrenador me jugó en contra. Yo les aconsejo a mis hijos, no les digo de hacer lobby, pero la oportunidad aparece a veces de la relación. Yo a los 52 años no creo que vaya a cambiar…”. La autoradiografía que Nacho González ensaya no parece reflejar lo que los hinchas percibieron desde la tribuna a lo largo de su carrera, o lo que devuelve la pantalla de TV. Aquel arquero de personalidad desbordante, que impuso modas, como el pantalón largo y el osar patear penales en épocas del reinado de José Luis Chilavert, hoy trabaja en Racing con los guardametas de Inferiores, pero también le inyecta ácido a sus críticas y cuenta anécdotas de las entrañas del fútbol en sus intervenciones en TyC Sports.
“Es mi tercer año, la duda era que yo trabajo en Racing con los arqueros, y de ahí para abajo coordinando fútbol juvenil. El temor era ese, a veces una palabra de más u otra de menos puede poner a alguien incómodo. Siempre trato de expresarme con respeto, de decir lo que siento, y mis compañeros me cuidan. Soy auténtico, lo hablamos con Mariano (Salusky), que es el productor, no hago lo que no soy. Si algo me calienta, me enojo, sin perder la esencia. Cuando coinciden dos o tres días sin ir a la tele, lo extraño, porque entra dentro de una dinámica ya estructurada en mi vida”, se explaya en diálogo con Infobae el portero que surgió en La Academia, se destacó en la selección argentina con Passarella y jugó en el fútbol europeo.
-En este nuevo rol te has animado a contar historias sorprendentes, como cuando te tomaste a golpes de puño con un compañero en el entretiempo de un partido en Las Palmas o cuando revelaste que en el mismo club les ofrecieron 10.000 dólares por futbolista para ir para atrás y los rechazaron. ¿Por qué el jugador se suelta menos cuando está en actividad?
-Hay muchas cosas que se cuentan en el después. El otro día estaba escuchando el Líbero versus a Battaglia, y contó qué le dijo Almendra cuando lo apartó del plantel. Me parece que los protagonistas, cuando salimos un poco, nos animamos más. No es por miedo. Cuando uno toma cierta distancia de un lugar, algunas cosas se permiten contar. Lo de la pelea en el vestuario lo conté cuando pasó lo de Zambrano y Benedetto en Boca. Son vivencias que uno ha tenido. Cuando tomás cierta distancia del protagonismo, te abrís un poco más de lo normal.
-¿Y nadie te llamó para decirte “no cuentes tal cosa” o “no me matés”?
-Me conocen. La mayoría de los comentarios, que recibo al aire son para sumar. Sí vecinos por ahí me dicen cosas de lo que ven en la tele, pero es el show. La mayoría es buena onda.
-Antes de enfocarte en esta función en TV y en ser entrenador de arqueros, fuiste director técnico principal en All Boys. ¿Cómo evaluás esa experiencia?
-En el primer trimestre de 2019 ya había ido a trabajar a Venezuela. El fútbol profesional es otra cosa. Tenés mas herramientas, más responsabilidades. En el amateur nunca da lo mismo ganar, perder o empatar, pero siempre estás buscando el progreso de los chicos. En el área profesional no tenés tiempo, estuvimos casi ocho meses. Como pudimos, con las herramientas que tuvimos, tratamos de poder demostrar la idea. Cuando nos tocó irnos, Pablo Frontini, Darío Stefanatto, los referentes, me dijeron ‘qué lástima que te vas’. Son las cosas que te vas llevando, el haber dejado algo. Nos tocó un año durísimo. Los entrenadores siempre ponemos excusas. El equipo no venía de buena campaña y venía con el lastre del promedio. Nos tocó luchar con la más difícil.
-¿Y por qué no volviste a dirigir?
-Me apasiona ser entrenador, me vuelve loco. Planificar un partido, la táctica, el liderazgo, el manejo de grupo, darle una impronta… Con Ariel Rodríguez somos los que luchamos defendiendo el Cholo Simeone. Lo veo y es el ejemplo de lo que me hubiese gustado ser como entrenador. No por los logros, sino desde su forma de expresarse, de la dinámica de trabajo en el día a día. Me hubiese gustado volver a dirigir. El sistema es así, siempre dirigen los mismos, en Primera o la B Nacional, entonces definí seguir con algo que me apasiona que es el arco. Y el placer es ver progresar a chicos. Hacerles entender que el camino es largo, ver el crecimiento, porque después, cuando están más cerca de la Primera, se va haciendo el embudo, y son poquitos los que pasan. Hay que hacerles entender que el fútbol sigue más allá de Racing y hay muchos ejemplos de arqueros que han llegado a mucho y tuvieron que emigrar para progresar.
-¿Qué experiencias les trasladás a los chicos?
-Hace unas semanas Benicio Romero, arquero de Séptima División, estaba preseleccionado con la Sub 17. Y yo sabía desde antes que no iba a estar en el corte. En la jornada de sábado, termina el partido y se le comunica. Obviamente, hubo lágrimas, llanto y desilusión. Al otro día, nosotros entrenábamos, para la Reserva, necesitamos un arquero más, y dije”mandame a Benicio y que vea la dinámica, el trabajo y así vemos cómo está”. Le conté un poco mi experiencia, por aquel Sudamericano Sub 19 con Mostaza Merlo en San Cristóbal, Venezuela. Me tocó jugar los primeros tres partidos, no había andado mal. Mostaza la charla la hacía 20 minutos antes de salir del hotel. Cuando dio la charla, dijo “el arquero va a ser Leo Díaz”, y para mí fue un mazazo. Enterarme 20 minutos antes que no iba a jugar… Le expliqué que no digo que no demuestra las emociones, pero sí que cuando menos las demostremos al afuera, mejor. El lunes siguiente, la Séptima viajaba a un torneíto, pero un arquero de la Sub 17 se terminó lesionando y él viajó a París. La moraleja es que, toque o no toque, uno siempre tiene que entrenarse y estar preparado.
-¿Qué le hubiera dicho el Nacho González entrenador al Nacho González arquero?
-Hubiese elegido mejor mi representante. Me la jugó mal, pero gran parte de la responsabilidad fue mía, por delegar o no estar encima. Hay otros representantes que son amigos, compañeros que ayudan, y los hay oportunistas. Y eso que con la guita soy jodido, pero yo confié ciegamente. Después, hubiera cambiado lo de Bolivia antes del Mundial de Francia (fue expulsado por golpear a un rival). Es parte de mi personalidad, hoy tengo medio agarrado del cuello el ser impulsivo, tengo el contador un poco más largo, pero cuando tenía 20, 25 años… Eso me costó ir a un Mundial.
-Pero esa personalidad fuerte también te convirtió en lo que sos.
-Sí, esa misma personalidad es la que me empujó a sobresalir y luchar. Es la manera de sobreponerte al resto. No podría renegar de mi personalidad. Johan Cruyff fumaba cinco atados por día y por ahí dicen “mirá lo que hubiera sido si no fumaba”. Y tal vez si no fumaba no hubiera sido Cruyff.
-Hubo arqueros que declararon que te tuvieron como referente y usaban pantalones largos para imitar tu look. ¿Qué te generaba eso?
-Sí, me acuerdo de Enrique Bologna, también Patón Guzmán dijo que una de sus grandes referencias fui yo. Uno no se da cuenta, da como vergüenza, pudor.
-¿Cómo se dio lo del look de los pantalones largos que pegó tanto en aquella época?
-Se dio un partido de Reserva, en La Plata. Hacía muchísimo frío y dije ‘¿por qué no usar pantalón largo?’. Le pregunté al árbitro si podía, dijo que sí, que no había problema. Me lo puse, Zetti (arquero del San Pablo de Raí y de la selección brasileña) se vestía así. Yo doblaba las medias y me las ponía bien abajo. El otro día vi una foto, me quedaba muy feo. Soy de los que piensan que los arqueros entran por los ojos y después hay que tratar de agarrar la pelota. Y yo me sentía cómodo vestido así.
-También te pusiste a la vanguardia de los arqueros que pateaban penales, en una época en la que Chilavert era un símbolo en ese rubro.
-El único que pateaba era Chila, pateaba penales y tiros libres, y pateaba muy bien. En el Racing del 96 con el Coco (Basile), el Mago Capria, Bichi Fuertes, Brusco y Chelo Delgado, tuvimos una racha que erramos. Pasaron dos o tres fechas, previo a un partido con Huracán, y con el Panadero Díaz -ayudante de Basile- empezamos a joder. Y me dijo “cuando practiquemos pelota parada, ponete a patear penales”. Ahí nomás tiró: “Patea mi pollo”. El Coco miraba, con el gorro sin calzar. Habré metido 11 o 12 penales. Después, ya en la charla técnica, Basile habló del equipo y de la pelota parada. Y dijo: “Si hay un penal, lo patea Nacho”. Todos empezaron a mirarse raro. “No se rían”, gritó el Coco. Yo concentraba con el Cabezón Marini, y por los nervios contaba los pasos en la habitación. Ya en el partido, cuando cobraron el primer penal, al salir del área y casi llegar al círculo central, el corazón se había ido a 120, 130 pulsaciones por minuto. Empecé a escuchar un murmullo, pero un murmullo bien, como diciendo qué pasa. Después fue un “vamos a apoyarlo”. Y a los 15 minutos, otro gol. Con Castrilli de árbitro, un soplido era penal, no miraba camiseta. Y andá a discutirle. Tuve una rachita de goles. A finales de ese año, en diciembre, llegó mi primera convocatoria a la Selección. Creo que me puede haber dado un empujón; el técnico, Daniel Passarella, venía cambiando de arqueros.
-¿Cuáles fueron los mejores técnicos que tuviste?
-De cada técnico te llevás algo. Tengo dos que me marcaron. Uno fue el antes y el después. Si no hubiese existido un Rodolfo Della Picca, no hubiese podido exponerme en la Copa Centenario en el 93. Y, después, la llegada de Carlos Babington. Atajaba Roa, pero se la jugó por mí cuando faltaban cuatro fechas. Decide ponerme de titular con el equipo primero. Son los dos que me han marcado. Después, me faltó Menotti. Tuve a Bilardo, al Coco, a Passarella… A Diego; más allá de cómo podía ser como entrenador, Diego te cautiva. Hablo en tiempo presente, lo tuve entrenador, lo enfrenté; el hecho de atajarle un penal marcó mi carrera, y después lo tuve como compañero en el Showbol.
-¿Qué inspiraba Maradona?
-Lo cuento en una anécdota. Nos juntábamos una vez por semana, los miércoles, en la casa de Mancuso, en Mataderos, tipo 6 y media, 7 de la tarde. Venían Ruggeri, el Negro Enrique, Gamboa, Palermo, el que se te ocurra. Jugábamos un partido y lo más lindo era el asado. Era el fútbol de los amigos, pero con figuras. Después Diego se ponía a hablar. Una vez me detuve en el detalle: era un silencio total en la mesa. No era una charla en un secundario, donde a Diego lo tienen adelante como si no lo conocieran. Eran todos campeones del mundo, de Europa. Los veía al Cabezón Trotta, a Almeyda, y todos guardábamos silencio y queríamos saber lo que contaba. A mi gusto, está un poco exagerada la serie de Coppola, pero es verdad que cada minuto en la vida de Diego era una anécdota. Y era solidario, iba al frente como un caballo.
-¿Por qué no fuiste al Mundial 98? ¿Fue sólo el episodio de aquel partido con Bolivia?
-En el Mundial 98 hubiese estado entre los tres arqueros. Veníamos de sacar un 0-0 contra Uruguay de visitante 0-0, y en Barranquilla, contra Colombia, que eran unos nenes, ganamos 1-0. Pero después vino lo de Bolivia. A veces es el destino. Después del partido en Colombia, arranca la Libertadores, tengo una distensión de ligamento interno de la rodilla izquierda, y me apuré a volver. No sé si estaba al 100%. Estaba para jugar, pero nadie sabía que iba a cometer la boludez que hice. La jugada no tenía nada que ver conmigo, estaba en mitad de cancha, el partido venía caliente… En una jugada en el medio lo echan al Chapa Zapata, me empiezo a acercar… E hice lo que hice -le aplicó un cabezazo a Demetrio Angola-. Jugar un Mundial es una de las deudas pendientes que tengo. Tampoco pude ir a verlo como espectador, o con el canal.
-¿Entendiste la decisión de Passarella de no llevarte?
-Lo que pasa es que Passarella se portó muy bien conmigo. Fue una locura, a mí me suspenden solamente para Eliminatorias -por tres partidos-. Es un caso muy curioso. Se arma una Selección paralela, que es la que iba a competir en la Copa América del 97 en Bolivia; y vuelvo a Bolivia (usó el sorsal 10, porque la numeración era por orden alfabético). Estaba (Marcelo) Ojeda, que estaba atajando en Tenerife, estaba yo y Lechuga (Roa). Y él me sigue convocando. Yo perdí el lugar. Cuando logramos la clasificación al Mundial, la logramos en Chile, fuimos en vuelo charter, y viajé sentado con el Cholo Simeone, hablando de fútbol, de Racing, del fútbol de España. Yo fui parte de esa clasificación. Después tuve algunos problemas en Racing. Me habían mandado a hacer putear por el Pelado Lalín en un momento, y los últimos partidos no los jugué, decidí irme del club. Los últimos dos meses no fui más al club. Y quedaban dos partidos de Selección. Después era difícil convocarme, estando casi sin competencia todo lo que faltaba del año 97.
-Si tenés que elegir un rival de los que te tocó enfrentar. ¿Con cuál te quedás?
-Me gustaba mucho enfrentar a Independiente de visitante. No sé, me gustaba, lo disfrutaba, que me putearan, el cruce de hinchadas, había que llenar como llenaba Racing la popular de Independiente con los escalones chiquitos y anchos. Y en cuanto a jugadores rivales, en realidad teniéndolo como compañero en la Selección, me impactó mucho Batistuta. Por la fuerza con la que disparaba, era terrible. Después, en La Palmas de España tuve la posibilidad de enfrentar a Figo; en el Barcelona jugaban Rivaldo, Kluivert…
-¿Cómo lo ves a Dibu Martínez en el arco de la Selección? Hoy se ven arqueros más sobrios. ¿Lo de él es más un reflejo de aquellos arqueros de los 90?
-No lo sé. Puede ser. Es verdad que, mucho más en Europa, se ven arqueros mucho más correctos. Yo tengo un tema ahí, en el programa me joden. Para mí, Dibu es un excelente arquero, pero bueno, es lo que hablábamos antes cuando hablábamos de mi caso, de qué cosas yo me hubiese sacado, y decía el no ser tan temperamental. Si a Dibu le sacamos lo carismático, el bailecito y cómo es en los penales, no sería Dibu. Entonces me parece que el Dibu es el combo. Si me preguntás si me gusta, mucho no me gusta, pero bueno. ¿Es un beneficio para Argentina? Es un beneficio para Argentina. ¿Está sacando ventaja de algo? No creo, no está haciendo un agujero en el punto del penal, ni desinflando la pelota. Está hablando. Después, como arquero, me llama la atención que en una liga tan dura, con tan buena pegada, tan física como la Premier, que muchas veces descuelgue como descuelga los centros, o que agarre la pelota, que va a otro ritmo, en un disparo. Le ha costado hacerse un hueco. Lo logró. Y hoy es lo que es.
-¿Qué otros arqueros te gustan?
-Me gusta el del City (Ederson). De los más completos. De acá, me gustaba (Ezequiel) Unsain, de Defensa, y hoy me gusta Guido Herrera de Talleres.