El Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ha pasado de 735,9 euros brutos mensuales en 2018 a 1.134 euros en 2024, un aumento rápido (de un 54,1% acumulado) que ha superado con creces al resto de los salarios y que ha contribuido a reducir el porcentaje de trabajadores que cobran sueldos bajos, aunque el efecto sobre la pobreza salarial se ha visto mermado por la inflación. Según la última encuesta de estructura salarial del INE, publicada esta semana, el salario medio creció un 12,2% entre 2018 y 2022, pero en el mismo periodo el SMI experimentó una evolución al alza del 35,9%. Esto ha producido un efecto de arrastre sobre los salarios más bajos y ha situado la desigualdad salarial a mínimos de la última década
Un indicador clave que refleja este fenómeno es que el porcentaje de trabajadores con “ganancia baja” marcó en 2022 su nivel más reducido. Según el INE, solo el 11,6% de los asalariados tuvo una retribución por hora de trabajo inferior a dos tercios del salario mediano. Se trata de un descenso de más de cinco puntos respecto a 2021 y coincide con la llegada del SMI a los 1.000 euros brutos mensuales y con la entrada en vigor de la reforma laboral de 2021.
Si se observa la evolución histórica de este indicador, 2022 es el primer año en el que realmente se ha producido un descenso del porcentaje de trabajadores con salarios bajos, a pesar de que las subidas elevadas del SMI también se aprobaron en 2019, 2020 y 2021. Esto se puede explicar por ser 2022 el primer año de aplicación de la reforma laboral, que ha impulsado la estabilidad en el empleo, aunque tiene margen de mejora, y ha podido provocar un aumento de las horas trabajadas de los empleados más inestables. También influye la mayor demanda de mano de obra en comparación con los años anteriores a la pandemia: en 2022 se superaron los ocupados de 2019 sin que el PIB se hubiera terminado de recuperar.
El aumento de la intensidad laboral entre los trabajadores que menos cobran se aprecia en la estadística de deciles salariales del INE publicada en noviembre de 2023. Los trabajadores que se ubican en los tres primeros deciles salariales (el 30% que menos cobra) trabajan más a tiempo completo en 2022 que antes de la reforma laboral. El aumento más llamativo se produce en el decil dos, pasando a trabajar a tiempo completo el 72,9% de los asalariados de esta franja frente al 64,1% de 2019 (último año antes de la pandemia).
Esta estadística de deciles ya avanzaba también el crecimiento mayor de los salarios en los rangos más bajos. El 10% que menos cobra (primer decil) aumentó su salario medio mensual un 9,3% en 2022, hasta los 623,3 euros, y el segundo decil otro 9,2%, hasta los 1.138,7 euros. Unas variaciones muy por encima de los que más cobran: en el decil nueve el salario apenas aumentó un 0,9% anual y en el décimo incluso disminuyó un 1,4% en 2022 (hasta los 5.019,1 euros).
Menor desigualdad salarial
En 2022 se produjo un estrechamiento de la desigualdad salarial como consecuencia de las variaciones descritas. El salario del decil nueve multiplica por 3,22 el del primer decil, la menor cifra de la serie, y también refleja este efecto el coeficiente de Gini aplicado a los salarios. Según explica el INE en la metodología, cuanto más cerca de 0 se sitúa el índice, la distribución de los salarios es más equitativa. El valor del índice de Gini para 2022 fue de 33,1, por debajo del nivel anterior a la pandemia (33,8), pero todavía algo superior al de 2008 (32,2), primer año con datos disponibles en la serie reciente.
La reducción de la desigualdad salarial también ha tenido un impacto de género en consonancia con el aumento de la intensidad laboral, ya que las mujeres trabajan menos horas por diversos motivos. Al crecer más en 2022 los salarios medios de ellas (5,1%) que de ellos (3,5%), la brecha salarial de género se ha reducido a 5.022 euros al año en términos de salarios medios brutos, también el mínimo de la serie.
No obstante, el peso de mujeres con salarios bajos en el conjunto de la ocupación no solo no se reduce en 2022, sino que aumenta: el 63,7% de asalariados con “ganancia baja” son mujeres, a pesar de ser menos de la mitad de la fuerza laboral, frente al 62,5% del año anterior. Esto puede sugerir que parte del incremento del empleo femenino, con tasas de variación superiores a las del masculino en los últimos años, ha ido a parar a trabajos parciales (mayoritariamente indeseados).
Los salarios bajos suben, pero no impiden la pobreza laboral
Por otra parte, el auge de los salarios más bajos, con una variación anual del entorno del 9% en los dos primeros deciles, apenas pudo hacer frente a la elevada inflación de 2022 (8,4%), por lo que se frenó en gran medida la reducción potencial de la pobreza laboral. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE, el 11,9% de los ocupados se encontró en 2022 en riesgo de pobreza, lo que equivale a 2,4 millones de personas. Si se compara con 2019, hay 52.965 personas más que trabajan y son pobres, aunque la tasa de ocupados en riesgo de pobreza ha descendido una décima.
Esta tasa se basa en la renta y mide la pobreza relativa (la población por debajo del 60% de la renta mediana), pero la definición de pobreza a nivel europeo (tasa AROPE) es más extensa, tiene en cuenta también la intensidad en el empleo y la carencia material y social severa. Según este indicador, la pobreza laboral en España ha crecido un punto entre 2019 y 2022 y afecta al 16,6% de los ocupados (3.384.840 personas).
Los datos que ya se conocen acerca de la recuperación de la renta real en 2023 sugieren que la reconducción de la inflación hacia tasas más bajas y la continuación de las subidas salariales habrían paliado en parte este aumento de la pobreza laboral en términos de carencia al reducirse el esfuerzo para consumir bienes y servicios básicos. El dato oficial se conocerá en marzo de 2025.