Desde el 2021, el proyecto ‘Mirada Sin Fronteras’, fundado por el maestro Nelson Pájaro, ha transformado la vida de niños, niñas y adolescentes del barrio Granjas de Provenza parte baja, al garantizarles el acceso a uno de sus derechos más esenciales: la educación.
A diario, después del mediodía, es habitual ver a Nelson Pájaro salir de su casa en el barrio Granjas de Provenza parte baja, cargado de cuadernos, libros y una variedad de útiles escolares. Todos estos objetos son donaciones de personas que conocen su incansable labor y su dedicación a la enseñanza, una vocación que ha cultivado con pasión durante casi 40 años.
Con todos sus ‘motetes’, como dicen en su natal región caribe colombiana, Nelson Pájaro recorre aproximadamente una cuadra y media y desciende por unas escaleras que lo llevan a una pequeña aula de clase, construida sobre un caño. Este espacio fue acondicionado en enero de 2023, gracias al apoyo del proyecto ‘Ciudades Incluyentes, Comunidades Solidarias’ de ACNUR, OIM y ONU Hábitat.
El aula está equipada con una plataforma, varias mesas, butacos y un tablero de tiza. Sin embargo, en sus comienzos, era un aula al aire libre ubicada en ‘el volteadero’, un punto de retorno de vehículos, y por la popularidad que ganó fue apodada como ‘La Escuela de la Calle’, dentro de la misma comunidad.
“Para mi los centros educativos son claustros, sitios encerrados, donde se les enseña cosas buenas, pero que luego se van a estrellar con la realidad que se encuentra en la calle, el aprendizaje debe trasladarse a ese lugar y tengo que aprender a convivir, porque de qué me sirve que en la escuela me den ‘carreta’ sobre cómo portarme bien, pero yo no me comunico ni me relaciono con el entorno”, argumenta Pájaro.
Entre la 1:00 y las 5:00 p.m., un grupo de niños y niñas asisten a este espacio para recibir clases o una tutoría de refuerzo. El conjunto está conformado en su mayoría por población migrante que se encuentra desescolarizada. Según el último reporte del del Sistema de Matrícula Estudiantil de Educación Básica y Media (Simat) de la Secretaría de Educación de Bucaramanga, a corte del 15 de marzo de este año, figuraban 8.990 estudiantes migrantes venezolanos matriculados en instituciones oficiales de la ciudad.
Aunque la cifra es significativa, según el ‘profe Pájaro’, dentro de la población migrante se ha visto mucha deserción y esta situación se debe a factores como la falta de regularización del proceso migratorio, las necesidades del contexto familiar que los niños se ven obligados a resolver, pero sobre todo, el nivel educativo que traen. “Vienen de un sistema diferente, entonces llegan a ocupar un grado específico, pero no tienen las mismas condiciones, son tildados de malos e inclusive los bajan de grado”, explica el líder comunitario.
Por este motivo, desde la escuela se busca preparar a los estudiantes para facilitar la adaptación a los colegios si encuentran un cupo escolar.
¡En el aula nos encontramos todos!
Eran las 2:00 p.m. y el equipo de Vanguardia ingresó al aula con la expectativa de presenciar una clase del ‘aula abierta’, como suele llamarle el ‘profe Pájaro’, pues día a día llegan integrantes nuevos. En una esquina estaba Abraham, uno de los estudiantes que recientemente llegó al grupo.
-“Él viene de El Banco, ¿quién sabe dónde queda El Banco?”, dijo el profe.
-“El Banco, Magdalena”, respondió uno de los niños.
-“Magdalena, ¡muy bien! Magdalena es un departamento de Colombia que tiene muchos municipios igual que Venezuela, por ejemplo, ¿de qué ciudades son ustedes?”.
-“Caracas”, respondió el primero. “Maracaibo”, respondió el siguiente.
-“¿Y ustedes de qué ciudad son?”, señaló el profe a una pareja de hermanos.
-“De Caracas”, respondió la niña.
-“Ambos de Caracas”, replicó el maestro.
-“No, él es venezolano de Colombia”, explicó la niña.
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-“¡Ah! él es nacido aquí”, expresó Pájaro entre risas.
La Escuela de la Calle se ha transformado en un punto de integración para la población migrante venezolana y colombiana. “Es importante que entre ellos se reconozcan”, asegura el maestro. Sin embargo, para llegar a este punto fue necesario pasar por un proceso de aproximación progresiva.
“Al principio los niños colombianos querían venir pero no se acercaban, decían: ‘eso es solo para venezolanos’, entonces yo les decía: ‘no, esto es para todos’. Luego, no querían sentarse cerca, entonces les replicaba: ‘vamos a trabajar sobre esos sentimientos porque aquí trabajamos en grupo’. Han mejorado, hoy es más fácil la convivencia y dentro del entorno se ha bajado el nivel de agresividad con la población, entre ellos y con la misma comunidad”, agrega.
El proceso de integración ha sido tan exitoso que el astuto maestro asegura con orgullo: “Conozco Venezuela sin ir a ella”. La geografía, las costumbres, los acentos y comportamientos son un tema común entre los estudiantes. “Yo no sabía que en Venezuela había una costa y que se comportan casi igual a los costeños aquí en Colombia, mientras que el caraqueño es más reservado y los de San Antonio y Maracaibo son más relajados. En fin, ellos me hablan de muchas cosas bonitas pero, sobre todo, de lo que sueñan y aspiran volver a tener”, explica.
Mensajes de esperanza
La visita del equipo de Vanguardia tenía una misión especial, conocer las experiencias de integración de los niños en la ciudad. El ‘profe’ agrupó a los niños según sus edades y les dió la siguiente instrucción: “deben plasmar su experiencia en Bucaramanga”. Con las ‘manos a la obra’, los colores, marcadores y cartulinas se dispusieron en la mesa y los mensajes empezaron a crearse.
-“Profe ya sé por qué los venezolanos y los colombianos pelean”, comentó José Miguel, uno de los integrantes del grupo. – “¿Ah sí? ¿por qué?”, respondió Pájaro. -“Porque dicen que Venezuela le copió los colores de la bandera a Colombia”, replicó el niño, pues según él, esta es la razón por la que la integración entre ambas poblaciones ha sido difícil. Pero además de las teorías, algunos aprovecharon el espacio para expresar un mensaje de unión entre ambos países. “Entre Colombia y Venezuela no deben estar peleando, todos deben estar unidos porque puede empezar una guerra y yo no quiero que pase. Yo quiero estar con Colombia y Venezuela”, se podía leer en una de las ilustraciones.
En total, 17 niños y niñas del grupo compartieron sus experiencias y las recopilaron en una gran cartelera para ser expuestos. Sin embargo, el proyecto ‘Mirada Sin Fronteras’ beneficia, aproximadamente, a 50 niños, niñas y adolescentes, entre los 5 y los 16 años, en el barrio Granjas de Provenza a través de talleres de fotografía, video, teatro, danza y música. La iniciativa ha ganado el apoyo de diferentes instituciones como La Escuela Municipal de Artes.
“Mi sueño es poder crear un proyecto abierto, pero con unos espacios exclusivos donde se pueda tener un taller de ciencia, un taller de baile, unos talleres deportivos donde yo pueda darle eso a los muchachos que se encuentran en diferentes circunstancias, tener una biblioteca grande donde ellos sueñen en los libros. Mi deseo es mantener una escuela grande con muchos niños, pero se me sale de las manos porque esto es de recursos aunque no parezca. de ayuda humanitaria y talentos que tengan la capacidad de enseñar”,concluye Pájaro. Si desea conocer el proyecto y donar puede comunicarse a este número: 3204237657 o a través de este correo electrónico: feyesperanzacazuca@gmail.com.
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