Las frutillas, con su distintivo color rojo brillante y su equilibrado dulzor; los arándanos, pequeñas esferas azuladas cargadas de antioxidantes, y las frambuesas, con su sabor ligeramente ácido y textura suave, representan no solo un placer para el paladar, sino también una fuente significativa de ingresos para los productores.
No obstante, estos cultivos enfrentan amenazas permanentes, especialmente de plagas exóticas, como la mosca de alas manchadas (Drosophila suzukii) y la mosca africana del higo, que comprometen tanto la productividad como la sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas.
Especialistas del INTA avanzan con un innovador control biológico contras estas dos plagas que comprometen la producción de estas anheladas frutas finas.
Ricas frutas finas
La producción de frutas finas es vital para la economía argentina. Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en 2023 se produjeron aproximadamente 50,000 toneladas de frutillas, 20,000 toneladas de arándanos y 15,000 toneladas de frambuesas.
Estas cifras no solo reflejan la importancia económica del sector, sino también su potencial de expansión productiva. Proteger estos cultivos de frutas finas mediante prácticas sostenibles es fundamental para garantizar la obtención de alimentos de alta calidad.
¿Qué convierte a una especie en una plaga?
Sus nombres siempre causas preocupación: chicharrita de maíz, langosta sudamericana (Schistocerca cancellata), gusano cogollero (Spodoptera frugiperda), tucura (Dichroplus spp.). Una plaga se define como cualquier especie que, al encontrarse en un entorno donde carece de depredadores naturales, prolifera descontroladamente, causando daños económicos y ecológicos sustanciales. Estas plagas, al igual que la mosca de alas manchadas (Drosophila suzukii) y la mosca africana del higo (Zaprionus indianus), representan serias amenazas debido a su capacidad para adaptarse rápidamente y causar estragos en los cultivos.
La Mosca de Alas Manchadas: Un Enemigo Formidable
Originaria del sudeste asiático, la mosca de alas manchadas ha demostrado ser una plaga particularmente dañina. Este insecto ataca las frutas en sus últimos estadios de madurez, cuando aún están adheridas a la planta, perforando la superficie de las frutas con su ovipositor para depositar huevos. Las larvas emergen dentro del fruto, alimentándose de la pulpa y provocando descomposición y pérdida de calidad. Este proceso no solo reduce el rendimiento de las cosechas, sino que también disminuye su valor comercial debido al deterioro prematuro.
La rápida expansión de Drosophila suzukii en nuevas regiones se debe a varios factores. El comercio global y el transporte de productos agrícolas facilitan la dispersión de esta especie, mientras que el cambio climático puede crear condiciones más favorables para su establecimiento. Además, su capacidad de atacar una amplia gama de frutas finas hace que sea un problema persistente para los productores.
La invasión de Drosophila suzukii y Zaprionus indianus tiene graves consecuencias. Los agricultores enfrentan pérdidas económicas significativas debido a la reducción de la calidad y cantidad de las cosechas. Además, el impacto ecológico es notable, ya que estas plagas pueden alterar la biodiversidad local y afectar el equilibrio de los ecosistemas.
En el caso de la mosca de alas manchadas, los daños directos a los cultivos de frutillas, arándanos y frambuesas son particularmente severos, afectando no solo la producción sino también la estabilidad económica de las comunidades agrícolas.
Combate entre parasitoides y moscas
Ante la gravedad de la situación, el equipo del INTA Famaillá ha explorado alternativas más sostenibles y ecológicas que el uso de plaguicidas. En este contexto, el parasitoide Trichopria anastrepha ha demostrado ser un aliado formidable. En ensayos controlados, este insecto logró un control total sobre Drosophila suzukii y un 40% sobre Zaprionus indianus, con una recuperación del 50% de parasitoides adultos, lo que sugiere su potencial para reiniciar el ciclo de control de manera natural.
Claudia Funes, especialista del Grupo de Frutihorticultura, Flores y Aromáticas del INTA Famaillá, resalta la importancia de estos resultados. “El potencial de Trichopria anastrepha como biocontrolador de dos especies de plagas invasoras es enorme. Además, estos métodos contribuyen a la economía circular, utilizando especies nativas adaptadas para el control sostenible de plagas exóticas”.
Buscar métodos sustentables con bajo impacto ambiental es fundamental en épocas tan complejas. En el contexto agrícola, esto significa utilizar métodos naturales y locales para el manejo de plagas, reduciendo la dependencia de químicos dañinos y promoviendo prácticas más sostenibles.
Control natural
La investigación del INTA Famaillá evidencia cómo la ciencia puede ofrecer soluciones sostenibles a problemas complejos. El uso de Trichopria anastrepha como controlador biológico es una alternativa prometedora a los plaguicidas químicos, proporcionando un método de manejo de plagas que es eficaz, ecológico y económicamente viable.
Proteger nuestros cultivos de frutas finas mediante prácticas sostenibles no solo garantiza la producción de alimentos de alta calidad, sino que también contribuye a la salud de nuestros ecosistemas y comunidades. La economía circular y el biocontrol son estrategias esenciales para lograr un futuro agrícola con menor impacto ambiental y más y resiliente.
FUENTE: Inta