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Trump frente al orden multinodal global

El candidato republicano Donald Trump
El candidato republicano Donald Trump (Marco Bello/)

El orden mundial emergente tiene características multiNodales (con N) más que multipolares. La multipolaridad sugiere una geometría geopolítica lineal y bidireccional entre polos; mientras que multinodal propone una visión de redes tridimensionales enlazando nodos de poder mediante múltiples conexiones, muy diversas en intensidades y en características, que se entrecruzan e interactúan entre ellas, pudiendo algunas resultar sinérgicas y otras, producir cortocircuitos, inclusive inducidas por terceros. En los tiempos actuales (no siempre ha sido así, por ejemplo durante la Guerra Fría) la mayoría de los países están conectados entre sí, en un contexto multidimensional y cambiante, de manera consistente o programada, pero muchas veces de acuerdo a iniciativas circunstanciales o de conveniencia práctica. Se asemeja al proceso de neuroplasticidad, donde el cerebro reconecta continuamente las variadas funciones vitales entre los nodos neuronales.

Es destacable el hecho que, pese a las muy malas relaciones políticas entre EEUU y Rusia, ésta siga siendo, aún hoy, un proveedor de uranio para las usinas nucleares norteamericanas. Muchas empresas chinas y norteamericanas aún siguen siendo bastante interdependientes entre sí. China e India tienen disputas territoriales en el Himalaya y son socias del BRICS. Los arrozales vietnamitas fueron arrasados por el napalm norteamericano y sus regímenes son muy diferentes, pero tienen una buena relación económica. India es amigo de Rusia y de EEUU en forma simultánea. Los chinos se sientan a conversar sobre sus fronteras con los japoneses o los coreanos del sur, aunque estén bastante enfrentados. Todos esos países son nodos de poder que articulan muy diversas y complejas relaciones aparentemente contradictorias pero sinérgicas para sus intereses nacionales. En las relaciones internacionales, como en la guerra, nunca se debe perder el contacto con el adversario. Según el sabio Sun Tzu uno debe “conocerse a sí mismo y conocer a su oponente”. Nunca se debe abandonar los espacios que faciliten las negociaciones. Apartarse del BRICS ha sido sin duda una mala praxis del gobierno actual.

Primera conclusión para los fanáticos pro chinos o pro estadounidenses: es erróneo analizar la evolución de ese conflicto en base a las exclusivas disputas bilaterales entre EEUU y China. Cada uno de ellos está inmerso en complejas interacciones con otros países, que también juegan sus partidas e influyen sobre las decisiones de aquellos dos. Los independizados países del Sahel (Níger, Burkina Faso y Mali) influyen en la dinámica francesa, pero también afectan a la OTAN. Por importante que sea el poder y la relación bilateral (de cooperación o de competencia) entre China y EEUU, es solo una parte del contexto geopolítico, ya que este juego no se asemeja a los movimientos del ajedrez, sino que es más cercano al Go, un juego envolvente de estrategia, ya mencionado en las Analectas de Confucio, escritas unos 600 años a.C.

Las instituciones del orden global post Segunda Guerra Mundial se están desintegrando. Las Naciones Unidas declaman y votan, pero no resuelven los conflictos; las convenciones internacionales son ignoradas; el Consejo Seguridad está paralizado; los problemas comunes (clima, migraciones, genocidios) siguen en pie. La OMC no influye en casi nada; el derecho internacional se ejerce sólo sobre los débiles. En esas circunstancias “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben” (Tucídides en “La historia de la guerra del Peloponeso”): Ucrania, Palestina, Sudán.

Estamos presenciando el fin del orden hegemónico de EEUU y su reemplazo por una confusa mezcla de múltiples cooperaciones, competencias y conflictos a nivel global y regional; en cierto modo semejante al caos de la “Guerra de los Treinta Años” en Europa (1618-1648), que terminó en la Paz de Westfalia, o a las guerras internas (“Los Reinos Combatientes”, aprox. 220 a.C.), previas a la llegada de la dinastía Qin, que estabilizó a China; o las luchas en India antes de la llegada de Aśoka (aprox. 260 a.C.). Aún no está claro cómo se irá ordenando el mundo, pero sólo ocurrirá cuando cada parte acepte la diversidad cultural de las restantes. ¿será ello posible o llegaremos a la autodestrucción?

China aparece como un “primus inter pares” entre los países emergentes; su estrategia de poder parece no interesarse en “controlar” geográficamente al resto, tal como ocurrió en los tiempos de la Guerra Fría (EEUU vs URSS). Es innegable que China, al igual que EEUU, tiene una gran influencia global y regional, imposible de ignorar; aunque también están presentes en el escenario geopolítico otras potencias intermedias y regionales, verdaderos estados civilizatorios, que florecen en todos los continentes:

  • Rusia, la más importante potencia nuclear, aunque sea poco relevante en términos económicos, excepto en el sector energético.
  • India, la potencia en acelerado ascenso, es hegemónica en el sur de Asia, pero con poca influencia fuera de ella.
  • Europa tiene alcance económico global, pero está muy desunida internamente, por lo que poco puede influir globalmente.
  • Japón es una potencia económica global y ha aumentado su liderazgo político y militar en el Pacífico asiático.
  • GB y Francia están en retroceso, aunque influyen intelectual y culturalmente; han perdido influencia en África.
  • El G7 está a la defensiva frente al avance económico del Sur global, visible en cierto aislamiento de Occidente de la mayoría mundial.
  • El mundo árabe se ha fortalecido, pero no tiene cohesión y sigue complicado en sus propias contradicciones culturales e identitarias. Algunos tienen influencia en el campo energético.
  • El ASEAN Group se consolida como factor independiente en la economía global.
  • Existe un avance decisivo de toda África, con su tremendo potencial demográfico y económico.
  • Brasil, Etiopía, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Vietnam, Corea del Sur, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía siguen teniendo o ganando poder en sus regiones, pero carecen de una influencia global importante.

Todos ellos tienen identidades, proyectos e intereses nacionales y buscan aumentar su autonomía estratégica. Ninguno está dispuesto a subordinarse a China, a EEUU o a cualquier otra potencia.

Segunda conclusión: cualquier esquema que se proponga para el sistema internacional, basado en una dinámica bipolar o de nueva “Guerra Fría” va por el camino del fracaso. La propuesta “democracias vs. autocracias” impulsada por Biden y los demócratas entro finalmente en vía muerta. La obsesión ideológica de “proteger la democracia” de EEUU de los “ataques autócratas externos” carece de realismo, ya que sus actuales debilidades e inestabilidades surgen exclusivamente de sus profundas diferencias internas y de sus contradictorios comportamientos de doble rasero. Nadie puede desmantelar la democracia constitucional de EEUU, sólo por no emularlos. La democracia al estilo occidental impuesta a Japón después de su derrota militar en la Segunda Guerra Munial, pudo hacerles creer a cierto sector norteamericano de la universalidad de su “receta para gobernar”. Pero deberían conocer mucho más la cultura del pueblo japonés para entender que esa fue sólo una estrategia beneficiosa para sus intereses nacionales, mientras mantenían firmemente su cultura tradicional y sus relaciones de poder internas, poco visibles desde el exterior.

Imaginando un eventual escenario futuro con Trump a cargo de la presidencia, y según sus propias palabras, EEUU disminuiría el gasto militar externo y destinaría su equivalente a la actualización fabril, manufacturera, productiva y tecnológica, para lograr crear más y mejor empleo interno. Parece sencillo, pero no lo es. La competitividad de una nación depende de su productividad, del desarrollo tecnológico, del acceso a recursos naturales, de calificación y costo de mano de obra, de tamaño de mercado y de infraestructura, entre otros. EEUU tiene todo eso, pero se necesitará bastante esfuerzo para competir con los vehículos eléctricos, baterías, paneles solares o turbinas eólicas chinos, baratos y buenos, que el mercado demanda. El volumen de la manufactura china es 3 veces superior a la de EEUU, 6 veces superior a la de Alemania y 9 veces más grande que la de Japón. Representa un 36% del total mundial. Es el terreno en el que China prefiere jugar esta partida. Hasta ahora, EEUU ha jugado más en el terreno militar; pero se ha demostrado que es débil en el de las guerras convencionales como las que ha planteado Rusia en Ucrania y una escalada nuclear ya no es un elemento disuasivo eficaz contra la guerra convencional entre potencias nucleares por la destrucción mutua asegurada; aunque su posibilidad nunca pueda descartarse.

Es probable que los conflictos “a varias bandas” se canalizarán entonces por los múltiples senderos de la guerra irrestricta, o sea, “por otros medios”, al decir de Von Clausewitz. En concreto, más proteccionismo, restricciones de acceso a las nuevas tecnologías, “asegurarse” mercados amigos o afines, bloqueos comerciales, sanciones unilaterales, confiscación de activos, restricción de exportaciones, negación de inversiones, ciberguerra, guerra cognitiva. EEUU tiene un arsenal estratégico estatal que sin duda utilizará: capacidades de geolocalización, comunicaciones satelitales, data privacy, e Inteligencia Artificial, de la que depende la soberanía digital de muchos países. Por eso la lógica de Trump será enfriar las guerras convencionales y utilizar a full estas nuevas y potentes armas estratégicas, de las que dispone ampliamente. Pero un eventual abuso que pudiese hacer de todo ello podría enemistar hasta sus propios aliados. EEUU ya no compite sólo con China. Es un nodo importante inmerso en un mar de nodos de poder. Contradicciones doctrinarias para los “libertarios del mundo, que no estarán unidos”, por el natural choque entre sus respectivos intereses.

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