Una discusión con Rosario Murillo le costó el puesto y su libertad al hasta hace unos días jefe de escoltas del dictador Daniel Ortega, comisionado general Marcos Alberto Acuña Avilés.
Acuña servía en el equipo policial de seguridad de Ortega desde hace 25 años, y en enero de 2007 se convirtió en el jefe de la escolta presidencial. De él, dicen sus compañeros “es un hombre leal a Ortega y eficiente”.
En Nicaragua se ha vuelto común la frase “si cayó este, que no podrán hacer con uno”, cada vez que un “pez gordo” del sandinismo es destituido, cae en desgracia o es encarcelado. Sucedió con el propio hermano de Daniel Ortega, el general en retiro Humberto Ortega, con la presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alba Luz ramos, y hace unos días con el hijo del fallecido fundador del partido de gobierno, Carlos Fonseca Terán, entre otros.
Se calcula que una treintena de personajes cercanos a Daniel Ortega han desparecido de la esfera del poder en los últimos dos años. Tras estas purgas está la mano de Rosario Murillo quien busca destruir el círculo de leales de su esposo y construir uno propio con miras a la sucesión de poder que se puede activar en cualquier momento. En Nicaragua nadie está a salvo de Rosario Murillo.
“Y entonces, ¿los únicos que están “a salvo y seguros” en la DICTADURA, perdón, quise decir, en la Revolución solo son los mismos Ortega y Murillo? A estos no se les ha escapado nadie, ni el escolta personal, el sacerdote que los casó, el padrino de boda, el que les salvó la vida en la montaña, el que los albergó en su casa, es más, ni su propia hija. Si mañana sospecharan de la misma Camila, Laureano o Juan Coca, hasta ahí llegaron”, expuso en la red social X el abogado Yader Morazán.
“¡Maje! No se salvó ni el hijo del fundador del FSLN que era ´símbolo´, servil, y arrastrado, y ahora vos te creés intocable siendo sapo chapiollo REEMPLAZABLE. Te recuerdo, que en dictaduras todos somos instrumentos al servicio del dictador y sus caprichos”, añadió en otro post.
Junto Acuña Avilés, el jefe de escoltas, se ha conocido en estos últimos días del despido de dos ministros, una viceministra, y el encarcelamiento de dos sandinistas de “hueso duro”.
Uno de los sandinistas de la vieja guardia es Jorge “El Cuervo” Guerrero, de 81 años, quien fue apresado el 16 de julio pasado, acusado de corrupción. Guerrero es un viejo compañero de Daniel Ortega en la guerrilla y una de las pocas amistades que conserva el dictador nicaragüense.
Carlos Fonseca Terán es hijo de Carlos Fonseca Amador, el fundador en 1963 del movimiento guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) al que años más tarde se integraría Daniel Ortega.
Fonseca Terán era hasta hace poco un férreo defensor y símbolo del régimen de Daniel Ortega y fue durante un tiempo el encargado de relaciones internacionales del Frente Sandinista. Se le recuerda por un video viral que protagonizó, el 22 de noviembre de 2018, durante el Foro Mundial del pensamiento crítico, en Buenos Aires, Argentina, cuando irrumpió en el evento para increpar a los opositores nicaragüenses que se encontraban ahí. “¡No pudieron ni podrán!, conmigo se equivocaron, golpistas de mierda”, gritó.
El pasado 30 de julio patrullas de la Policía llegaron a su vivienda, en Lomas del Valle, en Managua, y se lo llevaron detenido junto con su esposa Arlen Cuadra Núñez sin explicación oficial sobre estas detenciones. Según medios locales, el delito de Fonseca Terán habría sido mantener un grupo de WhatsApp “no autorizado” donde promovía el debate político.
Días antes, el 19 de mayo pasado, la Policía detuvo en su vivienda al propio hermano de Daniel Ortega, general en retiro Humberto Ortega, después que este último diera una entrevista a Infobae en la que aseguró que ni Rosario Murillo ni algunos de sus hijos estaban en capacidad de suceder a Daniel Ortega si este falleciera.
Otro caso de purga es el del poderoso exsubdirector de la Policía y jefe de investigación y de inteligencia política, comisionado general en retiro Adolfo Joel Marenco Corea, quien fue destituido y apresado en enero de 2023 por supuestos actos de desobediencia, corrupción y “colaboración con Estados Unidos”.
La sucesión en el poder es un tema muy sensible para Rosario Murillo, quien desde que Daniel Ortega regresó a la Presidencia, en enero de 2007, trabaja para proyectar su figura y tejer las redes de control que le permitan mantener el poder después de Daniel Ortega.
“El temor de perder el poder está presente y cuando tenés temor, generás una hipersensibilidad y una suerte de paranoia en todo lo que está alrededor”, dice el sociólogo Juan Carlos Gutiérrez para explicar las purgas que ha emprendido Rosario Murillo entre el núcleo de personas que se declaraban leales a Daniel Ortega.
“Rosario Murillo se sostiene sobre su propio circuito de lealtad”, añade Gutiérrez, y por ello está empeñada en destruir “el circuito anterior a ella, que es leal a Daniel Ortega y al partido (Frente Sandinista)”.
Daniel Ortega cumplirá en noviembre próximo 79 años y vive encerrado en su búnker, en El Carmen, Managua. Es un hombre enfermo y con pocas energías, y, según personas cercanas a la pareja de dictadores, se levanta muy tarde, pasa el día generalmente en ropa deportiva o pijamas, viendo noticias, series o películas por los canales de streaming.
El dictador nicaragüense ha abandonado casi todas las funciones de gobierno y solo ocasionalmente, y casi siempre en horas de la noche, asiste a alguna celebración política importante, o recibe a alguna delegación internacional que visita el país, en una agenda que controla Murillo.
La fuente familiar asegura que Ortega se ha vuelto inaccesible para su círculo cercano de amigos y leales, y que incluso las llamadas telefónicas que recibe deben ser aprobadas por Rosario Murillo. En muchas ocasiones Ortega ni se entera de que lo han llamado, dice.
En cambio, Murillo parece dotada de una fuente de energía inagotable. Es capaz de aparecer en cadena nacional en la madrugada describiendo un sismo que segundos antes sacudió al país. Supervisa, redacta, corrige o aprueba los documentos que se harán públicos en ministerios, la Cancillería o la Policía, y hasta medios oficialistas.
A partir de 2018, Murillo comenzó a trabajar para tomar el control de dos bastiones que manejaba Daniel Ortega: la Corte Suprema de Justicia y el Ejército de Nicaragua.
En octubre del año pasado, efectivos de la Policía desalojaron de su oficina a la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Alba Luz Ramos, por una orden que llegó desde la Presidencia.
La destitución de Ramos marcó el inicio de una barrida en el Poder Judicial que ya alcanza más de 1,100 despidos y que le dio el control total de ese poder del Estado a Rosario Murillo, quien ha comenzado a reemplazar a los jueces y funcionarios despedidos con personas leales a ella.
“Hasta 2018, el Ejército y la Corte Suprema le guardaban lealtad y le informaban directamente a Daniel Ortega. Desde 2018, el mismo Ejército comenzó a bajar su rey. Antes, el Estado Mayor del Ejército y los magistrados de la Corte solo llegaban a las reuniones de Gabinete o de Comité de Crisis, cuando estaba Daniel Ortega. A partir del 2019 comienzan a llegar cuando ella dirige. Ahora es ella la que manda”, señala Gutiérrez.
Para el sociólogo una de las mayores debilidades de Murillo es que no tiene un pasado guerrillero ni antecedentes políticos importantes, dos características que son muy valoradas en un partido de origen guerrillero como el Frente Sandinista.
“El Frente Sandinista es un partido tradicional y machista, y el tema de la heroicidad todavía está primando. Ortega le funciona (a Murillo) nada más como un sostén momentáneo. Por lo tanto, todo aquello que sea una sombra lo van a cortar”, dice.
Tanto Murillo como Ortega desconfían de todos, afirma. “Hay un trauma por la pérdida electoral de 1990, en la cual no esperaban perder el poder, y no esperaban perderlo de esa forma, en donde se constató que, incluso, sus cercanos, sus partidarios, y miembros del Ejército, votaron en contra ellos”, expone Gutiérrez.
A la necesidad de construir un andamiaje que permita sostener el poder en la familia más allá de Daniel Ortega, se une el propio carácter iracundo de Murillo, una persona dada a estallar en rabia, atacar con insultos o destituir y encarcelar a quienes la contradigan.
En pocos casos hay alguna explicación oficial sobre la desaparición de algún personaje de la esfera de poder. Las purgas se realizan generalmente en silencio, y solo se conocen por familiares o cercanos que informan extraoficialmente.
En el caso de Acuña, el escolta de Ortega, la Policía Nacional informó con una nota de prensa de la destitución y baja deshonrosa, arguyendo que Acuña desobedeció “flagrantemente órdenes superiores, poniendo en riesgo la seguridad ciudadana”.
“En consecuencia y de conformidad a lo establecido en la Ley 872 (Ley de la Policía Nacional) y sus reformas se le impuso baja deshonrosa y será juzgado por el delito de incumplimiento de deberes, desobediencia e insubordinación”, añade la nota.
Sin embargo, extraoficialmente se supo que su caída en desgracia está ligada a una discusión que sostuvo con Murillo.
Un analista que pide no se haga público su nombre afirma que no todas las destituciones y enjuiciamientos que se conocen están relacionados con la intención de Murillo de destruir el circulo de confianza de Daniel Ortega y construir el suyo propio. “Hay una corrupción generalizada en el régimen. Todo está podrido. Los funcionarios hacen sus propias raterías, y la señora (Murillo) se exaspera cuando se descubre corrupción no autorizada”, dice.
Corrupción sería el origen de la reciente caída en desgracia del ministro Agropecuario, Bosco Martín Castillo Cruz y de la viceministra de esa misma institución, Ivania del Carmen León Rivas.
También fue destituida hace unos días, por esa misma razón, la ministra de Economía Familiar Comunitaria Cooperativa y Asociativa (MEFCCA), Justa Pérez, y varios altos funcionarios de ese Ministerio que se encuentran bajo investigación policial.
El caso de Carlos Fonseca Terán tiene que ver, según el sociólogo Juan Carlos Gutiérrez, con la imposibilidad de sostener ideas políticas distintas dentro del Frente sandinista.
“En 2018 ellos se dieron cuenta que no tenían capacidad de argumentación política ideológica, y tampoco tenían estructuras politizadas. Mucha gente que viene de la vieja guardia trató de cuestionar eso y armar un esquema paralelo”, dice. “Ellos (Ortega y Murillo) lograron armar una estructura paramilitar pero no una parapartidaria. Cualquiera que comience a reflexionar va a ser un problema para ellos. Es lo que pasó con Carlos Fonseca Terán”.
Para Gutiérrez, “Daniel Ortega ha quedado solo como una figura para mostrar ante una masa acrítica, borrega, y ante una seudo izquierda trasnochada que le da cierto respaldo. Ortega será una figura mientras le permita transitar hacia ella, ella se ha sostenido sobre la figura de Ortega”.
Sin embargo, el sociólogo considera que las desconfianzas y paranoias de Murillo “están creando más animadversión e incertidumbre y eso le da mayor inseguridad en sus condiciones para gestionar el poder. Ella misma está dinamitando su puente de transición”.