La memoria es la capacidad para retener y recordar el pasado. No solo el nuestro, también el de aquellos que estuvieron antes. Recordamos las historias que nos contaron nuestros abuelos, las integramos en nuestra memoria y, en muchas ocasiones, pasan a formar parte de nuestra identidad. Saber de dónde venimos nos ayuda a conocernos, y es un ejercicio muy sencillo que cualquiera puede practicar como individuo. Sin embargo, como sociedad no sucede lo mismo. La memoria colectiva de nuestro pasado tiene una laguna de más de 40 años.
Para algunos, recordar las lecciones de Historia del instituto es un ejercicio muy sencillo: solo tienen que remontarse unos años atrás. Para otros serán décadas. Pero si hacen memoria, se acordarán de lo que estudiaron sobre los Reyes Católicos, la Reconquista, el reinado de los Austrias, el de los Borbones o la pérdida de las colonias. Sin embargo, en el paseo por su memoria, se toparán con un salto hasta donde empiecen sus propios recuerdos, que dependiendo la edad abarcarán buena parte del siglo pasado, los últimos coletazos de los 90 o empezarán directamente en el siglo XXI. Irónicamente, el vacío de información colectivo ocupa casi todo el siglo XX y con él, la historia de Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo y la Transición. Son hitos de la España del pasado que han marcado la España del presente, y aún así, en las aulas se pasa de puntillas sobre ellos, si es que se llega a pasar.
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El currículo que establece cada comunidad autónoma incluye todos estos hechos históricos, pero eso no garantiza que lleguen a las aulas. Néstor Banderas Navarro, profesor de Geografía e Historia en Secundaria y autor de la tesis doctoral La enseñanza de la historia reciente de España. Representaciones y prácticas del profesorado valenciano en torno a la dictadura franquista; y Carlos Fuertes Muñoz, doctor en Historia Contemporánea y profesor titular de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universitat de València, explican a Infobae España que el sistema educativo arrastra muchas carencias en materia histórica.
Una configuración errónea y discriminatoria
Banderas y Fuentes señalan que hay errores de base que no se han solucionado. El primer encuentro con el pasado reciente podría darse en cuarto de la ESO, pero la organización de la asignatura mantiene el arco cronológico de siglo XIX y XX, que comienza con la Revolución Francesa, lo que supone “una oportunidad perdida por la LOMLOE de configurar -como ocurre en otros países de nuestro entorno- una materia centrada en el siglo XX”. De este modo, las lecciones sobre la historia más reciente quedan relegadas al final del libro, que es la parte que permanece impoluta y protegida de los subrayadores y bolígrafos porque casi nunca se llega a estudiar. A esto se añade que la asignatura de Historia del Mundo Contemporáneo de primero de Bachillerato solo es obligatoria en la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales, de manera los alumnos de Ciencias y Artes tampoco cuentan con una formación profunda de historia contemporánea más allá de lo estudiado en la ESO.
Con este sistema, los españoles se enfrentan por primera vez a la historia de sus abuelos y bisabuelos en segundo de Bachillerato, cuando tienen que prepararse para la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). En este curso, a pesar de que la LOMLOE ha establecido una priorización de la historia contemporánea de España, siguen manteniéndose contenidos de historia no contemporánea. “Tan solo hay que ver la última convocatoria de la PAU, donde en algunas autonomías están presentes contenidos como la romanización de la Península Ibérica o la monarquía visigoda lo que, sin duda, supone lastrar un tratamiento profundo del pasado reciente de España condicionado por un ritmo y unas dinámicas poco dadas al análisis sosegado y profundo de los temas, sino más bien a narrativas esencialistas de la configuración del Estado-nación español”, comentan.
Con esta división del temario, que deja para el final de la ESO el estudio de todo el siglo XX y que relega a segundo de Bachillerato un primer contacto con el pasado reciente, miles de españoles quedan sin formación en este ámbito, pues este último ciclo no es obligatorio, y los que optan por otras vías académicas, como la Formación Profesional, o abandonan los estudios, nunca habrán recibido una sola lección sobre el último siglo de historia de su país, “por lo que la argumentación de no abordar la historia de España en la ESO en tanto que la verán en Bachillerato no se sostiene y es profundamente discriminatoria”. Para Banderas y Fuertes, esta situación se perpetúa en el tiempo y provoca que quede como responsabilidad del profesorado “suplir las carencias de una normativa educativa que no parece haber afrontado este problema con decisión, a pesar de los avances innegables de la LOMLOE respecto a la LOMCE”.
Un repaso del siglo XX “superficial” y “acrítico”
Los dos historiadores también señalan que el abordaje de la historia reciente de España es “superficial” y “acrítico”. A su juicio, la Guerra Civil se estudia desde un punto de vista más militar que social, “con temas escasamente trabajados como el exilio, el efecto en la población, los bombardeos o el hambre”. La “minimización de la represión franquista” es otra de las cuestiones que ponen sobre la mesa. En este sentido, observan que la narrativa del franquismo que se imparte en las clases de historia es la misma que la propia dictadura diseñó y que es amplificada por la derecha y la extrema derecha en la actualidad: “La imagen de un ‘segundo franquismo’, que aparece como ‘menos malo’, aperturista y portador del progreso, es difundida por docentes y manuales que priorizan los años 60 y 70 desde la visión del crecimiento económico y sin ahondar en la continuidad de la represión, en la falta de libertades o en los límites evidentes del modelo de crecimiento”.
La deuda de la educación con el pasado también llega hasta la Transición, de la cual se hace una lectura “de tipo modélico, elitista, pacífico y sin conexión con las luchas sociales del tardofranquismo, en un discurso ampliamente impugnado desde la investigación histórica, que ya lleva tiempo mostrando el carácter violento de la misma, la importancia de las luchas sociales y la no edificación de una memoria democrática que pusiera en el centro a las víctimas”.
Con esta lectura del sistema educativo, los dos historiadores insisten en la necesidad de dar pasos más valientes para evitar que estos temas se queden al borde del currículum, “reconfigurando tal vez la estructura temporal de las asignaturas, avanzando el tratamiento a cursos previos, abordando la realidad de los conceptos de democracia y dictadura en momentos diferentes de la escolarización y concienciando a los centros educativos y al profesorado de la importancia de la memoria democrática”.
Aulas con memoria
Con el objetivo de suplir las carencias de los manuales y rellenar los vacíos de los libros de historia, algunos centros educativos concertaban (y conciertan) encuentros con la la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) , que acude -como muchas otras asociaciones memorialistas- a los institutos para tratar con los alumnos las cuestiones que omiten sus libros. En estas reuniones, los propios profesores les planteaban a los miembros de la asociación la falta de manuales que abordasen la Guerra Civil, el franquismo y la Transición de forma completa y actualizada. Y de ese vació, nació el proyecto ‘Aulas con memoria’.
La ARMH se encargó de buscar a los coordinadores y los profesores de historia que han redactado 12 temas básicos que arrancan con el reinado de Alfonso XIII y terminan con la Transición, e incluyen apartados que tratan la memoria histórica en la actualidad y los trabajos de las exhumaciones de los represaliados. Una de las profesoras de historia que ha participado en este proceso -que no está cerrado, ya que permanece abierto a colaboraciones de profesores y expertos-, es Leonor Novoa.
Novoa, que imparte clases en un instituto en la Comunidad de Madrid, detalla que los materiales didácticos que se pueden encontrar en la web del proyecto sirven para trabajar en el aula aquellos aspectos que los libros de historia pasan por alto o solo mencionan brevemente, como los casos de niños robados, la educación de las mujeres en el franquismo o el exilio durante y después de la guerra. “Todos tienen el mismo formato: una imagen de inicio que anticipa un poco el contenido y puede servir para hacer inferencias con los alumnos, y actividades para desarrollar cada temática de forma más completa”, explica.
Igual que Banderas y Fuentes, Novoa remarca la importancia de llevar al aula el siglo XX con todas las sombras que no deben ser pasadas por alto, porque los vacíos que dejan los libros son rellenados por discursos que niegan la historia. “Mis alumnos se informan casi exclusivamente a través de las redes y ellos conocen a todos estos youtubers e influencers, o como los llamemos, que están manipulando, tergiversando o transmitiendo muchos bulos acerca de muchos contenidos. Y a veces tiene más peso lo que dicen estas personas que lo que tú puedas decir en la clase, aunque escuchan con mucho respeto y todo, pero vienen con mucha información de otras partes”, advierte.
Por ello, cree en la importancia de que se hable de forma transparente y completa con los alumnos sobre los hitos que marcaron el siglo XX: “En las clases pueden haber alumnos con una ideología radical de extrema derecha, con un discurso ya marcado, pero también pueden escuchar y pensar. No sé si cambiarán de opinión, tampoco es la intención, pero sí que reflexionen y lleguen a sus propias conclusiones, no por lo que le digan en clase, en su casa, ni lo que le diga un youtuber, sino porque desarrolle ese espíritu crítico y vea las cosas y luego se forme una posición en el mundo y por lo menos que entienda que la democracia, la libertad y determinados principios se tienen que regir por la ética”.