En Cajamarca, una figura controvertida ha captado la devoción de un sector significativo de la población. Se trata de Udilberto Vásquez Bautista, un personaje cuyo nombre sigue generando debate, más de cinco décadas después de su ejecución por fusilamiento en 1970.
Mientras unos lo consideran un santo popular, otros lo recuerdan como el culpable de un crimen atroz: la violación y asesinato de una niña de 11 años. Este polémico caso sigue siendo un punto de discusión en la ciudad y más allá, revelando una profunda división entre quienes creen en su inocencia y quienes lo ven como un símbolo de justicia.
La sombra del crimen
El 11 de septiembre de 1970, Udilberto Vásquez fue ejecutado en Cajamarca bajo el régimen militar de Juan Velasco Alvarado, que había reinstaurado la pena de muerte para ciertos delitos graves, como la violación seguida de homicidio.
Vásquez había sido declarado culpable de abusar y asesinar a una niña de 11 años en 1966. El crimen conmocionó a la comunidad, y la Corte Suprema, tras analizar el caso, no tuvo dudas en aplicar la pena capital.
Según el expediente judicial, Vásquez fue acusado de secuestrar a la pequeña Francisca Amélica Chuque Saavedra, a quien agredió sexualmente antes de matarla con múltiples puñaladas.
El caso fue defendido por abogados de renombre, pero las pruebas, incluidos testigos y análisis forenses, llevaron a la sentencia.
Entre los testimonios se destacó el de Santos Dionisio Saavedra, quien relató haber visto a Vásquez llevar a la niña hacia un matorral, desde donde se escucharon sus desesperados gritos pidiendo auxilio. Aunque Vásquez intentó negar su participación, las pruebas biológicas y los testimonios lo vincularon directamente con el crimen.
La ley y la sentencia
El juicio de Vásquez fue el primero en aplicar el Decreto Ley N.º 17388, promulgado en 1969, que contemplaba la pena de muerte para violadores en casos que resultaran en la muerte de la víctima. La brutalidad del crimen, combinada con las declaraciones y las pruebas recogidas, convenció a la Corte de que la única sentencia posible era la ejecución.
El castigo original dictado en Cajamarca fue de 25 años de prisión, pero al escalar el caso a la Corte Suprema, esta decidió imponer la pena máxima.
El 11 de septiembre, Vásquez fue fusilado en las instalaciones de la cárcel pública de Cajamarca, ante la mirada atónita de los medios de comunicación y el público.
Un final conmovedor
La ejecución de Vásquez no fue un evento privado. La prensa de la época informó extensamente sobre los detalles del fusilamiento. Los reportes mencionaban el desmayo de uno de los magistrados, lo que obligó a que otro juez tomara su lugar para presenciar el acto.
Los titulares de los periódicos de ese día hablaron de la crudeza del evento, reflejando la intención del gobierno de dar un mensaje claro a la sociedad sobre la gravedad de los delitos sexuales.
Sin embargo, a pesar de la contundencia de la sentencia, muchos no quedaron convencidos de la culpabilidad de Vásquez. Según algunas versiones, Vásquez habría confesado el crimen solo para proteger a su hermano, quien también fue vinculado con el caso.
A lo largo de los años, esta narrativa ha cobrado fuerza entre sus defensores, quienes argumentan que fue un chivo expiatorio en una época en la que la justicia podía ser influenciada por la opinión pública y la presión política.
El culto popular
Pero lo que podría haber sido un cierre definitivo para la historia de Vásquez, se transformó en un fenómeno de devoción. En el Cementerio General de Cajamarca, donde reposan sus restos, se ha erigido un verdadero santuario.
Aunque las autoridades eclesiásticas no han otorgado reconocimiento oficial a esta figura, la devoción popular lo ha elevado a la categoría de santo no oficial. Cada año, en la fecha de su ejecución, cientos de personas se congregan en su tumba para orarle y rendirle homenaje.
La peculiar devoción que ha surgido en torno a su figura ha despertado la curiosidad y el asombro de muchos. Mientras algunos lo consideran un mártir injustamente condenado, otros lo ven como un criminal arrepentido que, desde el más allá, busca redimirse ayudando a quienes confían en su intercesión.
La mezcla de religiosidad y misticismo que rodea su figura incluye prácticas esotéricas, lo que ha provocado reacciones encontradas entre los habitantes de la ciudad.
El caso de Udilberto Vásquez sigue siendo un tema de discusión entre quienes buscan entender cómo un hombre sentenciado por uno de los crímenes más terribles ha logrado convertirse en un símbolo de devoción.
Los testimonios de milagros y favores concedidos se suman a una leyenda urbana que no deja de crecer. A medida que pasa el tiempo, la figura de Vásquez continúa dividiendo opiniones en Cajamarca y otras partes del país.