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La avalancha no arrasó con la fe de los damnificados en San Vicente de Chucurí

Este domingo se cumple una semana de la avalancha que azotó a gran parte de la capital cacaotera de Colombia.

Luego de una lluvia de más de 10 horas, el ‘hilo’ de agua de la quebrada Las Cruces se transformó en un caudaloso río que arrasó con decenas de hectáreas de cultivos en veredas de la parte alta de San Vicente de Chucurí como Cantagallos y Campo Hermoso.

La fuerza del agua arrastró piedras gigantescas y toneladas de lodo, que se vinieron montaña abajo, se llevaron por delante lo que se les atravesó. Un puente vehicular, seis peatonales y hasta postes de energía eléctrica sucumbieron ante la avalancha.

Por su parte, viviendas de la parte baja del municipio como Orocué y Camilo Torres quedaron inundadas. Enseres y ropa quedaron bajo el barro.

Conozca las historias de vida y sufrimiento en medio de la tragedia ambiental.

Mudanza a la tristeza en San Vicente de Chucurí

Una de las mujeres que perdió gran parte de sus pertenencias es Claudia Patricia Sánchez.

La paradoja para esta mujer radica en que, precisamente este domingo, se mudaba de la vivienda que ocupaba en Orocué.

“Este 20 de noviembre me iba para otro sitio. Tenía todo empacado y me tocó sacarlo de nuevo porque se llenó todo de barro”, indicó Sánchez.

Por fortuna, cuando ocurrió la avalancha, la mujer se encontraba trabajando. “Menos mal no estaba en mi casa porque el barro trabó la puerta e inundó la casa”, aseveró.

Sus planes de mudanza continúan, pero esta vez sin todo lo que la acompañaba. Su fe en Dios la mantiene en pie.

Encerrados en sus campos en San Vicente de Chucurí

La avalancha acabó con caminos veredales y puentes por donde salían cosechas de café, plátano y hortalizas hacia San Vicente y Bucaramanga.

Más de 150 familias rurales quedaron incomunicadas y atrapadas en sus veredas.

Ómar Osorio es presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda San José de la Pradera.

El hombre aseguró que la creciente generó derrumbes y dejó sin posibilidad de paso a la comunidad. “La situación es tan difícil que aún no se ha podido llegar a varios sectores, ni tampoco llevar alimento para aves de corral que allí se crían, ni comida para la comunidad”, expresó.

El líder rural dijo que la situación se complicó en las veredas afectadas porque no hay energía eléctrica y a personas enfermas hay que sacarlas, al hombro, en improvisadas camillas.

“Gracias a Dios llegaron máquinas ‘oruga’ y con esas estamos abriendo paso por la montaña para llevar ayuda a las partes altas”, expresó Osorio.

Su esperanza está centrada en unos terrenos del Gobierno Nacional en el que se podría edificar un proyecto de vivienda, lejos del alcance del agua.

Dura ‘labranza’ en zona rural de Santander

Uno de quienes perdió su lugar de vivienda es Álvaro Zambrano, un agricultor de 68 años que habitaba en el barrio Orocué. La humilde vivienda perdió hasta las paredes cuando el agua las hizo sucumbir.

El labriego trabajaba al ‘jornal’ en fincas del sector rural de San Vicente. Sin embargo, por su edad poco lo contrataban. Se fue para el pueblo en busca de mejor suerte.

“Me vine hace tres años a vivir en el Orocué. Como sufro de ambas manos ya nadie me quiere emplear. El agua se me llevó todo”, narró Zambrano.

Tras la emergencia, el adulto mayor tuvo que ser reubicado, de manera temporal, en el Instituto Cristiano de Promoción Social, Icproc. Allí recibe de manos del padre Jairo Rave la comida y el refugio.

Entre recuerdos y nostalgia, el campesino añora regresar a los cultivos, de donde confiesa, nunca quiso salir.

Repitió tragedia en San Vicente de Chucurí

Ana Alicia Pérez tiene 80 años. En los barrios que ha vivido, la tragedia tocó su puerta.

Padeció las avalanchas de 1996, 2011 y la más reciente, el pasado domingo.

Pese a sus amargas experiencias con las crecientes de la quebrada Las Cruces, la adulta mayor tuvo ‘misiones’ especiales en dos de ellas.

“En 2011 yo fui la primera que se percató de la avalancha. Me desperté y fui a avisarle a los vecinos, Muchos de ellos salieron pero a Andrea (una de las víctimas mortales de aquella ocasión) me cansé de llamarla y no se despertó. El agua se la llevó”, narró la mujer.

En la más reciente emergencia, ella también corrió a avisarles a sus vecinos para que evacuaran. La tragedia pudo ser peor si su instinto de supervivencia no la hubiera prevenido que Las Cruces bajaba con furia. Ana Alicia pide que esta vez sí le den una ‘casita’ para no tener que repetir la tragedia.

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