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“Abuela murió”, la operación de falsa bandera que Adolf Hitler usó como excusa para desatar la Segunda Guerra Mundial

Invasión de Alemania a Polonia Segunda Guerra Mundial
“Con el fin de poner fin a su locura, no tengo otra alternativa que responder fuerza contra fuerza desde ahora”, dijo Hitler por radio para justificar el inicio del conflicto (Bettmann/)

La madrugada del viernes 1° de septiembre de 1939, basándose en información proveniente de Alemania, la BBC de Londres dio una noticia inquietante. El locutor de turno leyó: “Ha habido informes de un ataque a una estación de radio en Gliwice, que está justo al otro lado de la frontera con Polonia, en Alemania. Según la Agencia Alemana de Noticias, el ataque se produjo a eso de las 20 horas de ayer, cuando los polacos entraron por la fuerza en el estudio y comenzaron a emitir un comunicado en polaco. En un cuarto de hora, según los informes, los polacos fueron dominados por la policía alemana, que abrió fuego contra ellos. Se informó que varios polacos murieron, pero aún no se conoce el número”.

Cuando el locutor británico leyó la noticia, los gobiernos de Gran Bretaña, Francia y otros países europeos ya habían sido informados por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que Polonia había iniciado una guerra. Desde la noche anterior, las radios de toda Alemania, con una coordinación muy ajustada, venían repitiendo la fórmula “invasores polacos” para relatar los hechos, en una campaña de propaganda destinada a crear un clima social propicio para el violento discurso que el canciller del Reich, Adolf Hitler, pronunciaría a la mañana frente al Reichstag alemán en pleno y que sería retransmitido a todo el país.

“Esta noche, soldados regulares polacos han disparado por primera vez contra nuestro territorio. El Estado de Polonia ha rechazado el establecimiento de relaciones pacíficas, como yo he deseado, y ha apelado a las armas. Los alemanes en Polonia son sacados de sus hogares y perseguidos con un terror sangriento. Una serie de violaciones de la frontera, intolerables para una gran potencia, prueban que Polonia, a la larga, no respetará las fronteras del Reich. Con el fin de poner fin a su locura, no tengo otra alternativa que responder fuerza contra fuerza desde ahora”, bramó el dictador alemán.

Era, ni más ni menos, una declaración de guerra o, mejor dicho, la justificación de una invasión. Fiel al viejo y comprobable dicho que sostiene que en toda guerra la primera víctima es la verdad, Hitler estaba mintiendo descaradamente: ningún soldado polaco había disparado en territorio alemán, aunque podía parecerlo porque la noche anterior el alto mando del Reich había montado una escena que hizo aparecer la mentira como verdad.

Porque la invasión a Polonia que marcó el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se inició en realidad con una típica operación de falsa bandera preparada cuidadosamente por los nazis para justificarla.

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Vista de la emisora de radio de Gliwice. El 31 de agosto de 1939, los nazis escenificaron un atentado contra la emisora que sirvió de excusa para comenzar la invasión de Polonia (DPA) (dpa/)

Operación “Abuela murió”

Poco antes de las ocho de la noche del jueves 31 de agosto, un equipo de élite de seis hombres de las SS al mando del mayor Alfred Naujocks irrumpió en la emisora de radio de Gliwice, en la Alta Silesia, haciendo disparos al aire. Los vestían uniformes del ejército polaco.

Los comandos dominaron rápidamente a los tres empleados y el policía que estaban allí y uno de los SS, Karl Hornack, se puso frente al micrófono para leer un discurso anti-alemán en polaco. Más que un discurso, se trató de una serie de consignas encadenadas. La primera de ellas fue: “¡Atención! Esto es Gliwice. La emisora está en manos de Polonia”.

El jefe de las SS, Heinrich Himmler, había cuidado hasta el último detalle del montaje de la operación. Para que la escena fuera más realista, los comandos llevaron con ellos a un nacionalista polaco al que habían detenido el día anterior. El hombre era un agricultor de 43 años llamado Franz Honiok y estaba totalmente drogado. Lo habían vestido con un uniforme polaco y, apenas tomada la emisora, le pegaron un tiro en la frente y subieron su cadáver a la sala de transmisión para tomarle fotos que después serían distribuidas a los diarios alemanes. Ahí estaba la prueba: los atacantes eran polacos y uno había caído en el enfrentamiento.

El soldado SS Hornack leyó sus consignas durante unos quince minutos frente al micrófono y después el comando se fue por donde había venido. Atrás dejaron atados a los empleados y al policía, que en ningún momento dudaron que la radio había sido tomada por polacos.

No hacía falta más. La “verdad” que necesitaba Hitler estaba instalada a los ojos del mundo: Polonia había atacado a Alemania y el Tercer Reich estaba obligado a responder para preservar su integridad.

Pasarían casi veinte años hasta que uno de sus protagonistas relatara la trama oculta de la operación “Abuela murió”.

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Una postal de octubre de 1939: un soldado alemán descubre a unos campesinos polacos escondidos en un profundo cráter causado por una bomba (Topical Press Agency/Getty Images) (Topical Press Agency/)

Expansión para el “espacio vital”

La invasión a Polonia aparecía como un paso más de un expansionismo de la Alemania de Hitler que era evidente pero que muchos jefes de Estado europeos se negaban a reconocer a pesar de la materialidad de los hechos.

Una de las primeras medidas que Hitler tomó luego de llegar al poder fue retirar a Alemania de la Sociedad de las Naciones y de la Conferencia del Desarme.

Pese a ello, en enero de 1935, la Sociedad de Naciones celebró un plebiscito en el Sarre, un territorio que había pertenecido a Alemania y que tenía bajo su administración. En medio de una intensa agitación, el 13 de enero de 1935, con un voto favorable del 90,73%, el Sarre fue reincorporado a Alemania el 17 del mismo mes.

Dos meses después, en marzo de 1935, Hitler rechazó las cláusulas del Tratado de Versalles, que pretendían mantener a Alemania desarmada, y a pesar de los acuerdos alcanzados en Locarno en 1926 por los que Alemania, Francia, Bélgica, Gran Bretaña e Italia pretendían garantizar el mantenimiento de la paz en Europa Occidental, reconstituyó abiertamente el ejército alemán y el 7 de marzo de 1936 ocupó Renania, supuestamente una zona desmilitarizada.

En 1937, Hitler exigió para Alemania la anexión de la ciudad libre de Danzig (Gdansk en polaco), que el Tratado de Versalles había puesto bajo protección de la Sociedad de Naciones, y también el acceso ferroviario extraterritorial por el “corredor polaco”, la frontera de Polonia con Prusia Oriental.

En 1938, fuerzas alemanas entraron en Austria y consumaron la unión política de Alemania y Austria, conocida como Anschluss. En septiembre de 1938 le llegó el turno a Checoslovaquia con la crisis de la región de los Sudetes, que fue anexionada también por Alemania.

La petición de los Sudetes por parte de Alemania y la solicitud de auxilio por parte del Gobierno checo a Francia e Inglaterra provocaron la celebración en septiembre de 1938 de la Conferencia de Múnich para decidir no sólo la suerte de Checoslovaquia, sino también la de toda Europa.

Allí se reunieron Chamberlain, Daladier, Mussolini y Hitler, y se aceptó la ocupación alemana de Checoslovaquia tan sólo en las zonas de habla germana.

Con eso, los jefes de Estado europeos -menos Mussolini- creyeron que Hitler cumpliría su compromiso y no invadiría otros países. Anunciaron alegremente que habían logrado “la paz para nuestro siglo”.

Un año más tarde, Hitler invadió Polonia, no sin antes garantizarse la tranquilidad en el frente del Este con la firma del pacto de no agresión Germano-Soviético, conocido como pacto Ribbentrop-Molotov.

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Un granjero polaco continúa con su trabajo mientras pasan los tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, en plena invasión alemana de Polonia, el 29 de septiembre de 1939 (Topical Press Agency/Getty Images) (Topical Press Agency/)

La primera “Blitzkrieg”

Pocos días antes de la invasión, Hitler se había reunido con la cúpula del ejército alemán para afinar la estrategia militar. Al terminar el cónclave, el dictador dio una última instrucción: “Aniquilen a Polonia, no tengan piedad, actúen con brutalidad”. Y así lo hicieron.

En la invasión a Polonia fue la primera vez en la historia militar que se llevó a cabo la “Blitzkrieg”, o “Guerra Relámpago”, ideada por el general alemán Heinz Guderian, que en lugar de mantener los frentes estáticos que habían caracterizado los enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial, apostaba por la movilidad y a la penetración rápida de las filas enemigas.

Se trataba de concentrar un gran número de fuerzas sobre un punto concreto denominado “schwerpunkt”, que unidades acorazadas de tanques romperían y penetrarían con la máxima rapidez desbordando el frente mientras el grueso de la infantería limpiaba los núcleos de tropas embolsadas y la aviación neutralizaba desde el aire los nudos de comunicaciones, fuentes de suministros, unidades de reserva, cuarteles, aeródromos, estaciones ferroviarias y todo punto estratégico.

La operación polaca, que recibió el nombre de “Fall Weiss” (Caso Blanco), fue puesta al mando del general Walter Von Brauchitsch y se realizaría en dos alas: primero, el Grupo de Ejércitos Norte del general Fedor Von Bock partiría con el III Ejército desde Prusia Oriental y el IV Ejército desde Pomerania para embolsar ambos la capital Varsovia y cerrar la salida hacia los puertos del Mar Báltico. Al mismo tiempo el Grupo de Ejércitos Sur del general Gerd Von Rundest saldría con el XIV Ejército desde Eslovaquia y con los VIII y X Ejércitos desde Silesia hacia el corazón de Polonia para aniquilar a las fuerzas enemigas sobre las llanuras.

Simultáneamente dentro del propio Estado Libre Danzig se produciría una insurrección armada de las minorías alemanas agrupadas en la Milicia SS “Danzig” al mando de su jefe político Hans Goetze que desde el interior acosarían a las autoridades polacas.

El Ejército Alemán (Wehrmacht) desplegó a un total de 1.800.000 soldados repartidos en cinco ejércitos que a su vez se distribuían en 58 divisiones y se subdividían en 559 batallones. Contaba con 3.472 tanques (modelos ligeros Panzer I y II, medios T-38 o pesados Panzer III y IV), 718 vehículos blindados, 5.805 piezas de artillería, 938 camiones, 530 motocicletas y 5.375 caballos. La Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) estacionó 2.315 aviones, mientras que la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine) un total de 84 navíos.

Entraron en acción exactamente a las 4:26 de la madrugada del 1° de septiembre de 1939, aún antes de que Hitler pronunciara su encendido discurso ante el Reichstag.

El ejército polaco carecía de armas y equipo modernos, tenía pocas unidades blindadas y motorizadas, y solo logró desplegar poco más de 300 aviones, la mayoría de los cuales fueron destruidos por la Luftwaffe durante los primeros días de la invasión.

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Hombres polacos observan impotentes cómo un pelotón de fusilamiento nazi elimina a sus compañeros prisioneros, de derecha a izquierda, en los primeros meses de la invasión a Polonia (Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis vía Getty Images) (Hulton Deutsch/)

Asfixiada por dos frentes

Dos semanas después de la invasión alemana, Polonia se encontró librando una guerra en dos frentes, cuando el 17 de septiembre la Unión Soviética la invadió desde el este. El gobierno polaco huyó del país ese mismo día.

Después de un intenso bombardeo, Varsovia se rindió ante los alemanes el 27 de septiembre de 1939. De acuerdo con el protocolo secreto de su pacto de no agresión, Alemania y la Unión Soviética se repartieron a Polonia el 29 de septiembre de 1939. La línea de demarcación se estableció a lo largo del río Bug.

La última resistencia de las unidades polacas concluyó el 6 de octubre. La “Blitzkrieg” se había desarrollado en apenas 35 días. Para entonces, Gran Bretaña y Francia le habían declarado la guerra a Alemania en respuesta a la invasión de Polonia. La Segunda Guerra Mundial había comenzado.

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“Sí, yo empecé todo. No creo que ahora nadie se preocupe por mí”, confesó en 1958 Alfred Naujocks, oficial de las SS, el autor del primer ataque de la Segunda Guerra Mundial

“El hombre que inició la guerra”

El 22 de agosto de 1939, menos de diez días antes de la invasión, en una reunión con los jefes del alto mando alemán, Hitler había anticipado, aunque sin explicarla con precisión, que tenía preparada una excusa para atacar Polonia. “Voy a proporcionar un motivo de guerra propagandístico. La credibilidad no tiene importancia. Al vencedor no se le cuestiona la verdad”, les dijo.

La frase del líder nazi, que indudablemente se refería a la operación de falsa bandera sobre la estación de radio de Gliwice, fue mencionada por primera vez durante los juicios de Núremberg, pero la trama secreta de “Abuela murió” demoró mucho más en salir a la luz.

En 1958, el escritor británico Comer Clarke localizó en Hamburgo al ex mayor de las SS Alfred Naujocks, el jefe del comando que tomó la radio, y luego de entrevistarlo publicó un artículo titulado El hombre que inició la última guerra.

Cuando Clarke lo interrogó, Naujocks admitió: “Sí, yo empecé todo. No creo que ahora nadie se preocupe por mí”. El ex mayor de las SS, que murió en 1960 y nunca se enfrentó a un tribunal de crímenes de guerra, reveló que unos treinta días antes del 31 de agosto de 1939 fue citado a la oficina de Berlín de Reinhard Heydrich, el temido jefe de la policía secreta alemana.

“Heydrich me dijo: ‘Dentro de un mes estaremos en guerra con Polonia. El Führer está decidido. Pero primero tenemos que tener algo por lo que ir a la guerra. Hemos organizado incidentes en Danzig, a lo largo de la frontera de Prusia Oriental con Polonia y a lo largo de la frontera alemana. Pero tiene que haber algo grande y obvio’”, le contó Naujocks a Clarke.

También describió cómo Heydrich se acercó a un mapa de Europa del Este colgado en la pared y señaló con el dedo a Gliwice. “Aquí es donde entrás vos. La idea es que seis hombres y vos irrumpan en la emisora de radio de Gliwice, reduzcan al personal y transmitan un discurso en polaco y alemán, atacando a Alemania y al Führer y anunciando la intención de Polonia de tomar los territorios en disputa por la fuerza”, relató Naujocks que le dijo el segundo de Himmler.

Con total frialdad, el jefe del comando de las SS contó además que habían detenido al campesino Honiok la tarde anterior y lo habían drogado antes de vestirlo con un uniforme, balearlo y dejarlo en el lugar para reforzar la idea de un ataque polaco. “Nos referíamos a él como ‘Konserve’ (conserva o carne enlatada)”, dijo.

Hasta que Clarke entrevistó a Naujocks, el ataque de falsa bandera contra la radio de Gliwice se conocía como “Operación Himmler”, un error histórico que el ex mayor quiso enmendar. “Nunca la llamamos así, su nombre en clave era otro: ‘Grossmutter gestorben’ (Abuela murió)”, precisó.

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