Valencia, 21 ago (EFE).- Un matrimonio que residía en el edificio de Campanar incendiado hace medio año en la ciudad de Valencia, en el que murieron diez personas y 138 familias se quedaron sin hogar, ha explicado que ahora viven la que posiblemente sea la fase “más importante del duelo”, en la que ya no pueden hacer nada más y solo les queda esperar.
Así lo han señalado a EFE Televisión, frente al esqueleto negro del edificio incendiado, Pepe Mas y Ángela Cárdenas, quienes confiesan que se les hace duro volver al lugar que fue su hogar -califican de “horrible” la sensación- y en el que se quedó toda su vida tras salir con lo puesto cuando empezó el fuego aquel 22 de febrero.
Pepe Mas explica que han vivido una primera fase del duelo, los tres primeros meses tras el incendio, en la que estaban centrados en una “vorágine constante” de tener que ir de un sitio a otro a hacer papeleos, y en la que estaban “como flotando”, pues no se daban muy bien cuenta de la situación, “o el cerebro lo que hace es dejarlo en un segundo plano”.
Este médico jubilado considera que la segunda fase, la que están viviendo ahora, es quizá la más importante del duelo: “De alguna manera no puedes hacer nada más y lo único que te queda es esperar, y esa espera es una espera larga”.
Explica que, aunque se barajan posibles fechas para que comience el desescombro del edificio, el paso previo a poder iniciar la reconstrucción, es un proceso que necesita “muchísima burocracia, requiere muchísimos papeles”, por lo que no se atreve a dar ninguna fecha, aunque espera que sea cuanto antes.
Destaca, no obstante, que ahora “hay una luz”, lo cual es importante, porque “antes se veía oscuridad y ahora parece que hay un punto de claridad” que espera “que se vaya haciendo cada vez más grande” y suponga la salida del túnel.
Mas, que forma parte de la asociación de propietarios afectados por el incendio de Campanar (Aproicam), hace hincapié en la necesidad de que las moratorias en el pago de las hipotecas y las ayudas públicas al alquiler se prolonguen hasta que se haya rehabilitado el edificio, pues de lo contrario sería una carga económica difícil de asumir.
“Yo soy pensionista, era médico y tengo una pensión que está bien, pero aquí la media de pisos de alquiler es de 1.300 o 1.400 euros, con lo que si a ti te quitan la mitad de la pensión y encima tienes que pagar una hipoteca, así no se puede vivir”, asevera.
Confiesa que se le “rompe el corazón” cuando pasa por el edificio, algo en lo que coincide su mujer, Ángela Cárdenas, que afirma que supone “revivir” todo lo que pasó el pasado 22 de febrero, cuando estaban dentro de casa y se les llenó de humo; salieron por la escalera y al llegar al exterior vieron un desastre que era “totalmente inimaginable”.
Cárdenas explica que los dos están en tratamiento psicológico y psiquiátrico, igual que otros vecinos del edificio -agradece la asistencia de la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia desde el primer momento-, y asegura que “sigue siendo muy muy difícil de asimilar” la tragedia sufrida e intentar rehacer la vida que tenían antes. EFE
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