Alegría cree que todo tiene bajo control. Convive con Tristeza, con Furia, con Miedo y con Asco. Ya está acostumbrada: sabe que algunos días, o algunos ratos, le toca ser predominante, y algunos días, o algunos ratos, le toca protagonizar a alguna de las otras emociones. Pero de repente, inesperadamente y con nada de sutileza, hace su entrada Ansiedad, que tiene el pelo un poco revuelto, trae varias valijas que enseguida pregunta dónde se puede ubicar y mueve las manos mientras pide perdón por quebrarles la calma. Les jura que quería dar una buena primera impresión. Sonríe nerviosa. Ansiedad, una emoción más, ya ha desembarcado.
Eso se ve en el tráiler de IntensaMente 2, el tanque que Disney acaba de estrenar y que promete: la primera entrega, estrenada en 2015, les gustó a los grandes, a los chicos y a la comunidad neurocientífica. Y no solo gustó, sino que dejó un mensaje: estamos hechos de todas esas emociones, todas están dentro nuestro por y para algo, no son ni buenas ni malas. Aunque algunas tengan mala prensa.
El desembarco de Ansiedad en la trama de IntensaMente 2 no es solitario: también están Envidia, Aburrimiento y Vergüenza. Y el desembarco de Ansiedad no es aislado del clima de época: cada vez hablamos más de la ansiedad. Sobre todo cuando es tan intensa, tan frecuente o tan inhabilitante que, en vez de adaptarnos adecuadamente al estímulo que estamos recibiendo, nos hace sentir desbordados.
“La ansiedad puede tener niveles normales. Puedo sentirla antes de un examen, de una entrevista de trabajo, de una conversación importante. Pero también puede tener niveles patológicos. Ahí es donde aparecen los trastornos de ansiedad, que pueden ser, por ejemplo, las fobias, el trastorno de ansiedad generalizada, y desencadenar ataques de pánico. Todo eso ya es un cuadro clínico que se trabaja a través de la medicina y de la psicoterapia”, explica Daniel López Rosetti, jefe del servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central de San Isidro.
Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, se estima que actualmente el 4% de la población mundial padece algún trastorno de ansiedad. Se trata de los trastornos mentales más prevalentes entre todos los existentes, y los especialistas no descartan que las cifras puedan ser mayores, ya que hay muchas personas que transitan esta sintomatología, pero no llegan a la instancia del diagnóstico.
Claves para detectar ansiedad patológica
“Cuando el nivel de ansiedad es disruptivo, es decir, altera la vida normal, empezás a notar que no te permite concentrarte, te dificulta dormir, no permite relaciones interhumanas viables, no permite planear, ni ser ejecutivo en tus acciones, y también genera sintomatología física que pueden ser palpitaciones, mareos, vahídos, sudoración, entonces estamos ante un escenario que requiere una consulta”, suma López Rosetti.
“La ansiedad, por definición, es una emoción, y no un trastorno. Pero cuando su irrupción ocurre con mucha intensidad, con mucha frecuencia o con mucha duración hay que prestar atención porque podemos estar ya ante una ansiedad patológica. Cuando empezamos a evitar aquellas situaciones que pensamos que nos pueden producir demasiada ansiedad también hay que estar atentos y buscar ayuda”, explica Delfina Ailián, psicóloga integrante del Departamento de Psicoterapia Cognitiva de INECO.
Según define la especialista, “la ansiedad es una emoción como otras, que nos ayuda a adaptarnos a un estímulo, nos ayuda a prepararnos para responder a ese estímulo; lo que puede ocurrir es que nos desregulemos y esa emoción nos haga sentir desbordados”.
En 2023, el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA publicó su “Relevamiento del estado psicológico de la población argentina”. Los más jóvenes fueron los que se identificaron con mayor frecuencia con la sintomatología ansiosa, especialmente la población de ingresos más bajos.
Los estímulos que nos rodean (¿o que nos bombardean?), señalan los expertos, pueden construir un entorno ansiógeno. “La vida urbana, la mayor extensión de la carga horaria laboral, la mayor exposición a la luz artificial, por ejemplo a través de las pantallas, la alteración del sueño por alejarnos del momento natural del despertar y del dormir, todo eso contribuye a que haya estímulos que puedan activar nuestra ansiedad”, asegura Martín Etchevers, secretario de Investigación de la Facultad de Psicología de la UBA.
“La estimulación digital es protagonista de estos mayores estímulos. No solo por las pantallas, sino también porque todo el tiempo nos muestra vidas que no estamos viviendo, lugares que no estamos conociendo, cosas que nos estamos perdiendo, y eso puede generarnos ansiedad, además de convertirse en una puerta para el insomnio”, suma el especialista, investigador del observatorio universitario.
Laura Rivera integra hace quince años la guardia interdisciplinaria de salud mental del Hospital Argerich, en el sur de la Ciudad. “Desde el psicoanálisis, la ansiedad viene a nombrar algo más del orden de la angustia, que está ligada a la vez al tiempo. En la guardia, por definición, no hay tiempo: estás ahí porque sentís una urgencia”, describe.
“En mi impresión, van aumentando las consultas de salud mental en la guardia, y muchas veces son casos que llegaron al clínico por síntomas físicos que pueden hacerle pensar al paciente que se está infartando o se está volviendo loco, y lo que hay es una crisis de ansiedad, es decir, una crisis de angustia. Entonces, cuando llega el equipo de salud mental, la gente está muy desorientada respecto de lo que le está pasando: no solo respecto de qué los está angustiando, sino directamente de que están angustiados”, describe la psicóloga del hospital.
“Es imposible tener una vida totalmente feliz. Pero esta época nos empuja a sentir que todos tenemos que ser felices y que si no estás feliz, estás fallando. Y además la época nos hace querer todo para ya. No hay tiempo para alojar ciertas demoras, ciertos malestares. No hay manera de que todo eso no angustie, sobre todo en un contexto en el que hay que ser cada vez más productivo y los vínculos pueden ser cada vez más precarios”, explica Rivera.
Ansiolíticos y antidepresivos en las farmacias
Este clima de época puede adivinarse en el mostrador de las farmacias. Según estadísticas de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) a la que tuvo acceso Infobae, durante el primer cuatrimestre de 2024 la venta de medicamentos con receta bajó un 9,36% -en unidades- si se lo compara con el primer cuatrimestre de 2023. Ricardo Pesenti, presidente de COFA, atribuye esa baja a un solo motivo: “Hay menos plata y la gente recorta por todos lados. En general, en tiempos de crisis económicas la venta de ansiolíticos y antidepresivos tiende a subir. No es lo que vemos ahora, pero porque vemos que el impacto de la crisis en el bolsillo es tal que llega al mostrador de las farmacias”.
Un dato alcanza para confirmar la tendencia de que en las crisis el consumo de medicación psiquiátrica es protagonista: los medicamentos que impactan en el sistema nervioso central, por ejemplo los ansiolíticos y los antidepresivos, son el rubro que menos baja tuvo (2,34% interanual) según el relevamiento de COFA.
El recorte en los gastos de farmacia empieza por otras drogas: la necesidad de atender los trastornos de salud mental y de aliviar sus síntomas es palpable. Además, cuando los síntomas de la ansiedad patológica se extienden en el tiempo, ese trastorno “se toca” con la depresión, por lo que los tratamientos para ambos diagnósticos muchas veces resultan combinados.
Para que la ansiedad no sea patológica
“Cuando hablamos de ansiedad siempre sirve pensar en la metáfora de la guitarra. Una guitarra con cuerdas necesita de cierta tensión en esas cuerdas para que, al tocarlas, suenen. Si no tenemos cierta ansiedad, esa tensión que supone, no vamos a estar preparados para lidiar con algunas demandas. Pero a la vez, si esa tensión es demasiada, la cuerda se rompe y la guitarra no suena. Eso pasa cuando la ansiedad es demasiada: aparece la ansiedad patológica”, describe la psicóloga de INECO.
La intensidad, la frecuencia y la duración de los episodios en los que sentimos ansiedad son tres variables que deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar si estamos en niveles normales o no. Y también la evitación de escenarios, personas o actividades en la que podamos incurrir para no pasar por esa sensación ansiosa.
¿Pero hay una profilaxis posible para ayudar a regular nuestra ansiedad? “Lo primero que podemos hacer es siempre tener presente que las emociones son todas útiles y naturales, pero que deben trabajar reguladamente. Es una manera de perderles el miedo a las emociones mal llamadas ‘negativas’. Por otro lado, conviene hacer el ejercicio todos los días de, en algún momento del día preguntarme, cómo me siento. Eso sirve para nombrar esa emoción, etiquetarla, conocerla”, explica Etchevers, del observatorio de la UBA.
“Después puedo pensar de dónde viene esa emoción, qué me la provocó, y al meter esa emoción en el circuito de lo que puedo nombrar ayudo a que deje de estar desregulada”, suma.
“Entender qué estímulos desencadenan cada emoción, qué pensamientos vínculo a esa emoción, ayuda mucho a la regulación. Por eso es tan importante aprender a nombrar nuestras emociones, a distinguirlas y a etiquetarlas, porque eso nos ayuda a reconocerlas y a convivir con ellas. Es cierto que hay emociones que están calificadas como negativas, pero necesitamos de todas y entender eso es un primer paso para protegernos de la desregulación”, explica Ailián, la especialista de INECO y de Universidad Favaloro.
Los expertos recomiendan movernos, hacer actividad física. Esto favorece mucho la regulación de las emociones, así como la alimentación saludable. También los vínculos en los que nos sentimos sostenidos, los momentos de ocio y de autocuidado, así como cuidar nuestro descanso, pasar tiempo en la naturaleza y dedicar tiempo a aquello que nos resulta valioso.
La ansiedad, como todas las demás emociones, está dentro nuestro. Tiene mala prensa, sí, mueve las manos rápido, se atolondra al hablar y, por definición, se preocupa por anticipado. Pero todo eso también puede defendernos, sostenernos y hacer que nos conozcamos mejor. Solo se trata de conocer nuestra ansiedad, como también nuestra tristeza, nuestra alegría, nuestra furia y nuestra vergüenza, para que no nos agarren desprevenidos.